Capítulo 40 (Maratón - Parte 2/4)

1.3K 145 4
                                    

-¿Algo anda mal, Pipes?- insistí.

-No, no, para nada. Al contrario, creo que es el mejor momento de mi vida.- dijo al fin, mirándome y sonriéndome- Es sólo que me da algo de vergüenza contarte esto…

-Ya, nena, por favor, que no te de pena conmigo. Y dime, que me matas de la intriga.

-¿Recuerdas el primer día de clases, cuando te sentaste a mi lado?

-Lo recuerdo perfectamente.- asentí sonriendo.

-Ese día, en el momento en que te vi, creí que moriría de un infarto.

-¿Qué?- pregunté sin poder evitar una carcajada.

-Sí, eso. Casi muero de un infarto. No podía creer que fueras tú.

-¿De qué hablas?- ahora estaba realmente confundida.

-Verás… me mudé a la ciudad casi dos semanas antes del inicio de clases. En mi segundo día de estadía, Roxanne y yo fuimos por pizza a Angelo. ¿Sabes quién más estaba allí, comprando pizza con doble queso? Sí, tú.

                Alcé las cejas por la sorpresa. Yo no recordaba haberla visto allí. ¡Dios! Jamás podría haber olvidado ese rostro de ángel tan perfecto. Me sentí idiota por no haberla notado.

-O sea que tú… ¿me conocías desde antes?

-Sí, Al. Y juro que desde ese día no dejas de darme vueltas en la mente. En cuanto te vi allí, tan… no lo sé, tan perfecta, algo ocurrió dentro de mí. Y cuando te giraste en dirección a la puerta para salir y pude apreciar tus ojos, quedé totalmente idiota.

                Mientras me hablaba subió la mirada hasta conectarla con la mía. Estaba notablemente sonrojada. Ambas sonreíamos como tontas. No podía creer lo que me contaba.

-Después de ese día, volví a Angelo.- continuó- Fui dos veces más, con la excusa de que no quería cocinar. La segunda vez, desgraciadamente no estabas. Era mediodía. Pero la tercera vez que entré, allí estaba la mujer más hermosa que mis ojos habían visto. Ahí estabas tú, otra vez. Parecías enojada, o algo así. Cuando te fuiste diste un fuerte portazo. ¿Recuerdas ese día?

-Creo recordarlo, sí.- reí.

-Sentí el impulso de ir tras de ti para averiguar qué era lo que te traía tan mal. Pero, lógicamente, no lo hice. Y me sentí extraña y estúpida a partes iguales por tener ese impulso. Alex, tú me desordenaste todos mis esquemas. Jamás en la vida me había atraído una mujer de la forma en la que tú lo hiciste desde el primer instante. Eres como un imán para mí. Pero en aquél momento me dije a mí misma que eso estaba mal. ¿Sabes? Cuando creces en un ambiente tan cerrado y homofóbico como el de mi pueblo, cuando tienes una familia con mentes cuadradas, es muy difícil salirse. Cuesta demasiado dejar todo eso atrás y tomar en cuenta lo que uno siente y piensa, al margen del resto. Hasta que te vi a ti allí, nunca me había cuestionado realmente mi sexualidad. Estaba tranquila con mi relación, creyendo que algún día me casaría y tendría hijos con Alan. Nunca me había detenido a pensar seriamente si eso era lo que yo deseaba para el resto de mi vida.

                Quedé atónita. No sabía que responder a semejante confesión.

-Ahora muchas cosas tienen sentido. Como que hayas hecho de todo para hacerte mi amiga, por ejemplo.

-Es que no podía evitarlo. Quería estar cerca de ti, aunque en mi mente la única forma posible era siendo tu amiga. Y, sinceramente, no sé cómo hice para resistir tanto tiempo mis deseos de besarte, Al. No tienes idea de cuánto moría por hacerlo. Tus labios son una tentación permanente.

                Dijo eso acercándose a mí sobre el sillón, para acabar besándome de forma tierna. Le correspondí en medio de una enorme sonrisa. Me sentía el ser humano más feliz del universo en ese preciso instante.

-Cuando te dije que yo no era como tú, sólo estaba asustada. Demasiado asustada. Tenía miedo de eso que estaba creciendo dentro de mí. Sobre todo porque no creí que a ti pudiera pasarte lo mismo, lo cual dejaba toda la cuestión como una simple fantasía, algo efímero. Pero la insinuación de Stella de que a ti también te pasaba algo conmigo fue demasiado. Entré en pánico. De pronto me encontré deseando estar contigo, mientras aún estaba en una relación.

-¿Y ahora? ¿Ya no estás asustada?

-No. Es decir, tengo temor de ciertas cosas, pero ahora sé que te tengo a mi lado, y con eso basta.

                Tomé su mano y deposité un delicado beso en el dorso. Nos quedamos viendo con cara de idiotas. Noté que sus ojos estaban cristalizados por algunas lágrimas que amenazaban con escapar. Abrí mis brazos y le hice gesto de que se acercara. En un segundo la tenía acurrucada contra mi pecho, y así nos quedamos por largos minutos, sin decirnos nada.

-¿Qué te parece si preparamos algo para cenar?- propuse, cortando el clima.

-Me parece que tengo una mejor idea.

-¿Ah sí?

-Sí. Creo que nos merecemos salir a cenar a alguna parte.

-De acuerdo, ¿a McDonald’s?- bromeé.

-¿Qué clase de primera cita sería esa?- rió, apartándose de mis brazos.

-¿Primera cita?

-¡Claro! Aún no hemos tenido nuestra primera cita.- respondió obvia.

-¿Y a dónde piensa llevarme esta bella dama para nuestra primera cita?

-No lo sé, tú date una ducha, cámbiate de ropa y ya veremos. Pero no te pongas demasiado sexy. O, bueno, mejor sí, ponte todo lo sexy que quieras, así todo mundo me envidia por tener una cita con la mujer más sensual que existe.

                Reí por el comentario, volviendo a abrazarla. Yo no me sentía tan atractiva como ella expresaba, aunque sí sabía que podía llegar a ser llamativa. En cambio ella era perfecta. Las facciones delicadas de su rostro, sus hermosas piernas, su cabello, todo. Todo de ella me encantaba.

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora