Diez

749 65 10
                                    

Ava

Iban ya dos malditos días y me había dado cuenta de que mis ideas sobre Blake no eran tan verdaderas como yo las había creído. Pensé que su yo idiota solo era una fachada, que había otro debajo, su verdadero yo, pero todo era mierda. Quizás estaba exagerando un poco por la reacción que tuvo fuera de mi departamento hace dos noches. Lo único que sabía con claridad era que me sentía herida y dolida por lo que puede no haber hecho luego conmigo.

Como fuera, no iba a permitir que algo que mi estúpida mente creyó ver me guiara a futuro así que regresé a mis labores como una prostituta de Martin apenas pude. Ese culo drogado no iba a dejarme en paz hasta que le diera un poco más del dinero de mis encuentros ocasionales, así que me vi obligada a trabajar con más ahínco a diferencia de como lo hacía antes.

Me encontraba en una habitación de un motel de mala muerte junto a un tipo de cabello negro que afirmaba llamarse Jean y vestía solo con vaqueros, camisa y botas. Por mí podría haber dicho que su nombre era Paul y no me habría alejado. Cualquiera que le viera pensaría que era un hombre de bien, que jamás en su vida había estado en cosas turbias. Era una lástima que en estos instantes comprobara que esa suposición era falsa y que nadie lo detendría.

Sus labios vagaban por mi cuello mientras sus poderosas manos me sostenían con fuerza contra su cintura, donde podía sentir la dura presencia de su deseo hacia mi cuerpo. Mis piernas se enredaban alrededor de sus caderas lo que me mantenía en una posición de perder aquí. Sus caricias en la piel sensible de mi garganta se sentían de maravilla, mucho mejor que la de otros que tuve antes. Donde ellos fueron rudos él era suave y eso hacía la diferencia para mí.

Jean chupó con suavidad mi pulso y mordió mi hombro semidesnudo, algo que nunca nadie había hecho y que envió escalofríos por todo mi cuerpo. El hombre sabía cómo complacer a una chica, incluso si era prostituta. Me sentía como si esta fuese mi primera vez, con alguien interesado en mi bienestar y no solo en el suyo. Me estremecí por completo cuando su lengua salió y lamió con calma la irritación que causó, una cosa totalmente nueva y fascinante para mí. Creo que hasta me derretí entre sus brazos por eso.

Intenté deshacerme lo mejor que pude de esa camisa que cubría aquel torso tan ancho y definido, digno de una estatua de piedra hecha en la antigüedad, pero parecía imposible. Se rio en el hueco de mi cuello al notar mis desastrosos intentos y se alejó lo suficiente para que desabrochara sus botones y expusiera su pecho ante mí. Mi primer pensamiento fue algo similar a que era divino y el segundo involucraba marcar ese abdomen con mis uñas.

Haciendo mi mayor esfuerzo para esto, usé mis antebrazos para hacer palanca, empujándonos sobre la cama. Caímos sobre ella de tal modo que mis piernas se encontraban alrededor de su cadera y sus brazos sosteniéndome por los hombros. Su dura erección batallaba contra la tela de mis bragas, intentando llegar mucho más allá, golpeando el punto preciso para enloquecerme.

Lo extendí sobre las colchas, gozando la vista de aquel torso tan definido y, decidiendo que debía hacer algo distinto, enterré mi rostro en su garganta, besando y lamiendo allí. Jean parecía sentir cosquillas cada vez que lo hacía pues se removía muy inquieta debajo de mi cuerpo, sin embargo, no me detuve. Había un pensamiento primitivo en mi cabeza forzándome a probar cada centímetro de su piel, lamerlo hasta que mi lengua se entumeciera y recién ahí parar.

Descendí con una extrema lentitud, como si quisiera auscultar cada milímetro expuesto, disfrutando la forma en que se deshacía en gemidos bajo mi audaz toque. Jugué con sus tetillas antes de pasar a zonas mucho más importantes, como la oculta bajo sus pantalones y que esa pronunciada V ofrecía. Me alejé lo suficiente de su pecho y me deshice de la molesta prenda, observando la cresta que se presionaba bajo el género del bóxer.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now