lunes, 2 de mayo. 2016

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Había pasado más de una semana y Joshua no había hecho ningún movimiento. No había tenido tiempo ni determinación para hacerlo. Había estado muy ocupado entre las dos carreras de la universidad, en las que estaba ya en temporada de exámenes, y recuperar su amistad con Troy. Había  podido notar el otro día cuán distanciados estaban.

También tenía miedo. Es decir que Hypatia hubiera quedado con un chico tampoco le aseguraba que estuviera realmente libre de acercarse Mina. Sería mejor esperar, al menos, hasta el verano. Total, tan solo quedaba un mes.

Hypatia había tenido suerte con el chico. Era más perfecto aún que Joshua. Era más guapo, más agradable y, lo mejor, él sí le quería. Aunque, por si acaso, no había querido presentárselo a Mina. Más vale prevenir que curar.

Por fin llegamos con uno de los protagonistas de esta exasperante y enrevesada historia. Tae. Estaba de camino al hospital, de nuevo. Otra de las típicas sobredosis por parte de uno de sus dos progenitores. Nunca los veía a pesar de que debía ir al hospital para encargarse del papeleo y ver si tenía ganas de salvarlos de la cárcel o no. Pero, ese día, no llegó al hospital.

Al pasar por una calle algo más estrecha y solitaria, también conocida como el atajo que trae mala suerte, apareció un hombre vestido con una bomber de color granate, una camiseta gris suelta y unos pantalones que debían venirle enormes. Sus zapatillas estaban pordioseras y medio rotas. No daba buena espina pero Tae lo ignoró, o trató, siguiendo su camino. El hombre le paró de golpe.

         — ¿Tratas de hacer como si nada?

Lo ignoró e hizo un movimiento brusco de brazo para esquivarlo. Sin embargo, el hombre le volvió a agarrar, más agresivamente.

           — No me ignores. Tus padres se han metido en un buen lío, niño pijo.

           — Perdone pero no sé de qué habla.

Volvió a soltarse y trató de caminar de nuevo. Ésta vez, el hombre, cabreado, lo agarró con fuerza de la chaqueta y lo estampó con fuerza contra la pared de la, ahora, siniestra calle.

            — Escucha niñato, tus padres se han metido en problemas. Esos problemas también te afectan a ti, ¿sabes? Si ellos no nos devuelven la puta droga caerán sobre ti las consecuencias. Dinero o droga, una de dos tendrás que entregárnoslo. Tienen dos putas semanas, ¿me oyes? Si no cumplen con su palabra iremos a por ti.

Tae le escupió en la cara empujándolo. Después le tomó del brazo mientras colocaba el pie detrás de él y lo empujó haciéndolo caer.
Se subió sobre él a horcajadas y sujetó sus brazos con una mano mientras con la otra le tomaba del cuello.

          — Escucha tú, maldita rata. Lo que pase con mis padres me importa una puta y jodida mierda. Así que no me metáis en sus asuntos y arregladlo entre los "adultos". Podéis matarlos si os da la puta gana, a mí me la sopla.

Para finalizar con fuerza su discurso tomó del cabello al gilipollas que le había molestado y lo golpeó con fuerza contra el suelo. Rápidamente se levantó y se marchó. A la mierda el papeleo, que se las arreglaran solos sus padres.

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