Capítulo 125: Indicios

401 36 12
                                    


ABRAHAM

— ¿¡Ya saliste, Abraham!? —oí su voz desde fuera.

— ¡Sí, ya! —exclamé, cerrando el grifo del agua.

Fragüe mi cabello con una toalla y salí de la ducha enrollándola en mis caderas. Me escurrí las gotas restantes del cabello y abrí la puerta para salir. Ahí estaba ella, sentada junto a una mesa, concentrada en sus apuntes. Se ve increíblemente hermosa con sus gafas las cuales la hacen ver muy intelectual, me quedé mirándola en su concentración. Observo sus gestos, sus muecas, oigo sus murmullos al leer. Podría quedarme horas embobado, sólo mirándola.

Alzó su vista y me dedicó una sonrisa, podría jurar que sus ojos se iluminan cada vez que me ve. O quizás es sólo cosa mía.

Me acerqué a ella, le besé delicadamente los labios y quise reír cuando oí un resoplido de frustración de su parte al momento de separarme. Le besé seguidamente la parte superior de su cabeza y me dirigí a la cocina en busca de algo que comer, tomé una banana y la botella de miel de la nevera cuando no encontré nada que se me apeteciera de verdad. Estoy poniéndolas en un recipiente cuando de repente siento unos finos brazos abrazar mi cintura con cautela.

Sonreí.

— No se puede estudiar ni mucho menos concentrarse cuando te paseas así por la casa. —masculló, posando su barbilla en mi hombro.

— ¿Te desconcentro? —dije, volteándome a ella—. Pues.. lo siento mucho.. —metí sigilosamente mis manos por debajo de su blusa, sintiendo la calidez de su piel— ¿Hay algo que pueda hacer para recompensarte?

Su mirada recorrió el trayecto de una gota por la piel de mi torso. Devolvió su atención a mi rostro, mordiéndose el labio inferior.

— ¿Qué?... —medio reí.

— Es que eres tan jodidamente sexy que por tu culpa reprobaré mi final... —dijo, pasando su dedo indicie por mi pecho.

Solté una carcajada.

— Tú eres la débil...

— Pensándolo bien, tengo todo un mes para prepararlo.. —declaró.

Posó sus brazos en mis hombros, envolviendo mi cuello. Enganché una de sus piernas en mi cadera, cargándola sobre el mesón para yo interceptarme entre sus muslos. Me besó el cuello, haciéndome cerrar los ojos ante el tacto de sus labios.

— Mmh.. ¿Usaste mi jabón? —murmuró sobre la piel de mi cuello.

— El mío se acabó.. —me excusé.

— Eres un desastre.. —soltó una risa.

— ¿Un maravilloso desastre? —alcé una ceja.

Sus ojos, los cuales se encontraban anteriormente en mi boca, se dirigieron a mis ojos. Sonrió, ella sonríe de una forma en la que sus labios sutilmente gruesos y delicados sobresalen haciendo que mis ganas de besarla aumenten, si es que aún pueden hacerlo.

—  Lo leíste, ¿cierto?

— No, lo quemé. —sonrió.

Cerré la boca antes de protestar y me quedé mirándola con el ceño fruncido. Una carcajada brotó de su interior cuando no dije nada, al instante se abalanzó a abrazarme mientras chillaba risueña.

— ¡No, bonito! —exclamó—. ¡Claro que lo leí! ¿Cómo no iba a hacerlo? —sonrió enormemente.

— ¿Sí?.. —ladeé la cabeza.

— Claro que sí, mi amor. —pegó su frente a la mía—. Fue uno de los mejores que he leído, sólo porque vino de ti.

— ¿Eso significa que el libro era muy malo?

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora