Capítulo 3

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Max detiene el coche frente a una hermosa casa dentro de un barrio privado en el centro de lo que pude ver de Dulwich. Todavía no puedo creerlo, estoy nerviosa y no he dicho ni una palabra más desde que comprendí lo que significa realmente esto.
Creo que Max quería que me callara y dejara de molestar y lo logró.
Estoy aterrada y bastante confundida.
Max jamás habla de sus padres, sé que no los ha visto en los últimos años, y si lo hizo, nunca lo supe. Cuando pienso en Max es solo en Max, sin padres o familia, pero ahora estoy desconcertada.
¿Quiere qué conozca a sus padres?
Quiso que lo acompañará, pero... Ya no sé qué creer.
-Es nueva. La compraron hace unos meses y querían que la vea -comenta Max, señalando la entrada de la casa que se ve por sobre todas las cosas.
-¿A qué juegas? -pregunto de inmediato. Trato de mirar esa construcción, pero no puedo. Necesito mirarlo a él y tratar de entender.
Max hace una mueca y me interroga con ese gesto que tanto detesto, como si estuviese diciendo "¿Eres tonta?"
-¿De qué estás hablando?
-Max... Es la casa de tus padres, ¿qué te sucede?
Él suelta un suspiro y ese buen humor desaparece de sus facciones.
Oh, no.
-¿Por qué actúas así cada vez que trato de hacer las cosas bien?
Ese tono no me gusta y tengo que arreglarlo.
Ahora soy yo la que suelta un suspiro y lo mira, tratando de pensar en algo, pero él reacciona y hace un vago gesto con su mano, después acaricia mi pelo.
-Lo siento, no quería...
-Jamás hablas de tus padres, ni de tu hermana, nunca pensé que...
-Quiero hacerlo -responde sin dudar.
Acerco mi cara a la suya y apego nuestras frentes. No entiendo una mierda, pero voy a dejar de hacer preguntas. Sólo dejaré que él controle la situación. No sé qué pretende, pero quiero ver que sucederá. Esto no es malo, no puede ser malo.
-Dejaré de hacer preguntas -susurro, y después acaricio su cara.
-Bien, me gusta.
-Ni siquiera estoy bien vestida, no puedo saludar a tus padres así. ¿Y qué me voy a poner mañana?
Max sonríe, es extraño verlo sonreír así, pero me enamora mucho más.
-Deja de pensar tanto, Kya.
-Lo sé, pero...
-¿Vamos a bajar o no?
Asiento una sola vez y después beso sus labios por unos segundos. Ese max de hielo sigue siéndolo, pero hay veces en las que puedo sentir a mi Max real, como en este beso por ejemplo.
-Vamos.

Max me abre la puerta del coche, casi me desmayé la primer vez que lo hizo, pero noto que a él no le gusta que le ponga cara de tonta cada vez que es caballero, es decir, tengo que fingir que nada sucede, ni siquiera debo darle las gracias porque él lo detesta, pero por dentro sonrío como una estúpida.
Llegamos a la entrada, Max golpea la puerta de vidrio un par de veces, y después toca el timbre de la derecha. Tomo su mano y él la aprieta levemente, como si estuviese buscando algo de valor para hacer esto. Tal vez por eso estoy aquí.
Por lo que puedo ver desde aquí, la casa se ve nueva, completamente elegante y moderna.
A lo lejos, una mujer con la vestimenta de servicio gris se acerca a ambos, abre la puerta y nos recibe con una sonrisa.
-Buenos días. Soy Beth.
Max asiente, también parece perdido, pero yo no suelto su mano.
-Maxwell -responde con ese tono se sequedad que hace que le dé un leve codazo para que se comporte, pero no lo hace-. Ella es Kya, mi novia.
-La señora Pearson me avisó de su llegada, ¿les enseño su habitación?
Max la mira, parece de muy mal humor, y esto se pone cada vez más incómodo.
-¿Y mis padres?
La mujer sonríe como si intentase disculparse.
-La señora Pearson está en el club, como todos los sábados, y él señor salió muy temprano.
Max suelta una risita casi sarcástica y después niega levemente con la cabeza.
-Ya entendí. Llévanos a nuestra habitación.
-Por favor -agrego rápidamente al ver que Max se comporta descortés, y le sonrío a esa mujer.

Nuestra habitación es inmensa, tiene vista al jardín de la casa y está al final del pasillo. Lo malo es que no tenemos nuestro baño propio, y Max está molesto por eso desde hace unos minutos, pero no me importa. Sólo será una noche.
-Ya, deja de maldecir -le digo, sin contener mi sonrisa. Me acerco a la cama, muevo sus brazos y me siento en sus piernas.
Él no parece mirarme, está en otro mundo y noto que no le encanta estar aquí. Es el Max gruñón de nuevo.
-¿Qué sucede? -susurro sobre su oído, después beso su mejilla y acaricio su cabello.
Él por fin rodea mi cintura, pero sigue con la mirada perdida en algún lugar del cuarto.
-Nada, estoy bien.
-Puedes decírmelo.
Él suelta un suspiro y por fin me mira. Esos ojos grises se ven diferentes, hay algo extraño, algo que lo molesta.
-Nada. Es sólo qué... Nada sucede. ¿Tienes hambre?
Niego levemente, cierro los ojos cuando su mano recorre mi cabello, desde la raíz hasta las puntas, después beso sus labios, hundo mis manos en su cabello y me acerco mucho más a su torso.
-Max... -advierto cuando su mano se mete debajo de mi camiseta y sus dedos empiezan a tocar mis senos.
Él sonríe con malicia, me lanza hacia el colchón y se coloca encima de mi. Su cuerpo hace presión sobre el mío, respiro con un poco de prisa y espero para saber cuál será su próximo movimiento.
Me observa, después acerca su boca a mi cuello y empieza a besarlo muy lentamente. Cierro los ojos, me aferro a su espalda y separo las piernas para sentirlo más cerca.
Él quiere hacerlo y aunque me parezca que está mal, sé que él siempre va a salir ganando si se trata de esto.
-¿Y si viene alguien? -pregunto con una sonrisita, mientras que eleva mi blusa hasta descubrir los senos.
-Nadie, vendrá.
Lo miro a los ojos y ambos oímos como un coche se estaciona en la entrada. Es evidente que alguien ha llegado y sólo puedo reír.
-Creo que si vino alguien.
Max suelta un suspiro, pone mala cara, acomoda mi blusa y después toma mi mano para ayudarme a levantar.
-Debe ser mi hermana.
-¿Estoy bien así?
Max me mira, mientras que acomodo mi blusa y mi cabello.
Cuando lo veo a los ojos veo es cosa que no sé como explicar, su mirada es diferente, se perdió en mi por completo, como si fuese algo exótico y que lo deleita. Muy pocas veces he visto esto.
-Te ves hermosa -asegura en un murmuro. Le ha costado decirlo, lo sé, pero lo hizo y ahora noto que se ve incómodo.
No puedo saltar y gritar hacia él, sólo sonrío levemente, tomo su mano y dejo que él me guíe por la casa hasta la entrada.

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora