Rodé los ojos y me golpeé mentalmente por casi reírme de su comentario.

—¿Cómo les ha ido esta semana? —preguntó Franny a la par que servía el desayuno en tres platos diferentes.

—De maravilla. Kelsey sale a sus horas del colegio y nunca ha intentado escaparse, ¿no es así, Kelsey?

Lo miré con displicencia, me regaló un sonrisa "inocente" y me guiñó un ojo antes de girarse a ver a Franny, quien me miraba con una sonrisa maternal. Sabía que Jayden bromeaba.

No se dijo más durante el desayuno, Jayden y Franny hablaban de no sé qué cosa. Mi celular vibró, miré la pantalla, increíble.

Me levanté del desayunador, podía sentir las miradas inquisitivas de los dos presentes en la cocina, me alejé lo suficiente y contesté.

¿Te acuerdas de mi número? Es una sorpresa.

Hola, dulzura —me ignoró—, ¿estás disfrutando de tu compañía?

Su dulce tono de voz no hacía más que burlarse.

Tarareaba una canción del otro lado de la línea, una canción lenta, como de princesas. Y sabía que eso me irritaba.

¿Cuándo se va a terminar esto? —corté su tarareo.

¿De qué hablas? ¿No lo estás disfrutando?

—¿Eso es siquiera una pregunta?

Me ignoró, y siguió tarareando. Su tarareo iba de lo bajo a lo alto, subía diez decibelios cada segundo.

—Mamá, por todos los cielos, ¡deja de tararear! —me quejé, levantando casi sin querer el volumen de mi voz.

Había estado hablando con un tono bajo para que nadie más escuchara mi conversación, pero ese desliz me había costado que ambas personas en la cocina pusieran sus ojos en mí.

Casi pude escuchar su sonrisa del otro lado de la línea.

Dime cuándo va a irse —volví a bajar el volumen.

¿Quieres que se vaya? Pero, cariño, tus vacaciones de primavera apenas comenzaron ayer.

Mis ojos se abrieron de par en par.

Estás bromeando.

Aún no lo decido —alargó—. Quizá —se detuvo unos segundos—... debas decirle a Jayden que te acompañe al centro comercial a comprar tu ropa para el Día de San Patricio... y para el resto de la primavera.

—Es un chiste.

—Disfruta tus vacaciones, amor.

—¡Mamá..!

No hubo respuesta, sólo el insistente sonido que me decía que me había colgado. El sonido que me decía que le importaba menos que nada lo que tenía que decirle.

Lancé el teléfono al sofá. Escuché pasos a mis espaldas, no necesitaba girarme, sabía quien era.

—Es increíble que les importe tan poco —negué mirando el celular a centímetros del borde del sofá.

—Kelsey, claro que les importas.

—¿En base a qué puedes asegurar eso?

—Te contrataron un custodio.

Examiné la situación. Quizá tenía razón, quizá Jayden era la prueba de que realmente les importaba mi conducta, quizá... casi lo creo, casi. Pero entonces me acuerdo de la conversación con Tessa y de las decenas de mensajes en mi buzón, y ya sé qué es lo que está pasando. 

—Míralo bien, Franny —me giré—, lo contrataron para que no los molestara. Y dime, ¿por qué es un chico increíblemente apuesto y no un señor de 50 años? No es porque Jayden pueda más conmigo. Lo contrataron a él —enfaticé—, porque quieren mantener su reputación. ¿Cómo la hija de Addison y Stephen Blakeman va a andar por ahí con un custodio? No, para nada, sólo va por ahí con un chico joven y apuesto que bien podría ser su novio. 

Franny me miró con condescendencia, sabía que tenía razón.

Los pasos de Jayden hicieron eco en el living, me giré a mirarlo. Su mirada estaba fija en la mía, pestañeó un par de veces antes de retirarla y seguir con su camino a las escaleras.


  ~•~


Estornudé por onceava vez, interrumpiendo la película que Franny y Jayden veían con entusiasmo en la televisión del living, se giraron a mirarme.

—Lo siento.  

No recibí respuesta de ninguno de los dos, al cabo de varios segundos Jayden se estiró hasta mí y colocó su mano en mi frente. 

—Fiebre —se regresó a su lugar—, vete a la cama.   

Lo miré extrañada. Me extrañé por lo que acababa de hacer, pero más por lo que yo había sentido. Porque por primera vez, sus palabras no me habían ocasionado unas inmensas ganas de golpearlo, ni siquiera unas mínimas ganas de golpearlo. Me dolió el pecho, una punzada fuerte y momentánea. Y ruego porque sea porque me estoy enfermando, y no por otra cosa.

—Está bien —negué—, no es nada.

Jayden me miró por unos largos segundos.

—Franny, ¿puedes poner agua a hervir? Yo llevaré a Kelsey a su habitación.

Franny lo miró con dulzura y sonrió, asintió y se levantó; antes de retirarse del living me miró a los ojos y me señaló la escalera con los suyos.

Me resigné y me levanté del sofá; subimos las escaleras, Jayden caminaba pacientemente a mi lado. Abrí la puerta de mi habitación y entré; Jayden se quedó estático en el umbral de la puerta, me giré a mirarlo.

—¿Eres un vampiro? —me reí, la comisura derecha de sus labios formó una media sonrisa.

—No estoy seguro de que quieras que entre —se encogió de hombros    

—Está bien, puedes pasar —dije con soltura.

Su sonrisa se ensanchó.

—Sabía que me querías aquí.

Rodé los ojos, y me odio porque le contesté sin pensarlo dos veces.   

—Es increíble, pensé que ibas a tener un desastre aquí adentro.

Y de nuevo quiero golpearle la cara.   

—¿Puedes intentar dejar de ser arrogante un rato, por favor?    

Lo miré por unos largos segundos debatiéndome si debería golpearlo o no.

—Métete a la cama.

Soltó, dejándome perpleja por varios segundos, porque sonó casi como si lo hubiera dicho Sean. Pero no pude evitar reírme mentalmente, porque también sonó como si lo hubiera dicho Alec. 

No iba a discutirle nada, me dolía la cabeza y tenía un frío del demonio, así que me senté en el borde de la cama.

—Franny debe traerte el té y la toalla caliente en un rato más.

—No es necesario, no es nada.

—Te estás resfriando, Kelsey —señaló como si fuera lo más obvio del mundo—. No me sorprende, andas descalza por la casa todo el día.

Otra vez me quedé perpleja, porque era cierto y ni siquiera yo me había dado cuenta de eso hasta que él lo dijo.

Antes de que cualquiera de los dos dijera algo más Franny entró por la puerta con una bandeja en las manos.

—Buenas noches —se despidió Jayden.

Lo miré alejarse desde el borde de mi cama hasta la puerta.

—Buenas noches—le contesté.

 Por primera vez, le contesté.                   

CustodioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora