Epílogo

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La primavera había caído sobre Londres hacía unos cuantos días, por lo que las flores y el color verde predominaban por todo el vecindario cada que alguno se detenía a visualizarlo. Naturalmente, y por ser uno de los vecindarios con más espacios abiertos, el brillo y la alegría que trasmitía la zona era especial y llamativo, provocando que todas y cada una de las personas que atravesaran las calles tuviesen una sonrisa en el rostro por el buen clima y ambiente que los rodeaba, como pasaba exactamente con Samuel. El elemental llevaba varios minutos recorriendo el vecindario con soltura y curiosidad, distrayéndose en su trayecto al centro en varias ocasiones y provocando que su viaje pasara de una simple caminata de diez o quince minutos a una de casi cuarenta que parecía podía llegar a extenderse aún más por lo atento que se encontraba el joven a sus alrededores. Para él, quien había convivido y pasado muchísimos años rodeado de adultos, era extraño verse en un lugar rodeado y tan lleno de voces agudas como lo eran la de los niños; verlos jugar y corretear por las plazas o espacios verdes con los que contaba el vecindario resultaba curioso no solo porque no había vivido prácticamente nada de eso en su niñez, sino también porque creía que lo había olvidado.

Apretó con fuerza la caja entre sus manos y sacudió la cabeza con fuerza cuando, nuevamente, disminuyó la velocidad para mirar a un grupo de chicos que jugaban a algún juego en el que debían correr y atraparse; creía recordar haber jugado aquello con Frank y algunos compañeros de la escuela cuando eran pequeños, pero mentiría si decía que realmente lo recordaba. Miró superficialmente el reloj de su muñeca y abrió los ojos grande antes de acelerar el paso, casi comenzando a trotar, al encontrándose con que faltaban tan solo quince minutos para que dieran las diez y, como pasaba cada sábado en el que no tenía trabajo, Guillermo estaría pronto a despertar. Tenía que llegar a casa y preparar el desayuno antes de que el menor despertase si no quería que su sorpresa y todo lo que había estado preparando durante la última semana se fuera al garete por su constante distracción en las calles. Sabía que podía volar y llegar todavía más rápido a su destino, pero tampoco quería llamar demasiado la atención, por lo que simplemente comenzó a correr, procurando que el contenido del paquete en sus manos no se estropease por el rebote que hacia su cuerpo al avanzar; su nombre había tomado tanto protagonismo alrededor del mundo luego de la caída absoluta de los malignos que había casi prometido no utilizar sus habilidades a menos que sea realmente necesario con tal de evitar que alguien pudiese llegar a reconocerlo.

Cuando sucedió lo de Oscar, hacía casi dos años atrás, todos los medios de comunicación a nivel nacional y mundial habían hablado de ello sin siquiera saber exactamente que lo hacían debido a los cambios climáticos y drásticos a los que se había visto sometido el mundo entero, los cuales venían con el nombre Samuel De Luque incrustado en ellos. Con el correr del tiempo, y visto que no podían seguir ocultando semejantes cambios al mundo, la Organización decidió hablar sobre lo sucedido, dándole una explicación a semejantes acontecimientos climáticos y dejando a todos con la satisfacción de saber que ningún maligno podría atentar contra la humanidad nunca más. Estratégicamente, y sabiendo que había datos que no podían llegar a conocerse, el equipo de la Organización se encargó de dar los datos justos y precisos para poder mantener unos cuantos secretos en su poder, pero no había logrado ocultar el nombre del elemental por más que lo intentaron, por lo que su nombre y rostro pronto habían ocupado un espacio importante en los periódicos y portales de internet. Todo que lo viese podía llegar a reconocerlo en cualquier parte del mundo, por lo que decidió, antes de dejar la Organización definitivamente, someterse a la operación que tapó el color de sus ojos, cubrir su brazo de tatuajes y mantener su cabeza rapada como lo hacía en la actualidad, transformándolo en una persona distinta de la noche a la mañana y pudiendo utilizar la frase "debes estar equivocado" cuando alguien creía haberlo reconocido. Para su reincorporación en la sociedad, su cambio había sido completamente favorable porque, a pesar de que no quería separarse verdaderamente de lo que era, era una nueva puerta y oportunidad para comenzar de nuevo, o al menos así lo veía cada que salía a la calle y sentía la brisa contra su rostro o cuando se encontraba rodeado de personas comunes y si ninguna marca en los brazos o nuca que los identificase con alguna habilidad, siempre y cuando excluyese a Guillermo, quien contaba con las dos.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora