Capítulo 1

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Mi primer día en el Instituto de Artes y ya estaba llegando tarde. "Genial Alexandra, todos sabrán desde el inicio lo idiota que eres", pensé. Apresuré el paso, sin llegar a correr. No quería que, además de llegar tarde, mi mal aspecto llamara la atención. Me había costado demasiado tomar la decisión de ir a ese instituto como para estar quedando mal desde el primer minuto.

Llegué por fin y sin aliento a un edificio antiguo pero imponente, de dos plantas y puertas altas. Allí empezaría mi nueva vida, estudiando lo que de verdad amaba. Tres años dando vueltas por aquí y por allá, intentando con tres carreras y dos trabajos diferentes, me habían llevado a descubrir mi verdadera pasión. Amaba el arte en todas sus dimensiones. Mi corazón palpitaba con fuerza, no sólo por casi llegar corriendo, sino por la emoción de estar al fin allí.

-Hoy es el primer día del resto de tu vida, Alex.- murmuré para mí misma antes de ingresar.

Adentro todo tenía el mismo aspecto antiguo pero cuidado que el exterior. Un pequeño hall hacía de oficina para una señora algo mayor, con un extravagante cabello color borgoña recogido y lentes tipo gato casi del mismo color. Me acerqué a preguntarle a dónde se suponía que debíamos ir los ingresantes, y muy amablemente me señaló el camino hasta el auditorio. Una sala enorme y moderna, que contrastaba con todo lo demás que había visto hasta el momento. Tenía butacas tipo cine, orientadas hacia un pequeño escenario ubicado en la pared opuesta a la puerta doble que la mujer me acababa de abrir. Busqué rápido un asiento vacío para no llamar la atención, ya que había alguien preparándose para hablar en el frente.

-¡Hola! - susurró alegre la chica junto a mí.

Apenas le devolví el saludo, sin girarme siquiera a verla. No era buena para socializar con extraños.

-Llegas justo a tiempo, al parecer van a cerrar la puerta en cuento el director comience su discurso.- siguió diciendo.

-Qué alivio... - dije con un suspiro, y entonces sí di vuelta mi rostro para ver quién me hablaba.

Era una chica rubia, con el cabello levemente ondulado. Tenía rasgos muy delicados, y unos ojos azules envidiables que brillaban intensamente. En su expresión podía verse que ella también estaba emocionada por su primer día en el instituto. Por la ropa que traía (vestido color rosa viejo, botas hasta las rodillas y blazer negro) supuse que era una nena de papá, de algún pueblo cercano. Digo, hija de una de esas familias adineradas con miles de hectáreas de campo. Aunque a decir verdad, parecía simpática.

-Soy Piper, un gusto.- se presentó, sin dejar de sonreírme.

-Un gusto Piper, soy Alex.- me presenté también, devolviéndole la sonrisa.

Pero automáticamente me recordé a mí misma que no estaba allí para hacer amigos. ¡Dios, si ni siquiera me caían bien las niñas ricas! Deshice mi sonrisa y volví la vista al frente, disponiéndome a escuchar al director que comenzaba a hablar. A decir verdad, todos a mi alrededor parecían niños ricos.

Pasamos más de una hora allí dentro, escuchando a las autoridades y a algunos profesores dándonos la bienvenida y explicándonos cómo funcionaban las cosas en ese sitio. Cuando acabaron, tuvimos que hacer fila detrás de una cartelera enorme, repleta de fichas con los nombres de las asignaturas que podíamos tomar, para apuntarnos a las que quisiéramos. Era un sistema bastante libre, había cierta cantidad de clases que los ingresantes podíamos elegir, cada una con un puntaje. Teníamos que escogerlas de tal manera que al finalizar el año tuviéramos al menos 50 puntos en nuestro registro. Cuando fue mi turno no sabía realmente qué hacer. Lo había pensado bastante, pero todas las opciones me gustaban. Me decidí a anotarme en todas, aunque era físicamente imposible cursarlas porque algunas tenían horarios superpuestos. El director nos había explicado que en caso de desistir de alguna clase, podríamos darnos de baja sin ningún problema. Preferí ser precavida y no dejar ninguna posibilidad fuera.

Salí del bullicio del auditorio y le pregunté a la secretaria dónde quedaba la cafetería. Me indicó un pasillo a mi derecha y hacia ahí me dirigí. Iba a aprovechar nuestro primer break para comer algo. No había desayunado siquiera esa mañana. El pasillo desembocaba en una sala bien iluminada, con varias mesas y un mostrador al fondo. Había una chica sentada detrás del mismo, hojeando una revista. Me acerqué y leí las opciones. En verdad eran buenas. El lugar estaba acorde a lo que cobraban como cuota mensual. Al final me decidí por algo simple, un café con leche y un croissant. La chica del mostrador me lo preparó en minutos y lo llevó a mi mesa. Iba por la mitad del café cuando una cabellera rubia y un par de ojos azules se interpusieron entre mi vista y la televisión amurada en la pared.

-¡Hola! - dijo con su sonrisita de niña buena, sentándose en la silla vacía frente a mí, con un café en la mano.

-Hola. - respondí seca.

-¿Qué tal va el primer día?

-Tranquilo... - dije sin más detalles.

-Vi que te anotaste a todas las clases, eres audaz, Vause.- dijo con una risita, al tiempo que inclinaba su café para beber un sorbo.

Genial, no quería establecer relación alguna y la chica se empecinaba en sacarme charla.

-No quiero dejar opciones de lado.

-Ya... No eres de hablar mucho, ¿verdad?

-Sólo hablo con quienes me caen bien.- le dediqué una sonrisa falsa.

-Ok, ¿qué tiene que hacer una persona para caerle bien a la malhumorada Alex Vause?

-Primero, no soy malhumorada. Segundo, me cae bien la gente que no intenta desesperadamente caerme bien.

Dije eso último en un tono neutro mientras me levantaba de la silla. Salí de la cafetería sin más, ignorándola completamente. No es que me agradara ser tan borde, pero no era buena relacionándome con la gente. Había pasado mucho tiempo completamente sola, y era extraño y difícil para mí iniciar una conversación con alguien. A pesar de haber hecho terapia durante dos años, y pese a la seguridad de mi psicóloga de que había hecho grandes avances, todavía no era una opción para mí hacer amistades. Prefería quedarme con las únicas dos que me quedaban desde la infancia. Miriam, quien había sido mi vecina cuando éramos pequeñas y aún manteníamos contacto vía skype, por la distancia que ahora nos separaba, y Daniel, mi medio hermano y el chico más bueno que había conocido en la vida. Ellos eran los únicos que tenían acceso a mí. Por lo demás, prefería mantener mi actitud "malhumorada", como había dicho Piper, para evitar los problemas.

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Antes que nada, hola a quien quiera que lea esto. Este es mi primer fanfic, a ver que sale! 😊
En segundo lugar, soy argentina, y en general me molestan los autores argentinos que hacen hablar a sus personaje en neutro, usando el "tú", pero es que de verdad no puedo concebir un fanfic Vauseman escrito como hablamos los argentinos! Jajaja

Dicho esto, si hay alguien del otro lado leyendo, ¡que lo disfrutes!

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora