sábado, 17 de octubre. 2015

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Tae había tenido una razón para reaccionar así. Al menos para él estaba justificada su reacción.
Nunca le habían plantado cara a su frialdad. Siempre pensaban que era asocial, lo asumían y lo ignoraban. Por eso, nunca profundizó su relación de amistad con nadie, nadie lo había intentado.
Esa fue la razón por la que no supo cómo reaccionar y solo se dejó llevar. Lo malo era que había mostrado una emoción y eso le traería problemas y lo sabía. Y ahora, se haría incómodo para él tener que ir a casa de la niña quejica para hacer un trabajo que ni siquiera le importaba.

Había tratado de poner excusas pero poner excusas para evitar quedar también era una manera de mostrar interés por algo así que terminó por rendirse fingiendo indiferencia.

Mina no estaba nerviosa pero sí algo emocionada. Es decir, por primera vez vería fuera del instituto al ratito antisocial que tenía por compañero. Intentaría ver si conseguía volver a sacarle más de dos palabras seguidas. Aunque lo dudaba. Seguramente fue un caso excepcional. Como él.

Ding, dong. Incluso su manera de llamar al timbre era seca. ¿Su comida sería tan insípida como él?
Se acercó a la puerta con pasos lentos y tranquilos. Si Tae no tenía interés, ¿por qué debería tenerlo Mina?

— Hola —saludó insegura. Lo veía capaz de no contestarle.
Y acertó. Tae solo pasó de largo sin contestarle. Al menos hizo un movimiento de cabeza.

Ella lo siguió dudando de si había sido buena idea hacer el trabajo en su casa. Quizá habría sido mejor en una biblioteca donde la falta de conversación estaría justificada.

Se sentaron uno enfrente del otro en la mesa de color color caoba de la chica de cabellos negros.
Ella estaba incómoda.
Él estaba tenso.

— Yo había pensado en que primero hiciéramos la portada y el trabajo en el ordenador y luego pasarlo a papel. Aunque, claro, imprimiríamos la portada.

Solo asintió. Mina hizo una línea imaginaria. Haría cinco. En la quinta le volvería a reclamar.
Ella, bajo la atenta mirada del chico sin palabras, abrió Google Chrome y buscó alguna imagen que pudiera servir para hacer la portada del trabajo.
Como Tae no decían nada sobre las portadas que aparecían en la pantalla, ella decidió volverle a preguntar.

      — ¿Qué te parece esta?

Era horrible. Muy fea. Ni siquiera tenía calidad. El HD parecía no haberse ni inventado aún. Mina casi rezó por poder escuchar alguna queja por parte del chico.

      — Se parece a ti.

Silencio.

Él no tenía nada más que decir.
Ella estaba confundida. ¿Cómo se supone que debía reaccionar o contestar a eso? ¿Le había llamado fea y sin calidad? ¿O qué?
¿Acaso le odiaba o algo por el estilo? Prefirió no preocuparse por eso. Lo ignoró y siguió buscando.

Tae se quedó un poco descontento. Quería provocarla, discutir un poco. Reconocía que le había divertido verla exasperarse con él así. Se había puedo rosita y parecía una ardillita enfadada.
Pero no fue así. Así que decidió que lo intentaría mejor.

Ella volvió a señalar una foto que podría servir de portada. Esta vez era bonita y ella no soltó ni una sola palabra. Solo la señaló con el ratón del ordenador.
Tae frunció el ceño. ¿Por qué no hablaba? No estaba acostumbrado a verla desganada. Normalmente era todo lo contrario. Pero, como ambos se parecían, siempre recurrían a lo mismo, y lo ignoró.

     — Sí.

Ella rodó los ojos y la copió para pegarla en el Word. Después de hacer algunos cambios y añadir un título, estaba listo. Tenían una portada. Solo quedaba todo el resto del trabajo.

Se hizo la hora de la cena y aún no llevaban ni medio. Era normal. Ninguno había dicho más de cinco palabras cada uno en su propia batalla de orgullo. Pero ya era tarde y hasta la madre de Mina había llegado ya a casa.

La chica tuvo que rendirse y decir una frase completa o explotaría.

    — Vaya, es tarde. ¿Lo dejamos para otro día?

El chico frunció el ceño.  ¿Le estaban echando? ¿Así de simple? Negó.

   — Hoy.

Mina siseó.

    — Pero es tarde, Tae. Tienes que irte.

Él volvió a negar.

     — Puedo quedarme.

Parecían dos trogloditas.

      — Ya, pero mañana hay instituto.

      — No me iré hasta que terminemos.


Ella se había olvidado de que era sábado, y al día siguiente no había instituto.
Él estaba disfrutando de estar con alguien que no se había rendido tan rápido con él aunque estuviera tratando de echarle.

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