martes, 19 de enero. 2017

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— ¿Qué dices? ¿Vamos? —preguntó ella con una sonrisa.
Normalmente no podía disfrutar mucho tiempo con el chico del abrigo azul pero ese día estaban de suerte. O eso pensaba.

Él dudo. Quería. Por supuesto que lo hacía. Pero también dolía. Jodidamente le mataba por dentro. Tener que estar a su lado, guardando las putas distancias sin poder tocarla ni si quiera. Ni una mirada que fuera más allá. Todo para al menos poder recibir un poco de su amistad. Porque, si ella no le quería, ¿de qué coño serviría decir nada? Solo los apartaría... La alejaría de su lado. Prefería sufrir teniéndola.
Dibujó una sonrisa leve en sus labios agrietados por el frío.

— Lo siento. Otro día.

Odiaba ser tan frío con la única persona que calentaba su corazón. Pero no podía acercarse más, porque si juegas con fuego te quemas y él ya estaba bastante chamuscado.

— Oh, está bien —juntó sus pies meciéndose ligeramente mientras agachaba la mirada.
Su flequillo cayó tapándole la cara y él tuvo la tentación de recogerlo.

La chica alzó la cabeza con una leve sonrisa, escondiendo su desilusión. Era toda una experta en ello ya.

— Llamaré a Joshua a ver si puede para no desperdiciar las entradas. ¡Nos vemos, estúpido!

Él no respondió. Sus puños estaban tensos, al igual que su mandíbula mientras trataba de controlar su expresión.
Odiaba a Joshua. Quizá no le odiara con el sentido estricto de la palabra pero sí le bullía la sangre pensar en él.

El chico americano, con raíces coreanas, estaba enamorado de Mina de una manera muy evidente. Lo peor, era que ella últimamente parecía comenzar a corresponder sus sentimientos.
Eso le estaba destruyendo, pero era lo mejor.






Dos personas con personalidades tan frías y cerradas no podían tenerlo tan fácil.

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