Capítulo 31

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                Despertarme rodeada del perfume de Piper hubiera sido la gloria, si ese perfume hubiera provenido de su cuerpo y no de mis sábanas. Lo que quedó de domingo lo pasé intentando leer textos del instituto, para avanzar con los temas que veríamos esa semana. Pero fue en vano, no podía quitar a Piper de mi mente. Más de una vez tomé el teléfono para enviarle un mensaje, y ninguna de esas veces concreté mi objetivo. No sabía qué escribir. ¿Qué decirle a la mujer cuyos labios parecían haberse quedado impresos en los míos? ¿Que había sido un error? ¿Que estaba arrepentida? ¿Que quería aclarar las cosas para seguir con nuestra amistad como habíamos hecho hasta el momento? No, claro que no. Eso no era posible. Las cosas no podrían volver a ser normales entre nosotras después de eso.

                Si hubiera tenido que marcar en un calendario los días que llevaba estudiando en el instituto, seguramente lo hubiera hecho con diferentes colores. Mis días con Piper estarían pintados con algún color alegre. Tal vez verde, o amarillo. O azul, como esos ojos que me producían cosquillas en el estómago cada vez que me miraban. Y los días como ese, un horrible lunes sin verla, serían grises. No es que me desagradara ese color, pero seguramente era el símbolo universal de lo triste y sin vida. No fui a clases. Mi primer ausente, y era por causa de ella. En realidad, por no tener el coraje de verla y sentirme rechazada.

                Las cosas no mejoraron por la tarde. Había una tal Piper Thompson en la lista de pacientes de ese día en el consultorio. Jamás había escuchado ese nombre antes de conocer a Chapman, y ahora que no quería pensar en ella, mágicamente aparecía esta señora. Para mi buena suerte, o no tan mala al menos, cuando la vi llegar comprobé que no se parecía absolutamente en nada a mi Pipes. Era una mujer entrada en años, de baja estatura y caderas enormes. Nada que ver con la rubia hermosa y esbelta que compartía su nombre.

                Por la noche no quise volver a casa. Llamé a Daniel, a ver si estaba disponible para cenar con su hermanita que necesitaba un poco de cariño fraternal. Afortunadamente me dijo que sí. Ni siquiera entré a mi departamento para cambiarme la ropa de trabajo por otra más cómoda. El sólo hecho de pasar junto a la puerta de mi habitación me afectaba. Mi hermano me interrogó un poco al verme legar con la cara larga, pero le pedí por favor que no me hiciera preguntas. No estaba de ánimos para contarle nada.

-Oye, ¿tú no fuiste al instituto hoy?

-¿Por qué preguntas?

-Solo curiosidad.

-No, no fui. Creo que el sábado en la noche tomé frío y no me estuve sintiendo muy bien que digamos.- mentí.

-Pero sí fuiste al trabajo…

-Bueno, en la tarde me sentí mejor y ya.

-¿Sabes? Deberías buscar una excusa diferente a la de Piper.

-¿Qué?- pregunté atónita.

-Sí, Piper tampoco fue al instituto hoy, y le dio la misma tonta excusa a Roxie.

-Bueno, puede ser, ¿no? Después de todo salimos juntas el sábado.

-Claro, claro.- asintió con exagerada seriedad.- ¡Por favor! ¡Como si no te conociera!- exclamó finalmente.

-Daniel, no tengo ganas de hablar del tema, ¿sí?

-¡Ves! ¡Yo sabía que algo había sucedido!

-No es nada, en serio.

-Al, tú no faltarías a clases “por nada”.- insistió, haciendo las comillas con sus dedos.

                Lo miré con fastidio unos segundos, hasta que me di parcialmente por vencida ante su mirada acusadora.

-Ok, ok, tuvimos un pequeño problema al volver a casa el sábado.

-¿Pequeño problema? Te recuerdo que fui yo el que tuvo que ir a cerrar la puerta de tu departamento con llave porque ella, supuestamente, no quiso despertarte cuando se fue.

-¿Y qué tiene eso? Estábamos cansadas, es lógico que no haya querido molestarme.

-Yo no lo veo tan lógico, hermanita. Respeto si no quieres contarme, sólo que no entiendo por qué están todo el tiempo yendo y viniendo cuando es evidente lo mucho que se quieren.

-No lo sé, a veces podemos ser muy estúpidas, y hacer o decir cosas de las que no medimos consecuencias.

-Tú siempre has sido un poco así, nena. Pero no dejes que eso arruine tu relación con ella.

-Créeme que no hice nada esta vez. Bueno, sí, hice algo, pero sólo porque ella lo hizo primero.

                Daniel rió por mi explicación tan confusa, y volvió a repetirme que intentara solucionar lo que fuera que hubiera pasado. Lo que él no sabía, y jamás iba a contarle, era que no había forma de que yo solucionara algo que ella había iniciado y de lo que ella misma se había arrepentido después.

                El martes seguí sin ir a clases, y Daniel se encargó de informarme que Piper tampoco lo había hecho. Entré al sistema desde mi computadora para ver si ya habían puesto a disposición las notas de los exámenes de la semana anterior y efectivamente, allí estaban. De las cinco evaluaciones, había obtenido 100% en dos, 95%, 89% y 92% en las otras. Eran calificaciones muy buenas, y me dio un respiro de alegría. Pero no pude evitar volver a la lista y buscar el apellido Chapman, solo para comprobar que también ella había obtenido porcentajes excelentes. Mi bella Pipes era muy inteligente. Me enorgullecí por ella.

                El miércoles la situación fue insostenible. Deseaba volver a clases, porque amaba ir a estudiar a ese lugar, y sentía que tal vez eso me haría mejorar el ánimo. Sin embargo, la persona por la que estaba con el alma en los pies también estaría allí. Era muy contradictorio. Finalmente tomé la decisión de ir. Y, obviamente, como la vida es perra, casi me la llevo por delante en la puerta del edificio. Nos quedamos viendo un minuto que pareció eterno.

-Hola.- dijo nerviosa, con la vista clavada en el suelo.

-Hola.

                El silencio invadió el espacio. Era como si sólo estuviéramos nosotras allí. Como si los demás estudiantes que iban ingresando no existieran. Al notar que yo no decía nada, pero que aún mantenía la vista fija en ella, levantó la cabeza y me miró. Estaba completamente sonrojada. Debo admitirlo, me hizo gracia verla así, pero a decir verdad yo también sentí un ligero calor en el rostro al cruzar nuestras miradas. Bueno, eso de ligero es bastante relativo.

-Y-yo… Yo mejor voy a clases.- balbuceó, y salió disparada hacia el aula.

                De todos los escenarios de reencuentro posibles que mi mente había imaginado, este no aparecía en la lista. Pensé que Piper podría estar enojada, que me ignoraría, que haría como si no hubiera pasado nada, o incluso que hasta podría estar triste. Pero no creí que se sonrojaría al verme. ¿Y yo? Claramente tampoco esperaba sentirme así. Confundida al extremo, y con más ganas de raptarla en algún rincón del instituto para volver a besarla que de ir a la clase. 

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora