Trece

770 68 2
                                    

Blake

―Dale con fuerza, chico, sigue así ―me animaba Mike desde su silla.

Estaba en el gimnasio entrenando la potencia de mis golpes contra el saco de boxeo. Normalmente no suelo hacer este tipo de entrenamiento, pero él insistió demasiado en que debía mejorarlo. Terminé aceptando luego de que me convenciera de que así tenía mejores oportunidades para derribar a mi rival en la próxima lucha. Era una verdadera mierda, aunque valía la pena para seguir saliendo victorioso en los combates.

Si yo no ganaba todo lo que construí acabaría destruyéndose y arruinándome en el proceso.

―De seguir con esta forma quien sea que debas derrotar el viernes no sabrá qué mierda lo golpeó ―afirmaba.

Realmente no pensaba que yo fuera capaz de derrotar a alguien solo con la fuerza de mis puños. El ímpetu que habitualmente se apoderaba de mí en los entrenamientos estaba fallándome y me hacía sentir miserable. Era como si el niño pequeño temeroso que tanto me esforzaba por mantener a raya surgiera. Algo me pasaba y no estaba seguro de lo que era. Todo era distinto desde que Ava y yo pasamos una tarde loca en mi departamento.

Tal vez no debí habérmela follado. ¿Qué coño pasaba conmigo estos días?

Lancé un derechazo contra el saco de boxeo y recibí de lleno el impacto, llegando incluso hasta mi mandíbula. Oh mierda. La mano izquierda sufrió la misma suerte y tras unos pocos segundos estuve golpeando a duras penas la tela. Las vendas que tenía enrolladas a su alrededor de poco servían para disminuir la molestia. Genial, malditamente genial.

―Dejaremos el entrenamiento hasta aquí por hoy, no queremos que nuestro campeón se lastime una uña de aquí al viernes ―bromeó―. Espero que mañana saques a la bestia en tu interior, King. Hoy apenas si parecías un puto gatito recién nacido.

 ―Y yo que creía ser un tigre hijo de puta que rasgaba la piel de mis enemigos.

―En tus jodidos sueños, idiota. ―Palmeó mi espalda desnuda cuando pasé a su lado. Auch.

―Pues serían los mejores sueños que un maldito como yo podría tener.

―Mantén ese puto ego en alto para que lo rompa mañana en tu propio rostro, imbécil ―prometió―. Y por si acaso, búscate un buen culo y fóllatelo esta noche. Me parece que alguien está sufriendo por la abstinencia.

―Llamaré a tu esposa entonces y le diré que me espere esta noche ―guiñé.

Se puso de pie tan rápido como un rayo y atrapó mis hombros con sus enormes manos. Sabía que ese último comentario golpearía en su vena sensible. Si existía algo con lo que Mike Turner no soportaba que jugaran era con su dulce mujer y estaba al corriente de eso. Demasiado bien diría yo. Probablemente merecía lo que estaba a punto de pasarme.

―Ya vi tu juego, King ―gruñó a escasos centímetros de mi rostro. Podía ver su piel sonrojada por la ira―. Buena manera de jugar al valiente conmigo ―escupió con enojo―. Solo espero puedas mantenerte concentrado de aquí a dos días para que nadie patee tu trasero antes que yo. Y en caso de que lo estés olvidando no por nada se casó conmigo. ―Me golpeó la frente―. Ya vete de aquí mugroso niño.

Me dejó libre así que caminé directo al baño en el que guardaba mis cosas y aproveché para darme una ducha helada para deshacerme del sudor que cubría por completo mi cuerpo tras el entrenamiento. Tuve suerte de que Mike supiera que solo bromeaba respecto a su mujer. Si él hubiera querido fácilmente podría haberme roto la nariz de un golpe. Después de unos minutos me cambié a mi ropa normal y salí a la calle con el sol cayendo en el horizonte, la hora a la que usualmente me iba a casa.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu