miércoles, 9 de diciembre. 2015

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Habían pasado tres días.
Tres días en los que casi no había estado presente. Solo podía pensar en su madre.
Tres días en los que los médicos habían hecho pruebas y pruebas sin llegar a ninguna conclusión.
Tres días en los que más células seguían muriéndose en el corazón de su madre.
Tres días en los que Mina se sentía cada vez más hundida y llorar se había vuelto una rutina.
Tres días en los que, Tae, había tenido que soportar también ver a Mina destruida.
Hasta él lo estaba pasando mal en esa situación.

— Mina, ¿seguro que no quieres venir?

Hypatia estaba preocupada. El lunes Mina ni había asistido a clases y tampoco había respondido a sus mensajes. Por eso, cuando apareció el martes, toda demacrada no se atrevió a acribillarle a preguntas como quería. Decidió esperarse a que ella lo soltara pero no pronunció palabra sobre ello.
Fingía sonrisas y hablaba tan normal como podía pero Hypatia podía notarlo. También podía notar la mirada que mantenía Tae sobre ella. Se le notaba preocupado y que sabía qué había ocurrido pero ninguno le dijo nada. Se sentía un tanto excluida. Por eso quiso ir solo con Mina, hablar con ella y subirle el ánimo sin un chico callado que observara como un acosador a su amiga.

           —  Tengo que ir a casa.

           — Oh, vamos. Ir a casa no es una excusa, ¿es que no quieres verme?

Mina hizo una mueca. No quería ser mala amiga. Se estaba pasando de dramática. Tenía que volver a la normalidad. No todo tenía por qué acabar mal. No hacía falta que además de su madre perdiera sus amistades.

           — Está bien. ¿Tae vendrá?

            — No, quería que fuéramos solo chicas —se excusó la griega algo incómoda.

Tae desvió la vista del suelo entonces, sospechoso. Era raro que lo excluyeran, de normal era Hypatia la que trataba de incluirlo en los planes debido a la típica tensión que había entre Mina y él.
No quería dejar a Mina sola realmente. Tenía miedo de que se rompiera o hiciera alguna tontería. No creía que fuera una irresponsable pero comprendía lo que esos sentimientos te hacían querer hacer.  Se mantendría con el móvil a mano.

       — Está bien, supongo —aceptó dibujando una sonrisa temblorosa —.  Nos vemos.

       — Adiós —se acercó un poco a Mina al pasar susurrando —. Si pasa lo que sea avísame.

La chica asintió y el chico las adelantó desapareciendo en la esquina de una calle. 
Hypatia sospechaba aún más. Ni siquiera se trataban como amigos, ¿y de repente tenían secretitos?

— Okay, ya puedes ir diciéndome. Te conozco, Mina. No estás bien y quiero saber qué es lo que te ocurre porque quiero ayudarte, quiero hacerte sonreír y estar a tu lado porque soy tu amiga. Se supone que las amigas confían en las otras.

Mina apartó un mechón de su pelo mientras miraba el suelo. Sabía que Hypatia tenía razón. Se había comportado de una manera que, con la gente que le importaba, debería evitar pero, ella era así; prefería guardar sus problemas para ella misma. Se sentía como una niña pequeña caprichosa e inmadura cuando los contaba, no conseguía explicarse. Se sentía como una estúpida.

— Mi madre está en el hospital. Los médicos no saben qué le ocurre. Las células de su corazón están muriéndose.
»Tengo miedo. No puedo perder a nadie más. Cuando era pequeña mi padre ya nos dejó y no estoy preparada para estar sola —admitió tratando de ser breve.

La chica de las trenzas asintió asimilando las palabras de su amiga. Al parecer el problema era más grave de lo que pensaba. Le molestaba que no hubiera confiado en ella pero sí en Tae.

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