4 ~ Preocupaciones

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Guillermo salió de la sala de monitoreo con un océano de preguntas dentro de su cabeza, agobiado por los múltiples caminos que podía llegar a tomar su investigación. Sin duda el crecimiento exagerado de Samuel tenía que ver con la piedra y el tiempo que la había usado de collar, pero no quedaba claro hasta donde era capaz de llegar y lo contraproducente que eso podía llegar a ser. De por sí, el morado era poderoso y habilidoso, más que sus compañeros, pero ¿hasta qué punto sería su cuerpo capaz de llegar? ¿Qué tanto poder podía cargar? ¿Tendría un tope? ¿Podría sobre-cargarse? ¿Colapsaría? Demasiadas preguntas, demasiados caminos por abarcar, todos igual de importantes y cuestionables. Quizás debía tomarse algo de tiempo junto a Borja para dejar en claro sus cuestionamientos e ideas y juntos armar un nuevo plan de ejercicios que arrojara datos más específicos y aplicables a su investigación y decidir cuál de los caminos recorrerían primero. Era primordial establecer una base y saber exactamente qué es lo que buscaban para no volver a hundirse en un mar de dudas cuando el próximo entrenamiento acabase.

El profesional salió de la sala con la mirada baja y la cabeza alborotada entre tanto pensamientos, echándole el cerrojo a la puerta que acababa de cerrar y guardando las llaves en uno de los bolsillos de su bata. Comenzó a caminar por el pasillo con el ceño levemente fruncido y murmurando alguna que otra idea que se le cruzaba para no olvidarla, completamente absorbido por la complejidad de sus cuestionamientos. Tanta era su concentración, que no notó que Samuel lo esperaba apoyado contra la pared con los brazos cruzados y con las marcas ya de su color natural, al igual que uno de sus ojos, por el tiempo que había esperado por su salida.

-¡Ey, entrenador!- elevó la voz y soltó una risa, logrando que Guillermo detuviera su andar y girara la cabeza.

-Oh, Samu, disculpa- sacudió sus cabellos –no te vi.

-Lo noté- el morado se acercó al joven entrenador y lo abrazó por los hombros con uno de sus brazos, quedando justo a su lado -¿Me ignoras, a caso?- Guillermo rió mientras volvía a avanzar, acompañado ahora por los pasos del mayor.

-Quizás un poco- el menor sintió un sacudón por parte del contrario que lo hizo volver a reír –Es imposible ignorarte, cariño.

-Ya decía yo- besó su sien -¿Cómo estuvo el fin de semana con tus padres?

-Bien, supongo...- frunció el ceño ante el recuerdo del enojo de su padre –Aunque no terminamos en los mejores términos.

-¿Discutieron?

-Podría decirse. Digamos que no están muy de acuerdo con las decisiones que estoy tomando.

La nueva sala de monitoreo se encontraba en el cuarto piso del hospital, siendo la única habitación que componía la planta por la magnitud de esta y por lo complejo de su construcción e infraestructura. La sala ocupaba casi todo el piso, por lo que no había más puertas ni habitaciones que decoraran el pasillo mientras avanzaban, volviendo el recorrido hacía el elevador algo monótono pero realmente corto por el poco espacio que quedaba sin usar.

-¿Y qué decisión tomaste ahora que no les gustó?- cuestionó el morado luego de presionar el botón y llamar al ascensor.

-La de dejarte- Samuel soltó a Guillermo de forma automática y lo miró directamente a los ojos, palideciendo instantáneamente por lo que acababa de escuchar. Guillermo, por su parte, rió fuerte -¡Tu rostro!

-Idiota- dijo golpeando el hombro ajeno con fuerza, contagiándose levemente de la risa de su compañero.

El ascensor sonó cuando este llegó al cuarto piso y abrió sus puertas, mostrando un interior bordó y aterciopelado y un suelo oscuro. Entraron y, un riendo, Guillermo presionó el número cero, haciendo que este se pintara de amarrillo y se diferenciara de los demás botones y números del tablero. El menor rió un poco más y hasta que las puertas se cerrasen ante la mirada atenta y divertida del elemental.

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora