Capítulo 01: Hallucinations

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— A las dos, me dormí a los dos. -me repetí a mí misma, mientras tomaba mi libreta.

Miré mis pantuflas, entonces consideré en que mi abuela tenía razón cuando decía que debía lavarlas.

Busqué los zapatos del uniforme debajo de mi cuaderno de apuntes de Análisis Bíblico... ¿Por qué iban a estar ahí?

— ¡Abuela!, ¿has visto mis mocasines? -grité por el pasillo.

— ¡Detrás de la cómoda! -contestó.

— ¡No están!

Tomé un bolígrafo del escritorio y anoté el horario en que me había dormido y en que había despertado. Siempre tengo que escribirlo en mi libreta, sino, no es un buen día. Guardé el libro que estaba leyendo la noche anterior en mi mochila. Mi intención es leerlo cuando me aburra en Biología.

Fijé mi vista en el reloj, entonces recordé que estaba retardado quince minutos lo que hace entrever que estoy a diez minutos a que cierren las puertas de la escuela. Corrí por el pasillo y casi grito cuando le pisé la cola a Fermín, el gato de mi abuela.

— ¡Me voy, me voy, llego tarde! -exclamé entrando en la cocina.

— ¿No que venía Samuel por ti? -entró Doña Amanda a la cocina con un jugo en cartón.

— Se durmió y yo también. ¡Dame un abrazo que me cierran la puerta!

La abracé.

— Te quiero, nos vemos más tarde. -besé su frente.

— ¿Y el desayuno?

— De verdad, no llego. Me llevo el jugo y una banana. -le arrebate el cartón de la mano- Quiero tarta de brócoli para el almuerzo. -le sonreí.

Me tropecé con la puerta y salí corriendo, si esperaba un bus llegaría a la media hora y sin la mochila, claro. Cuando iba a dos calles de casa me di cuneta de que...

¡Sigo en pantuflas!

Maldije en voz baja y continúe corriendo, la falda del uniforme se levantaba debido al viento que impactaba hacia mí. Fui masticando mi banana mientras me disculpaba por empujar a los niñitos que salían de preescolar. 

La campana se oía desde los portones, entonces mi cuerpo se interpuso entre las puertas de algarrobo antes de que se cerraran del todo. Comencé a caminar cohibida por los pasillos, pues estoy segura de que todos notan a la rara de las pantuflas de Pigglet, el cerdo.

Quise ir camino a las escaleras que dan a la enfermaría para pedir unas alpargatas planchas en la Enfermería, al menos no se notaría tanto que soy el ser más despistado del mundo. Quise, pero no lo logré pues un corpulento cuerpo me lo impidió, impactando bruscamente con el mío tan chiquito. O yo choqué con él, seguramente.

Y lo peor de todo... ¡Me había pisado!

— Oh, disculpa. -murmuró.

Levanté la mirada. Muchacho, moreno y que pisa muy fuerte.

Miré al suelo, un dispositivo móvil se encontraba ahí.

¡Oh, por mi madre había lanzado su celular al suelo!

Es uno de esos que yo con mi cuota no alcanzaría a pagar mi hipotecando mi casa.

— ¡Dios, lo siento! Soy una idiota, perdón... -exclamé alzando la mirada, tratando de divisar el rostro de aquel chico.

Despampanante carilindo. Mi abuela diría que parece a su novio de secundaria, dice eso de todos los chicos.

Yo sólo rogaba que no mirase mis pantuflas, por amor de Dios.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora