Capitulo 14. El momento más duro.

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Ella no se molestó en cenar y se fue sin despedirse.

Sus cosas ya estaban en el cuarto de Paul, y las cosas de Paul aún seguían allí, tal y como él las había dejado. No lloró tampoco.

Sin quitarse la ropa se tiró sobre la cama, aún poseía el perfume de Paul; Scarlet al igual que una niña miedosa se abrazó a la almohada y quedó en un profundo sueño del que no querría despertar.

Aquellos cabellos sucios se esparcieron por toda la cama y ella hundió su rostro en la almohada.

Esperaba que todo aquello fuese una pesadilla y que en momentos se despertara y estaría en una casita junto a un lago, con su madre y su padre, los tres viviendo felizmente y tranquilos, sin tener que sucumbir a la guerra.

Pero aquello no era así, al parecer el mundo estaba en su contra.

Poco a poco fue relajándose y no tardo en caer en un profundo sueño, que nadie interrumpiría.

Al abrir los ojos se encontraba en una cueva; cavernosa y calurosa. Como si estuviese en el interior de un volcán, no le molestaba, al contrario, se sentía a gusto.

Fue caminando hacia el frente, iba a afrontar a todo lo que le echasen.

El suelo era rocoso y era costoso avanzar, encima estaba descalza.

A lo lejos vio la luz roja.

Intento avanzar con más rapidez; tropezó un par de veces, se levantó y siguió.

Aquel túnel desembocó en una gran caverna, mayor que la anterior.

No había suelo, solo magma, un caliente y derretido magma, una persona normal estaría ya muerta. Aunque solo fuese un simple sueño.

Scarlet sin pensarlo se zabulló en el magma, al igual que si fuese una piscina.

Su ropa se fue desintegrando a medida que daba brazadas hacia lo otra punta. Podía soportar grandes temperaturas, esa era otra ocasión en la que se había tirado a un volcán, la primera vez creía que iba a morir, pero no lo hizo, eso le llevo a darse cuenta de que era capaz de controlar también la lava y magma a su voluntad.

Entonces se oyó un gran rugido.

Era desgarrado, Scarlet creía que aquel sonido iba a romperle los tímpanos.

De repente a su derecha surgió un dragón.

Igual o mayor que la aeronave –unos veinte metros de largo y ocho de ancho, eso sin contar sus alas–; sus escamas eran rojas y relucía a causa del magma, un rojo magnífico y brillante al igual que los rubís.

Tenía unos ojos enormes del tamaño de dos pelotas de baloncesto y de un color verde esmeralda, como era de esperar sus pupilas eran rasgadas en vertical. Unos grandes cuernos invertidos de color negro sobresalían de su cabeza, parecidos a los de un carnero. Su cola era larga y ocupaba por lo menos unos cinco metros, al final de esta había dos aletas, como las de los aviones en la cola, como dos cometas con pinchos negros.

Era un dragón, uno de verdad.

Abrió su inmensa boca, dejando a relucir dos hileras de aliados dientes del tamaño de un antebrazo de un niño de siete años. Soltó una gran llamarada, sus llamas eran de los mismos colores que sus escamas, tal vez algo más brillantes.

Cubrió todo el lugar con las llamas, no se podía distinguir al dragón, se había camuflado con las llamas.

La rubia miró en todas las direcciones posibles y no encontró nada.

Crónicas Elementales 2: Agua de Cristal. © [PRÓXIMA REEDICIÓN EN AGOSTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora