28 ~ Conexión

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Después de un par de horas de su discusión con Luzuriaga y los integrantes de su pelotón, Samuel volvía a dirigir sus pasos al hospital de la Organización, más concretamente a la sala de monitoreo, para lograr continuar con sus interrumpidos entrenamientos ahora que la sala posiblemente estuviese completamente en solitario. A pesar de que sabía que no debía entrenar por la sanción que Borja le había impuesto y la hora que era, poco le importaba realmente; quería seguir entrenado y eso era precisamente lo que haría.

Para evitar mojarse en el trayecto desde el complejo de habitaciones hacia el hospital, había detenido momentáneamente la lluvia, procurando mantener el clima lo más calmo posible mientras llegaba a su destino. La tormenta había pasado de ser una realmente estrepitosa y ruidosa a ser una simple llovizna que poco molestaba a cualquiera que tuviese que pasar por debajo de ella, cosa que Samuel agradecía. Su humor estaba tan inestable que sentía, incluso, que su propia manipulación de sus habilidades podía llegar a ponerlo de malas; la llovizna no le molestaba, por ende no lo alteraba. Una vez llegó al hospital, y luego de sacudir superficialmente las pequeñitas gotas que habían llegado a agolparse en sus hombros y cabello, continuo sus pasos hacia su destino, ignorando furiosamente las miradas cargadas de seriedad que se posaban sobre él. La última semana dentro de la Organización había sido de cambios drásticos para el morado, como así también la mirada de los otros hacia él; ya no solo le tenían respeto por ser el elemental más poderoso que habitaba en aquel complejo de entrenamientos, sino también por la mala fama que le había traído su notable cambio de postura y humor.

Nadie quería toparse con él en ningún momento del día.

-¿A dónde crees que vas?- el morado rodó los ojos al escuchar a Borja y ya estando frente al elevador.

-¿Qué quieres, Borja?

-Vuelves a entrenar, ¿no es así?- la voz del doctor sonó mucho más clara y cercana, señal de que estaba a pocos centímetros de él; pocas personas se atrevían a acercársele tanto –Tienes una sanción.

-Y también ganas de entrenar- contestó el menor con obviedad para presionar el botón de la placa frente a él.

-Es tarde y sabes que los entrenamientos terminaron hace tiempo- el morado soltó un sonido de afirmación pero aún así siguió a la espera del elevador –Nadie tiene permitido entrenar fuera del horario establecido.

Samuel asintió sin mirarlo. Estaba agotado de escuchar que le dijeran una y otra vez que se podía y que no hacer dentro de la Organización y a que horarios correspondía hacer cada cosa, ¡llevaba diez y seis años viviendo allí!, y sabía de sobre manera todas y cada una de las reglas del lugar. Sin embargo, y yendo bastante en contra de todo lo que él solía representar, no le apetecía seguir cumpliendo reglas. Quería hacer lo que sentía que tenía que hacer, como quería hacerlo y a la hora que quería hacerlo, tal y como había actuado la mayoría de las personas a su alrededor el último tiempo.

Como piensas que lo hizo Guillermo, en realidad le regañó su subconsciente. Otra de las cosas que estaba agotado: que todo le recordase al menor.

-¿Vas a dejarme en paz en algún momento?- preguntó el elemental mirando por primera vez a su compañero –Realmente me estoy aburriendo de pelear contigo siempre por lo mismo.

-¿Vas a obedecer lo que digo en algún momento?- el morado se lo pensó, pero terminó negando –Ahí tienes tu respuesta- al ver que el elevador no llegaba, Samuel decidió subir por las escaleras –Te estás comportando como un crio, Samuel, y estas bastante grande ya como para hacer eso- continuó el doctor mientras lo seguía hacia las escaleras.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora