jueves, 31 de diciembre. 2015

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Era el día en el que terminaba el año. Había sido un año de cambios tanto para Mina como para Tae.

Para cada uno eran importantes a su manera.

El cambio de Mina resultaba obvio para aquellos que sabían lo que había ocurrido. Había perdido a su madre y estaba aprendiendo vivir sola.

El de Tae resulta menos notorio, de hecho, nadie lo habría podido ver. Estaba aprendiendo lo que era la amistad, a relacionarse y preocuparse por las personas.

Y, lo que le estaba resultando más complicado, aceptando y sintiendo estos sentimientos amorosos o románticos por alguien. Lidiar con las ganas de hablarle, de verle de tocarle... Ansiar sacarle una sonrisa y protegerla. Sin lugar a dudas, dentro de estos sentimientos, lo peor para él, habían sido los celos. Esperaba no tener que sentirlos mucho más o terminaría por volverse loco.

Gracias a estos cambios estaban comenzando a madurar pero eso no significaba que no fueran adolescentes. Y, siendo más específico, adolescentes con problemas. Uno de los problemas que trae esta adolescencia es que, como solución a sus problemas, lo que hacen es meterse en más problemas yendo de fiesta o a beber.

Eso mismo ocurrió el 31 de diciembre a Mina y a Tae.


Mina estaba dormida en el sofá cuando sonó el teléfono fijo de su casa. Recordó que se había quedado dormida viendo uno de estos programas sobre crímenes que echan a las tantas de la noche por la tele.

Gruñendo algunas palabras incomprensibles para el ser humano, (y digo el ser humano porque quizá el grinch la habría podido entender), lanzó su manta al suelo de una patada y tomó el teléfono de la mesa que había junto al sofá.


— ¿Qué? —espetó cabreada con el aparato por ser tan ruidoso e insistente.

— ¡MINA! Soy Hypatia. ¿Quieres que salgamos de fiesta hoy? ¡Es noche vieja!


Mina se lo pensó un poco. Realmente no le apetecía nada. Aunque, quizá se debiera a que terminaba de levantarse. De igual modo. Salían de fiesta demasiado a menudo. ¿No se suponía que debía ser responsable y ahorrar?

Suspiró.


— Lo siento pero no me apetece. Prueba con Tae y los chicos.


Se escuchó, si es que se puede escuchar, el silencio en el otro lado de la línea. Supuso que Hypatia no estaría contenta. En realidad, tenía razón. Debería buscarse un amiga menos sosa.


— Bueno... Vale. ¡Te quiero, amargada mía! —gritó al final antes de colgar.


Mina soltó una maldición. Le había destrozado el tímpano, literal.

Sería buena idea darse una ducha para despejarse. Era algo que siempre le funcionaba. Perdida en sus pensamientos preparó el baño antes de desnudarse para meterse en la ducha.

Normalmente la gente en la ducha piensa, canto o incluso baila. Bueno, todos sabíamos que Mina no era normal. Mina lo que hacía era practicar expresiones faciales. Puede parecer una tontería pero para ella era realmente práctico. La gente no podría adivinar ni de lejos la de veces que Mina había fingido a la perfección una emoción o reacción. Podría parecer que era para aprovecharse de la gente pero todo lo contrario. Mina lo utilizaba como defensa. Muchas veces tenía bajones y debía seguir fingiendo que estaba bien. No saben lo duro que es sonreír cuando lo que tu cuerpo te pide es llorar. Te hace sentir roto por dentro. Y así se sentía ella. Rota.


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