Capítulo 7

1.6K 133 23
                                    

                Durante los siguientes dos días Piper estuvo cerca de mí casi en todo momento. Se sentaba a mi lado en las clases, me preguntaba cuando no entendía alguna cosa, y compartimos juntas los breaks en la cafetería. Y mi decisión de no averiguar más sobre ella se fue total y completamente al carajo. No era necesario preguntarle nada para que ella me contara. En sólo dos días supe que venía de un pueblo a unos 150 Km. de la ciudad, y que se había mudado con su hermana cuatro años mayor que ella, Roxanne, cuando al fin se decidió por ingresar al instituto. Al igual que yo, estaba iniciando sus estudios un poco tarde, pero al menos no había perdido tantos años, y sus motivos eran muy diferentes. Su familia tenía campo y animales, y durante esos años ella se había dedicado a administrarlos junto a su padre. Pero aunque amaba todo eso, en el fondo siempre supo que no era para ella. Yo me limitaba a asentir y hacer algún que otro comentario mientras ella me contaba sobre su vida, tratando de no decir mucho sobre mí.

-Cuéntame algo sobre ti, Al. – me dijo de pronto frenando su parloteo durante el break del viernes.

-No hay mucho que contar. Soy una estudiante atrasada, muy atrasada, pero al fin y al cabo aquí estoy.

-Eso no es relevante, aún tienes toda la vida por delante. No es como si tuvieras cincuenta o algo así. Es decir, sé que puede sentirse raro ser mayor que nuestros compañeros, pero hay muchos otros como nosotras. Digamos que esta carrera no suele ser de las primeras que a uno se le vienen a la mente, porque la mayoría de la gente lo ve como algo sin sentido, que no va a llevarte a nada.

-Justo eso pensaba yo antes de tomar la decisión.

-¿Y ahora piensas lo mismo?

-No, no, ahora estoy convencida de que uno tiene que hacer lo que realmente ama.- respondí provocándole una gran sonrisa.

-¿Sabes quién más tiene tu edad, Alex? – preguntó, cambiando su expresión inocente en una pícara.

-¿Quién?

-Ben.

-Ah. – respondí seca.

-¡Al! ¿No te parece un chico muy lindo?

-¿Ben?

-¿Y de quién más estamos hablando?

-Bueno, es que en verdad no le presté demasiada atención.

-Deberías. Es muy lindo, y está completamente embobado contigo.

-Ya, para con eso Piper, no estoy buscando nada ahora.

-Está bien, está bien. Sólo tenlo en cuenta, por si las dudas.

                Me limité a rodar mis ojos y terminarme el café. Sí había visto a Ben. Era atractivo físicamente, no iba a negarlo. Pero no era mi tipo. En realidad ni siquiera tenía un tipo. Pero no me interesaba ninguna forma de relación amorosa en ese momento. Ya demasiado con estar dándole espacio a Piper para conocerme.

-Y dime, ¿de dónde eres? – preguntó, cambiando de tema.

-De aquí. Bueno, me crié en las afueras, y mi mamá sigue viviendo allí.

-¡Qué lindo! Seguro la vida en las afueras se parece mucho a la vida en un pueblo.

-Supongo, sí.

-¿Y qué hay de tu padre?

                Oh, no. No, Piper no podía estar preguntándome eso. ¿De verdad? ¿Tenía que hacerlo?

-Él… murió. – dije en un susurro, sin poder esconder mi tristeza. Habían pasado años, sí, pero todavía no podía hablar de él sin sentir ganas de llorar.

-¡Oh, Alex, lo siento mucho! – se lamentó, poniendo su mano sobre la mía que descansaba arriba de la mesa, y dándole un apretón afectuoso.

-Ya, no es nada.

-Sí, sí lo es. Se te transformó la cara Al. Perdón por ser tan metiche.

                Le sonreí apenas para que se quedara tranquila. No tenía la culpa, ella no podría haber sabido que su pregunta iba a afectarme. Pero no quise seguir con la conversación, ya demasiado le había dicho. Gracias al cielo ya era hora de la siguiente clase, así que nos levantamos de nuestra mesa y volvimos al salón, sentándonos otra vez una junto a la otra. Se sentía extrañamente agradable tener a alguien en el instituto con quien conversar, o simplemente pasar las clases.

                Al terminar la jornada me quedé unos minutos conversando con Piper en la puerta antes de despedirnos, y decidimos vernos al día siguiente para continuar con la tarea que nos había quedado pendiente. Sería otra vez en mi casa, ya que ella recién iba a mudarse esa misma tarde al departamento nuevo. Quedamos en vernos después del almuerzo.

                Mi jornada laboral de ese día fue particularmente agitada, pero yo estaba de buen humor. Había pasado una buena semana después de todo, y tenía dos días libres por delante. Bueno, ni tanto, porque tenía que hacer cosas para el instituto. Pero no me molestaba en absoluto. Por la noche invité a Daniel a cenar a casa, y cociné para los dos. A él le gustaba mucho mi comida, y le debía un favor por lo del auto. Gracias al cielo no me lo recordó en ningún momento, y no volvió con sus chistecitos sobre salir del clóset.

                Años antes, cuando tenía apenas 18, había salido unos meses con una chica. No llegamos a ser novias de manera oficial, sólo nos veíamos de vez en cuando. Fue extraño y hermoso a partes iguales. No era la primera vez que me sentía atraída por una mujer, pero sí la primera que me animaba a ir más allá. Quise mantenerlo en secreto, porque no sabía cómo podían tomárselo mi familia y mis amistades de ese entonces. Pero para mi desgracia, la mujer de la que pensé que estaba enamorándome resultó ser una perra, y le envió fotos de nosotras al teléfono de mi madre. Nunca voy a olvidar el escándalo que armó en cuanto lo supo. Lloró días enteros, diciendo que su hija no podía ser una lesbiana. Llamó a mi papá, y ella sólo lo hacía en casos extremos. Pero para aumentar más su rabia, mi padre le dijo que tal vez fuera sólo una etapa, aunque él iba a amarme y aceptarme de cualquier manera. Me sentí realmente feliz sabiendo eso, y lo amé todavía más si es que era posible. Pero lamentablemente yo vivía con mi mamá, y era con ella con quien tenía que lidiar día tras día. Así que después de terminar con Candace, tuve que rogarle a mi madre que me perdonara, y asegurarle que sólo había sido confusión. Aunque después de un tiempo, viéndolo en perspectiva, yo también creí que había sido mera confusión.

                Después de ese episodio un poco traumático para mí, por la forma en que mi madre me trató, no sentía deseos de comprometerme en una relación. Tal vez ella no fue consciente del daño que me habían hecho sus palabras, pero después de eso, cada vez que me fijaba en alguien, tenía miedo de que ella no lo aceptara. Entonces desistía incluso antes de intentarlo. Salí con algún que otro chico, pero con ninguno llegué a anda serio. No lo veía como una prioridad para mi vida. A veces realmente me alegraba estar soltera. Pero tampoco me terminaba de convencer la idea de pasar así, sola, el resto de mi vida. 

El resto de mi vida [Vauseman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora