41 ~ Tuyo/Mio

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La vida puede barajar cientos de cartas y mostrar solo unas pocas sobre la mesa, jugar con uno y moldarlo a su manera con golpes o con caricias, como así también redirigir sus caminos con uno o dos movimientos que podían llevarlo a un mejor porvenir o a la debacle total. Para muchos, la vida era como un juego de estrategia, cargado de jugadas engañosas y movimientos con trampa, pero que podía a llegar a ser el más divertido de todos los tiempos si sabías sortear cada jugada contraria con inteligencia y paciencia, como también ser el más doloroso si este se empeñaba en dar golpes bajos y sin compasión. Y pesar de todo eso, de ser fácil para unos pocos y difícil para unos cuantos más, estaba llena de guerreros, de personas que habían aprendido a jugar y que sorteaban las sorpresas del contrincante de una forma sublime y majestuosa, casi como profesionales y maestros en la materia, individuos que eran recompensados con segundas oportunidades cada que conseguían ganar una batalla y que seguían en pie y por sobre toda adversidad. La vida podía ser cruel y sanguinaria, pero bondadosa en muchos aspectos con aquellas personas que se ganaban su respeto y admiración, como lo había sido con Guillermo, uno de sus guerreros estrella.

El joven de veintitrés años sonreía tranquilo por las ocurrencias que tenía que escuchar de su madre en el teléfono mientras conducía, volviendo su vuelta a casa muchísimo más distendida y tranquila. Desde que se había mudado a Londres y tomado el puesto de psicólogo en uno de los hospitales psiquiátricos más importantes de la ciudad tenía la costumbre de recibir llamadas de parte de sus padres casi en cualquier momento del día, pero eran más habituales a esas horas de la noche y cuando emprendía su vuelta a casa luego de un arduo día de trabajo, por lo que el manos libres del coche siempre estaba en funcionamiento y reproduciendo las voces de sus progenitores cada que tomaba el volante.

-Tu padre pregunta si tienes todo listo para nuestra llegada y si piensas dejarnos tirados en el aeropuerto como la otra vez- ambos mayores rieron.

-Estoy en altavoz, ¿verdad?- volvieron a reír –Tengo todo listo desde que me dijeron que iban a venir, así que deja de desconfiar de tu hijo, Cristian, ¡y dejen de decir que los dejé tirados!- el joven quiso sonar indignado pero sonrió en el proceso, causando que su voz se escuchase alegre –Llegaron justo en mitad del día, no podía salir del hospital así como así.

-¡Nos dejaste tirados, no digas que no!- los tres carcajearon, aunque el menor tuvo que apagar momentáneamente su risa por tener que doblar en una esquina.

-Sí, claro, lo que tu digas- el coche volvió a estar derecho y a avanzar en línea recta.

-Oye... ¿aceptaste la cita del chico modelo de Calvin Klein?- Ángela sonó pícara en su pregunta.

Guillermo se ruborizó en cuanto escuchó las palabras de su madre, teniendo que echar el coche a un costado para detenerlo y poder ocultar su rostro entre sus manos. Escuchó las risas cómplices de ambos mayores casi como si estuviesen viendo sus mejillas rojas y cargadas de calor, por lo que supuso que, a pesar de estar a cientos de kilómetros de distancia, sus padres podían imaginar su reacción. ¿En qué momento había considerado que pedirle consejos a su madre sobre este tipo de cosas era buena idea?

-¡Mamá!- la voz del psicólogo sonó perdida por salir de entre sus manos, por lo que la mujer volvió a reír -¿No hablamos ya sobre dejar de llamar a Jason así?

-No, creo que no lo hablaste conmigo- Guillermo rodó los ojos a pesar de que esta no lo estuviese viendo –Tienes que admitir que si se parece mucho a uno de esos chicos, con todos esos músculos y cuadraditos en su abdomen...

-¡Basta!- no podía creer que la mujer que comenzaba a decir obscenidades sobre su compañero de trabajo fuera la misma persona que lo había traído al mundo y que lo había criado a lo largo de su niñez y adolescencia –No puedes hablar así de él.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora