Cuarenta y Dos

478 50 72
                                    

Ava

Se supone que esto no debería estar pasando. El plan era que Blake y yo estaríamos empezando una nueva vida en este momento, no atrapados dentro de un hospital con él sufriendo tras el impacto de una bala. Me siento como una inútil que no pudo ayudarlo cuando más me necesitaba. Yo merecía recibir el disparo, no él. ¿Por qué el destino se empeña en ser un hijo de puta con ambos? ¿Acaso no nos puede dejar en paz?

Observo los manchones celestes en su ir y venir a través de la sala de espera, sin acercarse a mí para darme alguna noticia sobre el estado de Blake. Llevo casi dos días aquí, aguardando a que algo cambien y me digan que él se encuentre bien, sin embargo, nada de eso ocurre. Ni siquiera sé si se está recuperando, si la intervención salió bien o si continúa durmiendo plácidamente, lo que hace que mi preocupación empeore a cada segundo.

Aquella bandeja de comida que alguien me dejó hace varias horas atrás luce tan apetitosa como la última vez que la miré. Mi apetito ha comenzado a desvanecerse conforme pasan las horas y me temo que pronto el solo mirar alimentos me hará sentir enferma. Eso y la desastrosa combinación de alcohol, noches de sueño y un estómago vacío. Sé bien que estoy embriagándome hasta dormir como un escape y vaya que funciona de maravilla.

Si no estoy consciente cuando se supone que debo dormir el dolor no podrá cazarme en sueños o consumirme. Es de conocimiento práctico para cualquiera. No por nada en la antigüedad te daban a beber fuerte cuando tenías una gran herida. Quien inventó las bebidas alcohólicas sabía muy bien en qué ocasiones podían ser beneficiosas para la humanidad.

Una de las sillas a mi lado suena al tener alguien sentándose sobre ella. No me moleste en mirar de quien se trata pues conozco bien esa respuesta. Él ha sido el único que me ha acompañado en esta amarga y dolorosa espera, quien ha actuado como un verdadero amigo a pesar de lo poco que nos conocemos. Le estaré eternamente agradecida por todo lo que ha hecho por mí, incluso si no soy la mejor compañía en estos instantes.

―¿Has sabido algo? ―pregunta Wolfe tras unos cuantos segundos.

―Lo mismo que ayer y el día anterior. Nada ―respondo seca. No me apetece hablar cuando sé que Blake está sufriendo ahí dentro.

―¿Cómo pueden haber pasado ya dos malditos días sin que nadie te diga cualquier cosa?

―¿Me preguntas a mí? ¿No crees que he pensado lo mismo? ―digo sarcásticamente.

Me estoy comportando como una perra del demonio con él cuando ha sido la roca que me ayuda a mantenerme entera y despierta todavía. Wolfe no merece que le hable y trate de ese modo y, sin embargo, no ha protestado tampoco. Comienzo a creer que también ha pasado por eventos así y entiende muy bien por lo que estoy pasando. Simplemente permanece cerca, dando su apoyo sin presionar demasiado.

Un incómodo silencio cae sobre los dos, interrumpido momentáneamente por el típico ajetreo de un hospital, lo que significa que un montón de pacientes, doctores y enfermeras transita por todas partes. Golpeo mi rodilla con un dedo para matar el lento transcurrir del tiempo y evitar volverme loca por la desesperación. Como si me hallara tan lejos de llegar a la villa locura.

―Deberías comer algo ―dice tras un rato―. No alimentarte puede hacerte daño.

―No tengo hambre. Creo que ya te lo dije una vez ―señalo molesta.

―Solo decía, no hace falta que te vuelvas una maldita fiera en cada momento que intento ayudarte ―se queja por primera vez en varios días―. Intento ayudarte. No es sano que sigas actuando así.

―¿Qué me comporte así? ¿A qué demonios te refieres? ―replico―. Estoy en todo mi jodido derecho, ¿no crees?

―¿Qué diría Blake de verte así? ―Deja la pregunta en el aire.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن