Capitulo 15. Adler y Scarlet.

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–       Suéltame…maldita arpía rubia…–intentaba decir Adler, hasta su rostro se comenzaba a poner rojo al igual que un tomate.

–       Dijiste que dejarías de llamarme así –contestó con los dientes apretados, entonces soltó a Adler, el dio una gran bocanada de aire.

–       Gracias a los cuatro dioses, aire…

Ella rodó sus ojos verdes y se cruzó de brazos, murmuró:

–       Exagerado…

–       Con que exagerado ¿eh? –dijo él con los labios formándose una media sonrisa, se puso en pie, quedando cara a cara con Scarlet, por lo menos le sacaba cabeza y media a Scarlet– entonces que te parece si te hago ESO.

La rubia puso un rostro horrorizado.

Negó con la cabeza una y otra vez, no quería pasar por aquello una vez más, ya lo pasó muy mal la primera vez, los vellos de su nuca se erizaron; dio un par de pasos hacia atrás.

–       Adler…, maestro, amigo, jovencito, no me hagas ESO, no quiero pasar por ello otra vez, aquella vez no fui capaz de oler nada en dos semanas y tampoco pude sentarme.

–       ¿Qué es ESO? –quiso saber Guil, Scarlet casi se olvida de que también estaba allí.

   Adler se acercó a Guil, había más gente en la cubierta y o quería que se enterase más gente de la necesaria, se lo susurró al oído. En cuanto lo escucho los ojos de Guil se abrieron de par en par, miró a su sobrina.

–       Dios…no sé qué hiciste en ese momento, ni me importa, pero debió ser horrible, ¿te dolió?

–       Mucho.

Contestó mientras bajaba la mirada.

Los ojos grises brillantes de Adler miraron a Scarlet y rió sonoramente. Se acercó hasta ella, pasó uno de sus brazos por los pequeños hombros de la chica, la agarró con fuerza y con el otro brazo comenzó a revolverle el cabello.

–       ¡ADLER! Tío…no hagas eso, sabes que lo odio –dijo ella intentando apartarse de su maestro, pero se podía ver como soltaba una pequeña risa, típica de una chica de su edad, algo raro en ella.

–       Por eso lo hago, arpía.

   Guil sintió un poco de celos, ya que aunque tuviesen la misma sangre, los dos no poseían aquella relación que tanto le gustaría tener con ella.

Los dos reían como un par de críos, pero en segundos volvían a pelearse como si su vida se fuese a acabar en pocos minutos, de nuevo risas, eran un par de locos.

Cuando ya acabaron sus risas, los tres fueron a tomar su desayuno.

Mientras Adler tomaba un café con extra de leche, Guil los miró a ambos.

–       Esto lleva rondándome por la cabeza un tiempo, ¿cómo os conocisteis?

–       Bueno…es una larga historia –dijo Scarlet mientras se rascaba la nuca.

–       No, no lo es, ella, tu linda sobrina, intento matar a un par de borrachos y luego intento matarme a mí.

Guil sonrió.

–       Típico.

–       ¡Oye! –contestó ella molesta, le dio una patada por debajo de la mesa– es cierto lo que dijo, pero tampoco es como si lo hiciese siempre.

–       Scarlet, cielo, lo haces –respondió Guil.

Ella bufó.

En verdad era imposible tratar con ellos dos, se parecían en varias cosas, excepto por lo de las mujeres, Guil iba de flor en flor, mientras que Adler seguía perdidamente enamorado de aquella mujer que una vez fue su esposa –Scarlet la mencionaba como la zorra barata– aquel mote le hacía sentir mejor a Adler.

Crónicas Elementales 2: Agua de Cristal. © [PRÓXIMA REEDICIÓN EN AGOSTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora