Treinta y Cuatro

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Ava

Mi ánimo está por los suelos y ya ni siquiera me preocupa que Martin llegue a joder exigiendo su dinero de la semana o quincena. Ya ni recuerdo cuánto tiempo va desde la última vez que exigió su pago. He pasado al menos cuatro días rondando el bar, ahogando mi tristeza en el alcohol y rogando en secreto porque Blake aparezca por esa puerta y se me acerque con deseos de solucionar todo. Sé cuan imposible suena, pero una chica debe tener esperanzas, por mínimas que sean, ¿no?

―Dame otro ―digo al bartender y levanto el vaso para hacer énfasis.

―No creo que debas beber más ―responde mirándome con preocupación. Que se la meta por donde mejor le cabe. No necesito a nadie cuidándome.

―¿Quién dice que no puedo hacerlo? Tan solo llénalo y no te entrometas en mi vida ―contesto de mal humor, mi estado habitual últimamente.

Rechaza mi pedido y se aleja rápidamente, concentrándose en atender a los demás clientes en la barra. El sitio no está tan lleno como siempre, sino que hay unos cuantos idiotas esparcidos dentro del espacio, encerrados en su propio mundo, ajenos al del resto. La mayoría se ve alegre mientras que yo estoy huraña y triste, envidiando a todos aquellos que me rodean. ¿Por qué debo ser yo la que sufre solamente? Blake ha de estar muy feliz con un nuevo ligue por ahí.

Un hombre se sienta a mi lado, su cabello negro resaltando a mi vista. Me parece familiar, y si pudiera apostar diría que es el mismo con el que me enrolé el jueves pasado, antes de que Blake apareciera y me destrozara el corazón con sus palabras. No lo culpo, yo tampoco actué bien al involucrarme así con un desconocido. Si yo hubiera estado en sus pantalones en ese momento dudo mucho que reaccionaría alegremente.

Una chaqueta de cuero se ajusta casi a la perfección en su torso musculoso, la camisa que trae debajo luchando para mantenerse en su lugar. La barba en su rostro, de varios días ya, me es inconfundible. Como si ya no pudiera sentirme más avergonzada, humillada y triste, llega él, uno más de mis errores. El universo tiene un retorcido y molesto sentido del humor.

Me enfoco en observar las tablas de madera, queriendo evitar un encuentro incómodo. ¿Cómo actúas con la persona con quien casi tienes sexo en medio de la calle y acabó en problemas por tu culpa? Ni siquiera deseo imaginar cuan extraña es esta situación. Ordena una cerveza al muchacho y se acomoda en su taburete, una de sus piernas pasándome a llevar el proceso. No tengo idea de si lo habrá hecho a propósito o qué, solo espero que no diga o haga algo.

―Lamento eso ―murmura sin verme. Diablos. Debo responderle ahora.

―No tienes por qué disculparte, fue un accidente ―contesto sin dejar de mirar la barra. No puedo mirarlo a los ojos sin sentirme mal por él. ¿Le habrá dolido mucho el golpe que le dio Blake?

―Está bien ―dice. Parece que no ha hecho la conexión. Puedo respirar con más tranquilidad al saber que no me reconoce―. Por cierto, linda forma tiene tu exnovio para recuperarte. Hablando de romanticismo.

Santa jodida mierda.

―¿Perdón? ―Finjo no tener idea. El momento se está poniendo raro y no me gusta la sensación.

―Ya sabes, el jueves pasado, cuando tú yo nos enrolábamos en la calle y ese hijo de puta apareció en modo macho, queriéndote de regreso y toda esa mierda ―responde sin verme realmente. Está concentrado en el mueble detrás del bartender―. Todavía me duele el puñetazo que recibí en el rostro.

―Oh, vaya, no sabía que eras tú, ¡qué horror! ―Suelto una risita nerviosa. Demonios, lo que me faltaba―. Y sobre eso, lamento que terminaras golpeado. Además, aquel imbécil no es nada mío y nunca lo fue. ―Decirlo en voz alta hace que se sienta real, aunque no quita el dolor en mi corazón.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now