CAPITULO 24. TARDE PERFECTA

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Fuimos de camino al lago. Tenía muy buenos recuerdos de aquel lago, cuando era pequeña, siempre estaba allí. Cogía mi bici y quedaba allí con mis amigas. Me preguntaba si sería como yo lo recordaba. Empezamos a pasar un gran bosque y empecé a ver a lo lejos las aguas cristalinas del lago. Paremos y bajemos todos del coche. Miré a mi alrededor y respiré hondo. Me sentía en casa por primera vez desde que llegamos. Dije que me iba a dar una vuelta por allí y Carlos se vino conmigo. Recorrimos todos los caminos que sabía y por último lleguemos a una vieja casa en medio del bosque.

-Recuerdo este sitio, cuando era pequeña siempre venía aquí y me imaginaba que era mi casa.

-Yo la veo más como una casa de miedo. Piénsalo, una casa de madera, derruida, en medio del bosque…-dijo Carlos- me da escalofríos.

-Quiero entrar.

-¿Qué? No me hagas entrar Marta…

-Pues quédate aquí, en el bosque, solo.

Entré y todo estaba cómo cuando era pequeña. En realidad, no era muy grande: un pequeño salón y una habitación. Sentí unas manos alrededor de mí.

-No me fio…-dijo él.

Sonreí y después de un rato salimos. Volvimos al lago y después de bañarnos y comer algo fuimos a casa. Me puse el pijama y me acosté. Antes de apagar la luz, entró Carlos y me miró con cara de cachorrito.

-¿Qué pasa…?

-Dylan va a dormir con Rebeca-dijo sonriendo maléficamente.

-NO, de ninguna manera.

-Porfaaaaaaa….- dijo con cara de perrito.

-Está bien. A la más mínima te vas, ¿eh?

Se acostó y apagué la luz. Al cabo de unos minutos se acercó y me abrazó.

-¿Carlos?

-¿Sí?

-Te quiero.

-Y yo a ti más.

Sonreí y me dormí a su lado.

Mudanza a MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora