Extra. Max

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La puerta de mi oficina se abre lentamente, aparto mi vista de la pantalla de la computadora y veo a Mia ahí, esperando a que diga alguna cosa.
Pero lo cierto es que no puedo decir nada. Sólo la veo venir, luego se quita su bolso y lo coloca en la silla al lado de la suya.
-La chica de recepción me dijo que subiera.
Asiento una vez, pero no puedo hablar. Llegó el momento de hablar de toda esta mierda.
No he dejado de pensar en ello y en esa maldita posibilidad. Ella no me comprende, pero no necesito que lo haga. Esto se acabará y veré que mierda hacer con mi vida.
-¿Ya te hablaron sobre todo esto?
Ella asiente y después me mira.
Luce tan diferente... Su piel se ve extraña, pero no es malo, se ve saludable y su cabello tiene un brillo particular... Pero sus ojos se ven apagados, no son los de antes.
-Tuve la charla hace unos días, pero no voy a cambiar de opinión. Me han dicho sólo estupideces llenas de cursilerías que no me importan.
-¿Cuándo vas a hacerlo?
Hay un corto silencio en el que tengo la oportunidad de hacer las cosas bien, pero mi cabeza y mis dudas me dicen que esto es lo mejor, que no tengo más opciones.
-Mañana por la mañana. La cita es a las diez -responde con la voz apenas audible. Puedo notar que está nerviosa, no tiene esa actitud segura e irritante y eso es un problema.
-Bien.
-¿Quieres acompañarme? Tenemos que ir a la clínica del centro.
Una risa se me escapa y niego levemente con la cabeza. Jamás podría imaginarme en ese lugar, como un idiota. Sólo quiero que el problema desaparezca y que ella no vuelva a parecer más como lo hizo aquella noche en dónde arruinó todos mis planes y dió vuelta toda mi maldita vida. Hasta aquella noche todo estaba perfecto, todo salía bien, me sentía seguro, quería hacer cientos de cosas, y luego, todo se esfumó.
-No sé qué es lo gracioso -me dice con mala cara.
Suelto un suspiro y paso una mano por mi cabello, después la miro, pero sigo sin poder creer que esto de verdad me esté pasando. Aún sigo pensando que voy a despertar y toda esta pesadilla será sólo eso, una maldita pesadilla.
-Tu sabes que no voy a hacerlo. Mañana se acabará esta mierda. Sólo envíame un mensaje y dime si estás bien, y eso es todo.
-No puedo creer que seas tan...
-¿Tan qué? -la interrumpo de inmediato-. ¿Tan insensible? La que va a ir a esa clínica mañana eres tú, así qué no puedes culparme. Además, sabes que dudo que sea mío.
-¡No tengo por que mentirte, Maxwell! -grita, poniéndose de pie-. Si te lo dije fue solo por seguridad. Los dos queremos lo mismo, estás de acuerdo con mi desicion y eso es todo.
-Bien. Entonces deja de hablar sobre ello.
Mia toma su bolso y se lo cruza al costado, acomoda su cabello y me mira una vez más.
-Eres una mierda...

Seis de la mañana, y aún no pude dormir. Mi cabeza no me deja tranquilo, tengo cientos de pensamientos, de maldiciones hacia mí mismo por haber sido tan estúpido. Y hora solo tengo miedo, soy un maldito cobarde y lo único que puedo hacer es esperar.
Tal vez se quite todo este peso que tengo encima, tal vez toda esta mierda desaparezca. Esto definitivamente es un gran problema, y quiero que se acabe...

Nueve y unos minutos, tengo sueño, mi cabeza duele, estoy de muy mal humor, y las dos tazas de café que he bebido no ayudan en nada. Tengo que regresar al salón del gimnasio y dar mis instrucciones, pero siento que no tengo fuerzas para nada. Mi cabeza me duele y sólo quiero cerrar los ojos y que todo el mundo con mis malditos problemas junto desaparezcan por un tiempo.
-Ey, ¿qué pasa? -pregunta Chad, entrando a mi oficina.
-No lo sé.
-Están esperándote abajo.
-¿Crees que podrás reemplazarme por un par de horas? Tengo cosas que hacer, no me encuentro bien.
-Seguro, pero...
-Solo hazlo, Chad. Es un problema.
-¿Otra deuda?
Suelto un suspiro. Me gustaría tener una deuda de verdad y no esto.
-Sí, algo así.
Él no dice nada, sólo se va y a los pocos minutos las canciones de música electrónica son reemplazadas por la de ACDC.
Tomo mi teléfono, marco el número de Mia, pero después de tres intentos sé que ella no me va a contestar.
-Vamos, Mia. ¡Contesta el maldito teléfono!
Tomo las malditas llaves del coche, guardo mi celular en el bolsillo del pantalón y bajo esas escaleras a toda prisa.
No sé qué demonios estoy haciendo, pero necesito hablar con ella antes de que suceda...

Corro por esos pasillos con desesperación, no encuentro nada de lo que el tipo de la entrada me dijo, ni el número seis ni la letra J. Todo parece ir en cámara lenta, y yo igual.
Tengo algo en mi pecho, y una sensación de mierda en el estómago, es como si una de las pesas hubiese caído sobre mí y me hubiese aplastado con toda esta realidad.
No puedo ser tan mierda, no puedo ser tan cobarde, no puedo ser un imbécil. Jamás seré diferente si sigo cometiendo errores, uno detrás de otro. Nunca pienso las cosas bien, actúo por impulso, así soy, y este es un impulso, uno de esos que creo que es el que me va a salvar de todo esto.
Llego a la sala de espera, observo hacia todos lados y cuando veo la cabellera rubia, vuelvo a respirar.
-¡Mia!
Ella voltea su cabeza en mi dirección, frunce el ceño, pero después se pone de pie.
Hay varias mujeres aquí, pero solo la veo a ella. Mi corazón late con fuerza, mi garganta está seca y sigo desesperado.
-Max... -susurra y después mira a su alrededor.
-No lo hagas, Mía.
-¿Qué?
Está sorprendida, pálida, y sus ojos se llenan de lágrimas de inmediato. Siento la necesidad de estar aquí, de sacarla de aquí. Tengo que resolver esto.
-No lo hagas... No quiero que lo hagas.
Ella deja escapar una lágrima y después mira su vientre.
Esto no puede estar pasándome.
-Tampoco quiero hacerlo... -responde con un hilo de voz, y después cubre su cara cuando empieza a llorar.
Mi cuerpo se mueve sin que pueda controlarlo, le abrazo con fuerza y oculto su rostro en mi pecho.
Es una sensación extraña, yo me siento extraño.
-Sé acabó, no haremos esto. Es una locura...

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora