Capítulo 59: ¿Qué saben de ellos?

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59.

Claro que lloré porque iba a irme, nunca puede faltar un llanto lamentoso de mi parte. Sus amigos se habían ido hace ya, dos horas, yo tenía que irme a preparar mi maleta.

Claro que no me fui. No sólo no me fui, sino que después de hacer el amor, la llamé a mi tía y le dije que me quedaba a dormir en lo de Abraham. No podía ser mejor que eso, yo no podía estar más feliz (porque habíamos vuelto a hacer el amor) pero también estaba triste y despojada de mi misma en esa noche, en esa cama, en esa situación, con esa persona. Más tarde me instó a que lo ayude a escribir una nota que tenía que hacer para una prueba de aceptación en la universidad, mientras él cocinaba algo. Iba a comenzar a estudiar comunicaciones, me gustaba eso. Iba a ser Abraham, licenciado en comunicación periodística. Yo revisaba su nota mientras le decía "No quiero que empieces a descuidar la universidad sólo porque yo esté lejos" y lo regañaba por no tirar el preservativo usado a la papelera, me contestó que no lo iba a tirar, que lo iba a guardar cómo "recuerdo intacto de una despedida fogosa", me gustó la idea. Cuando terminé comimos en la cama mientras mirábamos televisión.

Estaba ya entredormida cuando las manos de Abraham me despertaron acariciándome todo el cuerpo. Otra vez. Era la gloria para mi, nunca me había sentido tan bien en diecisiete años. Aquello era la vida ideal, como en algún momento lo había soñado, excepción: Al día siguiente tenía que irme y no volvería a verlo en un mes, y lo que hoy compartía conmigo era eso, solamente ese instante. O por lo menos ese era el pensamiento que me hizo ruido en la cabeza todo el día siguiente.

Cuando nos levantamos por la mañana, se escuchaba Bruno cantando "Grenade". Me despertó envuelto en una toalla, mientras me acariciaba el pelo:

-Vamos, levantate, es hora. ¿Qué quieres desayunar? ¿Té o café? ¿Galletitas dulces o tostadas?

Era el cielo, estaba en el cielo. Era todo lo que había disfrutado éste ultimo año. Era más que cualquier cosa que me hubiera podido imaginar. Era Abraham haciéndome un desayuno, era yo despertándome en su cama, durmiendo abrazada a él, entre sus sábanas, con la mismísima persona a la que le había entregado mi virginidad, con quien había dejado de ser una nena. Allí ahora yacía una mujer que se sentía amada. Allí estaba yo, reina del universo.

Después de desayunar un té con dos galletitas de chocolate entre abrazos y besos me acompañó a casa, ahora si... Comenzaba la pesadilla. Entramos a mi cuarto y lo senté en la cama, lo besé, lloré, llorando lo besé, besándolo lloré.
Le susurré que lo amaba, que iba a necesitarlo. Me ayudó a hacer la maleta, mientras jugueteaba con mi ropa interior, si, definitivamente iba a extrañar a éste chico. El día transcurrió mal, penoso e interminable, no quería que terminase. Eran aproximadamente las siete menos cuarto de la tarde y con los chicos habíamos quedado en ir a comer a un restaurante del centro... ¡Mentira! Nos habíamos instalado en el McDonald's más cercano cosa que me dio risa, ellos podían tener toda la intensión de despedirse y de hacer de esto un poco más fácil con sus tonterías, pero nunca iban a dejar de ser unos tacaños. Llegamos y por mi parte me pedí un sándwich de pollo con lechuga y mayonesa, bueno, y agua mineral. Y el resto de las morsas, la vida misma. Cuando llegaron los pedidos se nos unió Adrián, por lo que me enteré Tony lo había llamado. Comimos, yo comí la mitad de mi sándwich lo demás se lo di a Abraham, lo que sí, exigí helado. Los chicos fueron por el postre dejándonos junto con Cris, en una de las mesas.

-Y, ¿hubo despedida? -interrogó Cris, alzando una ceja.

Yo, mordí mi labio cerrando los ojos con fuerza.

Si supiera...

Tomé su mano y la apreté con fuerza, era una táctica que teníamos desde niñas. Así, una podía entender lo que la otra quería decir.

LOUDER | RMWhere stories live. Discover now