Once

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Blake

―¿Dónde demonios crees que vas? ―le pregunté al verla alejarse de mí. No planeaba que se fuera tan rápido. Necesitaba que contestara a mis dudas―. Aún no hemos terminado aquí.

―Pensé que ya lo habíamos hecho. Supuse que habías dado fin a todo cuando lanzaste tu comentario sobre cómo pagarte todas las veces que me salvaste ―respondió con borde en su voz. Sí, seguía dolida por lo del sábado en la madrugada.

―No lo dejarás ir, ¿no es así?

―¿Qué te llevó a pensar eso? ―ironizó.

―No sé qué mierda quieres de mí. Te pedí perdón por dejar que me la mamaras en la camionera cuando sabía que estabas ebria ―exclamé con rabia, llamando la atención de varias personas. No iba a conversar de esto con público―. No tendré esta conversación aquí.

―¿Y dónde demonios piensas llevarme entonces?

―Nena, serás la primera que conocerá mi apartamento ―afirmé en una sonrisa.

No sé cómo se me ocurrió esa idea o por qué no me detuve y recapacité después de decirla. Solamente pasó y parecía ser demasiado buena. La arrastré del brazo por la vereda, escuchando la forma en que se quejaba por ser obligada a ir a un lugar que ni en sus peores pesadillas querría conocer. La verdad no yo entendía la razón por la que deseaba llevarla conmigo. Jamás había llevado chicas allí antes porque era mi espacio privado. Me gustaba separar al Blake peleador callejero del Blake común y silvestre.

¿Qué mierda me estaba haciendo Ava Wilson?

Este día fui en camioneta al gimnasio debido a que tuve pocos deseos de caminar a casa con el frío que lentamente se apoderaba de las calles por la tarde y la llevé al sitio donde estacioné antes de bajarme a ayudarla. Una brisa se levantó de pronto, helando mi cuerpo y el suyo de paso, que apenas si se cubría bajo esa falda y la camiseta que traía puestas. ¿Acaso no tenía dinero para comprar ropa más abrigada? Terminaría resfriada si seguía así de expuesta.

Le hice subir a empujones del lado del copiloto y cerré con seguro, solo en el caso de que quisiera escapar mientras daba la vuelta. Tomé lugar en el asiento del conductor y, antes de que me dijera algo más, saqué del bolso una sudadera que traje por si acaso y se la tendí. No quería que se congelara su lindo trasero mientras la llevaba a mi departamento y que por ese motivo se negara a hablar conmigo.

Aceptó a regañadientes mi ofrecimiento y la pasó por sobre su cabeza, sus pechos elevándose un poco y captando por completa mi atención. Le quedaba enorme y ocultaba demasiado sus atributos, lo que la hacía ver mucho más pequeña de lo que ya era. Me gustaba cómo se veía usando mi ropa y eso era extraño. Incluso así lucía demasiado atractiva para un hombre.

―Gracias ―murmuró―. Por lo de antes y esto.

―De nada. ―Sonreí como una forma de joder con ella. Y porque podía hacerlo.

No dijo nada más y para que el silencio dentro no se volviera incómodo puse el radio. Una canción electrónica llenó el ambiente, cosa que me agradó. Lo último que deseaba era oír a alguien cantando sobre el amor que sentía por otro o lo que planeaba hacerle cuando estuvieran a solas. Sorprendentemente funcionó y el aspecto molesto que Ava traía comenzó a desvanecerse.

Las calles no estaban atascadas en vehículos como normalmente pasaba en un día cualquiera de la semana, quizás porque era mucho más temprano que la hora en la que habitualmente salía. El sol brillaba en el cielo de una débil manera, pero ahí estaba. La gente paseaba por las veredas conversando entre ellas o mirando los escaparates de alguna que otra tienda por ahí. Verlas así me hizo desear que Ava me hablara y no mantuviera un voto de silencio.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now