Cuarenta

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Ava

Un aire helado me golpea en el pecho y me remuevo con incomodidad queriendo captar calor. Un brazo se cierra en mi cintura y me pega contra un duro y cálido pecho, lo que de inmediato me ayuda a relajar. Siento una suave respiración en mi cabello haciéndome cosquillas y reaciamente abro un ojo, hallándome en una habitación que no es la mía, sobre un colchón que apenas sobresale del suelo y rodeada por la esencia de Blake.

Me estiro con cuidado y descanso mi cabeza contra su pectoral, absorbiendo el rítmico latir de su corazón y acariciando la piel desnuda cercana a su abdomen. Un beso es dejado sobre mi oído derecho y sonrío de manera involuntaria. Los recuerdos de la noche anterior rondan mi cabeza y me hacen preguntar si realmente hice bien en dejarme llevar por la lujuria y la pasión. Bueno, lidiaré con eso después, ahora disfrutaré de su compañía un rato.

―Buenos días, pequeña ―saluda con pereza―. ¿Cómo dormiste?

La pequeña irritación entre mis piernas me hace recordar el maravilloso orgasmo que me dio anoche y que me ayudó a dormir igual que un bebé. Obviamente no se lo diré. Blake no necesita que su ego siga creciendo más. Probablemente la humanidad tampoco. Solo me acomodo encima, esperando que mi peso no lo moleste.

―Bastante bien, ¿tú? ―lanzo de regreso. Enredo mis piernas con las suyas, queriendo tenerlo más cerca.

―Te tuve a ti, fue un jodido sueño hecho realidad. ―Cepilla sus labios en mi frente―. Y despertar a tu lado no hace más que mejorar todo.

No sé qué responderle. Sigo sin acostumbrarle al lado dulce de Blake que parece aflorar solo conmigo. Conocía muy bien al arrogante, pero el romántico continúa sorprendiéndome. En cambio, hago una cosa totalmente diferente y más del estilo que puedo manejar. Me monto a horcajadas sobre su cintura y me sujeto de sus hombros, mi cabello cayendo por el valle de mis pechos, encima de su camiseta, lo que obviamente llama su atención. Palabras tiernas no cambian quien es por dentro.

―Pues tengo varias ideas que pueden hacer mejor aún el momento ―ronroneo y deslizo un dedo por las duras líneas de sus músculos. Traga con fuerza.

―Bueno, no me molestaría comprobar cuánta razón puedes tener. ―Esa maldita sonrisa arrogante aparece en su rostro.

Se abalanza sobre mí, tumbándonos en el colchón, su cuerpo cubriendo el mío mientras me besa con desesperación. Su boca quema la mía y sus manos me recorren por completo, sin dejar sitio por tocar y marcar como propio. Toma mi muslo con una de ellas y lo lleva a su cadera, dándome la oportunidad de comprobar lo alegre que está por la mañana. El pantalón cubre su poderosa erección que busca llegar a mi punto dulce. Un gemido débil se me escapa cuando la rígida cresta roza mi coño.

Enredo mis brazos en su cuello al tiempo que deja ir mis labios, descendiendo por mi cara hasta mi garganta, donde no se abstiene de morder y lamer tanto como puede. Un camino llameante de picos llega hasta mis clavículas y continúa bajando hasta llegar a mis senos. Araño su espalda cuando lleva uno de mis pezones entre sus dientes y aprieta con ternura para luego repetirlo en el otro. Mierda, esto se está poniendo bastante bueno. Maldito hombre y su capacidad de complacerme tan bien.

―Ahora que puedo verte te lo diré: eres tan hermosa. ―Deja un minúsculo beso en la zona entre mis pechos―. Jodidamente preciosa. ―Sigue torturándome lentamente―. No entiendo como pensé en dejarte ir siquiera.

―Porque eres un idiota ―suspiro―. Y uno muy grande.

Eleva su rostro un poco y me observa, sus irises verdes ardiendo con tal determinación que tengo deseos de ocultarme para no quemarme en ellos y dejar que el instante pase. Mi agitada respiración comienza a calmarse y toma un mechón de mi pelo, pasándolo cerca de su nariz, atrapando su olor. Luego acaricia mi mejilla con sus dedos, un tierno movimiento que se contradice con lo que hacíamos recién.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now