martes, 1 de marzo. 2016

4 2 0
                                    




Mina andaba cabizbaja tan rápido como podía. Últimamente se sentía más débil y paranoica que nunca. Haberse desmayado por la falta de
sueño le ayudó a recuperar esas horas perdidas, sin embargo, no había recuperado su sueño normal.
Las pesadillas seguían ahí. No había querido aumentar las horas de gimnasio a pesar de ello. No quería matarse. Al menos no así.

Estaba a punto de girar la calle cuando alguien tiró de su brazo estampándola contra la pared. Poseída por el pánico, recordó el boxeo que había estado practicando y asestó su mejor golpe en la mandíbula de su atacante.
Pudo sentir cómo toda la furia y el miedo que había estado conteniendo salía a través de la fuerza del impacto de su puño contra la mandíbula del chico. Descargó de tal manera su rabia que su respiración se agitó. Su atacante perdió su equilibrio casi cayendo hacia atrás lo que permitió a Mina ver mejor de quién se trataba. Tae.

¡Oh, santa mierda! ¡Acababa de golpear a Tae! Rápidamente se acercó al chico tomando su cabeza entre sus manos tratando de examinar su mandíbula. Saldría un buen moratón. Se le cristalizaron los ojos.

       — Joder, Tae. Lo siento muchísimo, de verdad. Pensaba que sería alguien como el violador y entré en pánico —comenzaba a tener miedo. ¡No quería estar en peores términos con él! —. Jamás te golpearía sin razón. Lo siento, por favor —casi suplicó.

El chico sonrió ladinamente colocando sus manos sobre las de la chica tratando de calmarla.

       — Eh, enana —llamó tratando de consolarla —, pequeña gruñona —volvió a intentar —, no pasa nada. Estoy aquí. Nadie volverá a tocarte. Me alegro de haber comprobado que podrías defenderte.
»Tenemos que hablar.

Mina, sintiéndose culpable al ver cómo su piel comenzaba a tomar un color cada vez más rojizo accedió.

        — Me he enterado de que te desmayaste y estuviste en el hospital. Al parecer, te matas a hacer ejercicio y luego no duermes.

          — Hago ejercicio para dormir mejor.

          — Pero, ¿por qué? ¿Qué no te deja dormir? Por favor, confía en mí. Seamos amigos de nuevo.

La peruana asintió. Ya no servía de nada estar enfadada. Además, necesitaba a Tae. Lo necesitaba tanto.

        — Hago cinco horas de boxeo al día para poder dormir mejor. Me cuesta mucho y tengo pesadillas. Últimamente han sido peores, más fuertes y más frecuentes.

Tampoco pensaba darle detalles. Su personalidad cerrada seguía ahí, fuera Tae o el mismísimo Papa.

         — ¿Pesadillas? —preguntó el chico frunciendo el ceño —. ¿Sobre qué?

La chica desvío la vista. Sería mejor que se alejara un poco de él. Físicamente hablando claro. Aún tenía las manos sobre sus mejillas. Las apartó dando dos pasos hacia atrás. Quizá sería mejor ir al instituto y dejar la charla para más tarde. Era bastante voluble, a decir verdad.

         — Mina, tienes que confiar en mí. Si no, no llegaremos a nada. Por favor...

Tae tuvo que morderse los labios. Reconocía que le había decepcionado un poco el verla apartarse pero, definitivamente, era lo mejor, puesto que casi se le escapaba llamarla "Amor". Nunca había usado apelativos cariñosos por eso le sorprendió tanto que le fuera a salir de manera tan natural decir algo tan cursi que, definitivamente, en un pasado había detestado. Le habría dado nauseas.

La chica negó echándose atrás. No era tan fácil. La historia era larga y, definitivamente muy dura de contar para ella. No estaba preparada para abrirse de esa manera con nadie.

       — No puedo. Por favor, dame tiempo.

Él suspiró. Tenía que controlarse. Comprendía sus sentimientos en cierto modo. Era complicado abrirse. Pero el quería ayudarla, necesitaba saber qué le ocurría.

        — Está bien. Será mejor que vayamos al instituto...

Por fin, después de casi tres meses, volvían a ser amigos. Llegaban al instituto juntos ante la mirada orgullosa de Hypatia que se encontraba al lado de un muy sexy Joshua.

Ese día el chico había decidido ir a llevarla al instituto y luego recogerla. Le pediría salir. Era necesario para olvidarse de Mina. Estaba claro que no le correspondería y, sinceramente, saber que había estado en el hospital le había preocupado más de lo que debería. Necesitaba alejarse. Pobre Hypatia.

        — ¡Hola, chicos! —saludó emocionada la griega —. ¿Volvéis a ser amigos?

       — Eso parece —soltó Mina casi en un suspiro.
Lo cierto es que la palabra "amistad" últimamente le sonaba amarga. Tan superficial en cierto modo. Tan dolorosa en su caso. ¿Por qué debía haber tantas barreras y problemas en todas partes? ¿Acaso los humanos no eran capaces de haber bien ni siquiera algo tan puro como el amor? No, definitivamente no lo eran.
Los humanos solo sabían destruir. Siempre lo habían hecho. Eran expertos en la tortura, profesionales arrebatando las vidas.

Apart.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora