13- Coversaciones Vergonzosas

849 71 14
                                    


—Te quiero, León— gemí con su toque.

—Bien.

De repente, se levantó, y me sentí vacía. —Vamos.— se acercó a la puerta y la abrió, luego desapareció.

Parpadeé sin saber lo que había pasado. ¿Me la había jugado? Golpeé la almohada y maldije con frustracion y vergüenza.

—Natalia— sonrió, de pie en la puerta. —Mi madre nos llamó, ¿recuerdas? ¿O quieres algo más?— preguntó, con los ojos brillantes. Lo miré, gruñí y él se rió.

Me levanté y le seguí, tirando puñalas con la mirada en su espalda. De repente, dejó de caminar. Se giró, capturando mi muñeca.

—No te preocupes, yo también te quiero.— susurró, acariciando mi mejilla.

Entrecerré los ojos y me empujé hacia atrás. No iba a quedar humillada por él. Rió y siguió caminando hacia la cocina. Me froté la mejilla, tratando de deshacerme del hormigueo y el rubor, pero fue inútil. Mi cuerpo respondía como si fuera un reflejo automático. Y esto no era bueno.

—Cariño, ¿me pasas la salsa?— León sonrió.

Lo miré y luego cogí la pequeña bandeja que contenía una gran cantidad de salsas.

—Aquí tienes.— espeté.

Vi una sonrisa ante mis acciones. Apreté los dientes mientras escuchaba a mi padre y a Geoff discutir.

—¿Qué pasó?— murmuró Ruth.

Me dio un codazo y le di una mirada puntiaguda a León que estaba ocupado sonriendo para sí mismo, parecía como si acabara de ganar la lotería. Negué, no quería avergonzarme a mí misma.

—Nada.

—Júralo.— se burló, provocando que su madre la mirara desde donde estaba sentada. —Lo siento.

—¿Dónde están tus modales, Ruth? Tenemos invitados, contrólate un poco. Deberías...

Sentí un fuerte golpe en la pierna, miré hacia abajo y vi el pie de León empujando mi pierna.

—Basta.— susurré, alejando su pierna.

—¿Por qué? No parecía importarte que te tocara arriba, ¿verdad?— se rió para sus adentros, sin mirarme.

Me sonrojé y traté de ignorarlo, volviendo a mi plato. Otro golpe, lo miré, pero él no lo hacía. Volví al plato y cogí el tenedor, cuando estaba a punto de comer sentí otro golpe aún más fuerte.

—Para.— susurré, empujando su pierna.

Lo miré, pero estaba demasiado ocupada fingiendo estar interesado en los dos hombres que discutína sobre quién era más gordo. Fruncí el ceño. Metí un trozo en mi boca y luego sentí que me tocaba otra vez. Le fulminé con la mirada.

—Deja de violarme con los ojos, Natalia— su voz era baja, pero todo el mundo lo escuchó.

Lo miré fijamente en shock, no lo hizo, no delante de nuestros padres. Pero lo que pasó fue que todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo. Geoff y mi padre dejaron de discutir, la madre de Ruth dejó de hablar también. Todos los ojos hacia nosotros. El silencio se hizo eco alrededor de la mesa. Barbara fue la primera en romper la espesa tensión que caia sobre nosotros como una densa niebla.

—León, disculpate. Nunca debes hablar así a un invitado, pídele disculpas.

—¿Por qué?— se encogió de hombros, como si no le molestara. —Es la verdad.

Antes de que Barbara pudiera decir algo, Geoff hablo.

—Por Dios, entre ustedes hay una fuerte tensión sexual, ¿eh? ¿Puedes sentirla Thomas?— le preguntó a mi padre.

Abrí la boca en shock y me volví con enojo. Mi padre asintió con la cabeza, y lo honré con una mirada furiosa y se encogió de hombros.

—¿Qué? Es la verdad. No importa lo incómoda que sea la situación para decirlo.— Geoff frunció el ceño. —En mi casa no, la casa de Thomas está mejor preparada para sus necesidades.— sonrió mirando a León

Sus ojos estaban oscuros y traviesos, me guiñó un ojo. Abrí la boca con horror. Oí la profunda risa de León. Me alegraba de que alguien encontrara mi humillación divertida.

—¿Qué? No, es mejor en tu casa. Tienes camas mejores.— respondió mi padre.

—No vamos a necesitar una cama.— León sonrió.

Giré la cabeza hacia él, mirándole para que se callara. Nunca había sido tan mortificada.

—No tu casa es mejor.

—No, la tuya.

—No.

—Sí.

—No.

—Cállense.— miré a León con sorpresa. —Lo haremos en las dos casas.

—No, no vamos a hacer nada.— susurré.

—No, Natalia, debes hacerlo, puedo oler sus impulsos desde aquí, y no es un olor muy agradable.— contestó Geoff.

Mi padre frunció la nariz. —No, no lo es.

—¿Qué? Cállate.— miré a Barbara para que me ayudase.

—Sí, por favor, cállense.— los fulminó con la mirada. Parecía un poco nerviosa. —Lo siento, querida.

—No te preocupes.

—Te puedo dar un condón si quieres— ofreció Ruth.

—¿Perdón?— susurró Karen.

Se encogió de hombros. —¿Qué mamá? Van a necesitarlo.

—¿Cómo te atreves? No, no van a necesitar... —me distraje cuando León habló.

—No vamos a utilizar condón.

—Cállate. No vamos a hacer nada— estaba hirviendo de rabia en ese momento y deseaba que la tierra me tragara para salvarme de las humillaciones públicas.

—Sí, lo haremos.

—No, no lo haremos.

—Sí.— insistió. Sonrió arrogantemente. —Te lo prometo.

Lo miré, apretando el cuchillo y el tenedor. —Rompí contigo lo que significa que no quiero tener nada que ver contigo.

—Eso no era lo que decías arriba.— hizo una mueca.

—Eso fue un error.

—Y una mierda. Lo has hecho y no hay nada que puedas hacer al respecto.— sonrió, con un tono tan seguro y arrogante que decidí no hacerle caso el resto de la noche.

¿Quién tenía la energía suficiente para discutir con él?  

EX NOVIO POSESIVO | Leon GoretzkaWhere stories live. Discover now