Cuatro

866 83 2
                                    

Ava

El alcohol era mi peor enemigo y este era uno de esos momentos. Ya debería tener claro que beber demasiado me hacía perder el control de mis emociones. Pronto estarían surgiendo de improviso y terminarían humillándome más de lo que podía ser posible. Y ahora comprobaba aquello mientras lloraba sin mayor problema ante un hombre al que no conocía y viéndome como el desastre patético que sabía que era.

Yo era una mujer rota.

―Oye, ¿qué te pasa? ―pregunta acercándose a mí. Su tono suena sincero, aunque dudo que realmente lo sea. Nadie se preocupa por mí más que yo.

―Estoy bien, estoy bien ―respondí irguiéndome rápidamente. Limpié con mis dedos las lágrimas que caían. Debía mantener un poco de orgullo y dignidad―. No fue nada, lo siento.

Frunce el ceño por debajo de su cabello castaño y puedo imaginar sin mucha dificultad lo que debe estar pensando de mí. No bastaba con que yo fuera una maldita puta, sino que ahora era una loca más. Me regaño por hacer el ridículo ante él y gran parte del bar. Hace mucho tiempo que dejé de ser la chica que permite que el mundo la pisotee y apenas si se queja por ello. Es momento de recomponerme y seguir adelante.

―Fingiré creer eso y beberé para que sea más fácil hacerlo ―murmura haciéndole una señal al chico en la barra. Este de inmediato le pone atención―. Dame uno de ron y bien cargado.

El barman obedece a su pedido y en cuestión de segundos trae el vaso con su bebida. Él la toma con una mano y la bebe, dándome un grato vistazo de todo su ser. El tono de su pelo resulta ser más oscuro que el mío, quizá más opaco. Su piel se ve tostada por acción del sol y los músculos se marcan debajo de su camiseta, que se ve muy ceñida a su torso. Su sola presencia grita lo guapo que es y lo mucho que lo sabe.

El silencio se ha extendido entre ambos y nos mantiene atrapados en un ambiente incómodo. Mis deseos de hablarle han muerto después de aquella vergonzosa escena así que cojo la botella de whiskey que ordené, me sirvo un corto y empiezo a beberlo con lentitud. Aprendí mi lección esta noche: los tragos con moderación si no quiero quedar en ridículo de nuevo. Solo espero recordarlo las próximas veces.

―Entonces, ¿qué es lo que te trae por aquí un día como este? ―cuestiona. Su voz suena llena de condescendencia y al mismo tiempo burlona. Frunzo el ceño y le miro molesta.

―Pues lo mismo que tú ¿o es que no se nota? ¿Hay muy poca luz para que lo veas bien?

―Creo que cambiaré mi pregunta ―dice y tose―. ¿Qué es lo que hace que una chica venga a un bar y beba sin control? ―Se acerca descuidadamente hacia mí, un par de centímetros separándonos del otro. ¿Qué pretende?

―¿Por qué? ¿Esperas que tratándome bien acepte dormir contigo y hacerte una tarifa especial? ―respondo molesta―. Eso no funciona conmigo, amigo.

―¿Es necesario que repita lo fácil que se me hace ir y conseguir a cualquier chica con la que follar sin siquiera gastar un jodido peso? Alguien disfruta de ser humillada al parecer. ―El bastardo sonríe con sorna y se gana una mala mirada de mi parte, aunque no es como si fuera a espantarlo con ella―. Simplemente tengo curiosidad por ese arrebato de llanto de hace un rato atrás.

Sin saber muy bien porqué, termino sonrojándome. Desvío la vista hacia la barra que curiosamente se ha vuelto más interesante que la conversación que estamos teniendo. El silencio cae nuevamente sobre ambos y él aguarda por mi respuesta. No puedo decirle el motivo por el que estoy aquí. Nadie entendería a una prostituta que detesta lo que hace, pero que es incapaz de dejarlo. Por eso prefiero mantenerme alejada de la gente y evitar acercarme mucho a ellos.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now