Capítulo 99: Sanar.

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99.

Trague saliva cuando lo vi fruncir el ceño mientras se acercaba a mí para tomar mis manos. Avance unos pasos, me sostuve del umbral de la puerta del baño y lo miré con pudor.

— ¿No puedes qué?... no entiendo...

— No puedo con esto, tengo un choque de recuerdos horribles y no me hace bien.

— ¿Yo no te hago bien? -dijo en voz baja.

— No, no, no...

Tomé su rostro entre mis manos y lo acerqué a mí. No quiero que piense que es el culpable de mis desquicies mentales.

— No mi amor, no es eso. Yo no estoy preparada para enfrentar todo otra vez, no estoy diciendo que no te quiero cerca, ni que tú eres el problema. Al contrario, te necesito más que nunca.

— Es la segunda vez que me llamas mi amor... -dijo con una sonrisa.

— Es porque lo eres.

— Si es así, permiteme ayudarte. Dejame remediar mi error, ya no quiero hacerte sufrir más.

— Es que ese es es problema, tú crees que fuiste el causante idóneo de lo que nos pasó y no es así. Tienes que aprender a aceptar que no podremos construir nada sano, si nosotros no aprendemos a sanar primero.

— Es que nena, cuando te vi postrada en esa cama hundida en un coma indefinido, me sentí como la peor mierda del mundo. Por mi causa hiciste lo que hiciste, eso no me lo perdonaré jamás.

— Si hice lo que hice fue por demencia, por un desquicio mental que aún padezco. Por pensar que muriendo los problemas morirían conmigo. Por no buscarte cuando te necesitaba, por dejar que el orgullo pudiera conmigo.

— Yo no quiero que tomes culpabilidad de todo, fui yo...

— ¿Por qué no me buscaste? -pregunté.

Me miró por un segundo, para después bajar la mirada.

— Porque creí que estarías mejor sin mí.

— ¿Y tenías razón?...

Levantó la mirada, sin saber que decir.

— No, no la tenías. Porque sí, yo sí quería morir por infelicidad. Necesitamos ayuda mutua.

— La batalla aún no ha terminado, ¿verdad?

— Esto apenas va empezando, cielo.

— Te necesito carca, por favor.

— Lo estoy, lo prometo.

Me acerqué a besarlo y se rió al ver que retrocedí antes de que pegara sus labios a los míos. Besé su barbilla e hice una mueca al sentir la comezón de sus bello faciales en pleno crecimiento.

— Debería afeitarme... -comentó, abrazando mi cintura.

Besó mi cuello con delicadeza y yo lo abracé dejando que me envuelva entre sus brazos. Llevó sus manos hasta mi culo y rápidamente las aparté.

— Tampoco te emociones...

— ¿Ahora es así? Anoche no recuerdo que te hayas quejado. -dijo mirándome divertido.

Alcé una ceja y él me sonrió enseñando sus dientes perfectamente blancos.

— No, sí. Ya empiezas...

Me solté de su agarre y caminé hasta el interior del baño, tiró de mi brazo y me apegó a su cuerpo con fuerza.

— Me gustas tanto cuando te pones así.

LOUDER | RMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora