Prólogo

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El atardecer frente a sus ojos era esplendoroso y llamativo, uno que pintaba el cielo de distintos tonos de naranja e, incluso, algún que otro rosa que se colaba por entre las nubes. Las copas de los árboles del patio trasero de la residencia Díaz se tornaban oscuras por el contraste, volviéndose una imagen digna de fotografiar o pintar. Guillermo tomó su móvil y captó el momento con una sonrisa curvando sus labios por lo bien que había quedado la fotografía; automáticamente, pensó en Samuel y en lo mucho que le gustaría esa puesta de sol si estuviera con él. Giró la cabeza y se encontró con la figura de sus padres abrazándose con cariño y contemplando el atardecer con la misma admiración que él, mostrándose igual de atraídos e hipnotizados por la paleta de colores en el cielo.

El menor de los tres apretó los labios y borró su sonrisa. Había pasado un fin de semana tan cargado de amor y sonrisas familiares que le costaba un poco dar a conocer su decisión y tener que separarse oficialmente de sus padres. Desde que había ocurrido lo de los malignos, y después de que sus padres casi denunciaran a la Organización por su desaparición, el matrimonio no había podido separarse de Guillermo ni un segundo, llegando incluso a insinuarle que dejara su puesto en la Organización por el miedo que les daba saber todo por lo que había tenido que pasar. Si bien su hijo volvía noche tras noche a su hogar y pasaba los fines de semana enteros junto con ellos, para el matrimonio, eso no era suficiente.

-Me mudaré a la Organización- soltó Guillermo sin darle más rodeos al asunto dentro de su cabeza, sintiendo la penetrante mirada de sus progenitores sobre él.

-¿Qué dijiste, Guillermo?- la voz de su padre había sonado dura.

-Me mudaré a la Organización- repitió con tranquilidad, mirando ahora directamente a sus padres.

Sus rostros serios y confundidos se teñían de naranja por la puesta de sol, mezclando la tranquilidad y hermosura del paisaje con lo alarmado y sorprendido de sus rostros.

-Después de todo lo que sucedió- prosiguió el mayor -¿Aún quieres irte con ellos? ¡Casi mueres!

-Padre...

-¡Guillermo, por favor!- su padre se mostraba molesto cuando se separó de los brazos de su esposa -¿Es que a caso no pueden trabajar por si solos y sin arriesgar la vida de sus empleados?

-Sabes perfectamente que yo salí junto con Samuel por mí mismo, no porque haya sido una orden- aclaró Guillermo con la voz calmada pero firme; el mayor rodó los ojos cuando escuchó el nombre del elemental –Y esta es otra decisión que tomo por mi cuenta. Ellos necesitan que yo esté allí- recalcó esa última oración –soy el único que sabe cómo trabajan los malignos y cómo prevenir un posible ataque.

-Ese morado también lo sabe, el vivió lo mismo que tú.

-Sabes que es distinto, papá- Guillermo bajó la mirada –Soy un maligno.

-No vuelvas a decirlo- habló por primera vez la mujer, asqueada por la simple idea de que su único hijo pudiese ser emparejado con ese grupo de personas.

-Es así, mamá- buscó los ojos de la mujer, encontrándose con una mirada de advertencia –Es una decisión tomada, de todas formas- se dirigió a los dos.

-No puedes simplemente irte, hijo- la mujer cambió su mirada a una de súplica –Después de todo lo que pasó, de todo lo que te arriesgaste, ¿de verdad quieres dejar de vernos?

-No lo entiendes- el menor se puso frente al matrimonio –No es que quiera alejarme de ustedes, eso nunca, pero de verdad me necesitan allí. Pa, tú lo sabes más que nadie- los ojos de su padre estaban inyectados en enojo –los malignos son un enemigo muy poderoso, y si hay alguien que sabe absolutamente todo sobre ellos e incluso más, soy yo. No puedo permitir que, sabiendo lo que se y teniendo la posibilidad de detenerlos, no haga nada al respecto. Estando allí, todo será más fácil.

El matrimonio suspiró al mismo tiempo, mostrando lo sincronizados que estaban incluso hasta la hora de actuar. Ambos detestaban la idea de que Guillermo se fuera definitivamente a la Organización y que dejara de volver a su hogar por estar viviendo allí, pero también tenían muy presente todo lo que este les decía; no existía nadie más capacitado para hablar sobre los malignos que su hijo.

-¿Hay algo que podamos decir para que cambies de opinión?- la mujer humedeció sus labios y tragó con fuerza, contemplando como el menor negaba –Entonces supongo que no hay mucho más que decir.

-¿Es en serio?- el padre Guillermo intensificó su mirada furiosa, ahora observando a su mujer -¿Vas a ceder tan fácil?

-Guillermo es un adulto- explicó –y creo puede tomar sus propias decisiones sin que nosotros nos involucremos en ellas- Guillermo sonrió.

-Es increíble, de verdad- el hombre encaró a su hijo con autoridad -¡Vas a meterte en la boca del lobo! ¿Qué pasará si te descubren?

-Samuel no dejará que eso ocurra- habló de una forma inconsciente, retractándose automáticamente de haber metido al morado en la situación.

-¿Eso crees? Eres un maligno, Guillermo, ¿de verdad esperas que un elemental te defienda si algo te ocurriese?

Guillermo tomó una gran bocanada de aire e infló el pecho, decidido de lo que estaba afirmando. Entendía el planteo de su padre, y si le hubiesen preguntado lo mismo hacía un par de años atrás, seguramente hubiese contestado que no, que no creía que un elemental de la altura de Samuel pudiese defenderlo, pero ahora, y sabiendo lo que sabía y después de todo lo que habían vivido juntos, no dudaba de ello. Samuel lucharía por el fuese cual fuese la situación, y eso no entraba en duda.

-Papá, voy a irme, y eso está decidido.

El mayor suspiró y se adentró a la casa con rapidez, dejando en evidencia lo molesto que estaba por la decisión de su hijo y dejando a los dos restantes de la familia metidos en ambiente algo tenso. Guillermo negó con tristeza; su plan no era que se lo tomasen tan mal y mucho menos que su padre se enojara de esa manera.

-Tranquilo, cariño- su madre se acercó a él y acarició superficialmente su espalda, dándole ánimos –Si prometes que llamarás cada que tengas tiempo, puedo hacer que no esté tan enojado- Guillermo rió bajo.

-Lo prometo.

El menor abrazó con fuerza a su progenitora, consciente de que su mudanza significaría menos tiempo junto a ella y su padre, pero que era por una buena causa. Se mudaría a la Organización y nada lo haría cambiar de opinión.

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¡VOLVIERON! ¡Segunda temporada, bitches! Extrañé mucho el universo de "los cuatro elementos", necesitaba volver a escribirlo.

Prólogo listo, historia arrancando. Estoy contenta.

¡Muchísimas gracias por leer! y espero que esta segunda temporada les guste tanto como la primera ♥ Estoy sin palabras por la emoción. 

Muchísimo amor ♥♥♥ y nos vemos en capítulos que siguen.

Saludos

Tumblr: criaturitamarvada

PD: Mi querido elemental y su psicólogo/entrenador volvieron ♥.♥

Tierra y otros elementos [Wigetta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora