15 ~ Confianza

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La llamada se tornó aun más violenta y exagerada con el correr de los minutos, provocando que Guillermo estuviera al borde del colapso nervioso en reiteradas ocasiones. Sus padres parecían haberse quedado sordos por tanto griterío y amenaza, ya que no se tomaban siquiera la molestia de escuchar lo que el menor tenia para decirles. Estaban furiosos, Guillermo lo tenía más que claro, pero no podía comprender bien porque.

-No sé si sirva de algo que vuelva a repetirles esto, pero lo haré: no tengo idea de lo que me están hablando.

Ambos suspiraron del otro lado de la línea.

-Ven inmediatamente a casa, Guillermo- sentencio su padre conteniendo un nuevo grito.

-No puedo irme ahora.

-Guillermo...- a pasar de que no podía verlo, el entrenador sabia que el mayor estaría más que tenso y que alguna que otra vena de su frente estaría resaltando por culpa de la presión.

Contadas habían sido las veces en las que su padre llegaba a ese límite, pero era evidente que esta sería una de ellas.

-Tengo que pedir un par de permisos antes de irme y eso solo puedo hacerlo durante la mañana. No puedo irme así como así porque podrían sancionarme, y créeme que es lo que menos quiero- Guillermo sonó tranquilo a pesar de todo -Mañana por la mañana pediré el permiso y saldré para casa a primera hora así que, por favor, procuren relajarse para entonces.

-Háblanos bien, chiquillo insolente- acotó su madre, cosa que al profesional le sorprendió.

Su madre era una mujer tranquila y serena que nunca, jamás, acudía a la violencia o a las palabras despectivas para relacionarse con su entorno por más enojada que estuviese (y mucho menos con él), por lo que oírla soltar aquel conjunto de palabras hacia él le había incluso hasta dolido. Llevaba minutos escuchándola gritar una y otra vez, pero era la primera vez que le afectaba tan directamente.

-Madre...- hablo el entrenador casi en un susurro.

-Te queremos mañana a primera hora o iremos a buscarte- hablo el mayor de los tres.

Y la llamada finalizó, dejando al menor metido en un océano de sentimientos encontrados bastante violento. Ninguno le había explicado que pasaba concretamente con el maldito libro ni de donde había salido y temía volver a llamarlos para preguntarles, por lo que esa sensación de confusión también se hundió junto con él en el océano.

-¿Qué les pasaba?- preguntó Samuel un tanto desorientado por lo que acababa de presenciar.

-¿Los escuchaste gritar?

-Como para no hacerlo...hacía tiempo que no escuchaba a una persona tan enojada como lo estaban tus padres- el entrenador frunció los labios y bajo la vista al móvil en sus manos -¿Por qué quieren que vayas mañana?

-No entendí muy bien, pero se trata de un libro que parece tener mi nombre y el de mi abuelo en una de las páginas principales- el elemental frunció el ceño molesto, cosa que el menor captó -No tengo idea de donde salió ni porque está en mi casa, por si insinúas lo contrario- Samuel se llamó al silencio -¿Tu también crees que estoy mintiendo?- el mayor solo lo miro -¡Samuel!

-Disculpa, pero de verdad se me hace difícil creerte- se sinceró, cosa que el contrario sintió como un baldazo de agua fría.

¿Por qué, de un momento al otro, nadie confiaba en su palabra? Si, había cosas que ocultaba y posiblemente lo seguiría haciendo hasta el día de su muerte, pero, ¿no era eso lo que todos hacían? ¿A caso todos estaban libres de pecado y eran completamente sinceros en todo lo que hacían o decían?

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora