En un instante Lisa se aferró a él, lo abrazaba con fuerza y él quedó tan atónito que casi se le olvida respirar.
Luego de pensarlo un momento, lentamente rodeó con sus brazos a la descendiente que amaba.

—Simplemente estoy harta, Alex. —murmuró Lisa después de lo que parecieron horas de eterno silencio.—Ya no puedo más. —Lo miró a los ojos y él pudo notar como hacía un esfuerzo para que no se le escaparan las lágrimas.

—No entiendo Lisa. ¿Qué fue lo que pasó? De quién es esa sangre...

—¿Acaso no lo sabes? Dauntan descubrió mi descendencia, mató a Ruby para advertirme de lo que era capaz. —Lisa sacó de su bolsillo unas hermosas plumas rojas y cerró sus manos en puños alrededor de ellas. —¿Por qué crees que no quería que te acercaras a mí?

—Lisa no me vas a perder, siempre voy a estar ahí para ti. Porfavor nunca dejes que te hagan esto. Que te quiten tu felicidad sin dar pelea. Es como suicidarte, pero peor. En vez de matar tu cuerpo, estás matando tu espíritu.—habló con voz severa, a pesar de que lágrimas se empezaban a formar en sus ojos por la rabia, por la ira de ver a Lisa así, con un espíritu roto.

—¿A qué te refieres?—Rugió la descendiente, sabiendo que era imposible ganar la guerra que se avecinaba —¡Dauntan ya me lo ha quitado todo! Mi familia, mi libertad, mi paz, mi esperanza... Yo nunca pedí esto, nunca quise ser la hija del dragón de diamante.

—¡Lisa no estás sola en esto! —La agarró por los hombros para que enfocará su atención en él. —Todos estamos peleando junto a ti.

Lisa lo apartó bruscamente.
—¡Ninguno de ustedes ha tenido que pasar por lo mismo que yo! ¡Ninguno de ustedes tiene a Dauntan en sus espaldas!

Alex respiró hondo y se apartó unos pasos de ella, luego se quitó la armadura que cubría su pecho y por último la camisa que llevaba puesta.

—¿¡Qué estás hacie... —Lisa no pudo terminar porque se quedó sin palabras al ver las horribles cicatrices que marcaban todo el cuerpo de Alex. Eran innumerables y algunas más grandes que otras. —¿Qué te pasó?

—Lisa la vida no es fácil para nadie,
cada quien tiene sus propias luchas. —La descendiente se acercó a él y posó con delicadeza su mano sobre la cicatriz que tenía en el pecho. Se veía reciente y sumamente dolorosa. —Estas cicatrices son prueba de las mías.

—Yo.. lo siento. No lo sabía. —Lágrimas brotaron de los ojos de Lisa, mientras trazaba las cicatrices con cuidado. Una de ellas llamó su atención, era diferente a las otras, tenía la forma de un dragón y se veía más reciente. Apenas acercó su mano a ella la cara de Alex se contrajo aguantando el dolor.

—Estás siendo egoísta, tienes que entender que todos sufrimos y siempre será así. —Alex se tomó una pausa para ver la reacción de Lisa ante tal comentario; Su expresión era indescifrable. —Entiendo que tienes que cargar un gran peso, eres probablemente la descendiente más importante en lo que concierne a la historia de los Dragones...

—Yo no pedí serlo Alexander. —Lisa agachó la cabeza, un poco molesta. —¿Acaso es egoísta quejarme de una vida que nunca quise?

—Pero lo eres y no es algo que puedas cambiar. Mira Lisa te digo esto con todo el respeto y cariño que te tengo, pero no puedes vivir quejándote del peso que te tocó cargar, enfrenta tus luchas. —Alex tomó otra pequeña pausa debido a que no podía creer lo que le estaba diciendo a la descendiente. —Se aún más fuerte, yo sé que puedes. No olvides que no estás sola.

El Secreto de los DragonesWhere stories live. Discover now