Capítulo 13

4.3K 576 74
                                    

Otro sábado más, y creo que de todos es el peor día de la semana. Max estará aquí todo el día y yo ciertamente toda la tarde.
Mi clase acabó hace unos minutos, todas de han despedido y camino hasta mi bolso para tomar mi toalla y secar mi cara.
Tengo dos horas para practicar la coreografía para las audiciones y aunque no quiero hacerlo porque Max anda por ahí, no tengo más opción. En tres años me he encariñado mucho con este lugar, y sé que tendré que dejarlo en cualquier momento.
Coloco la música, estiro un poco las piernas y después me ato mis zapatillas. Sé que está audición será la típica y clásica, pero quiero destacar con algo diferente, es por eso que Beyoncé estará en mi remix de canciones.
Cierro los ojos, suspiro y empiezo a moverme por el lugar. Recuerdo con exactitud cada paso, es mi coreografía y cada movimiento me transporta a un lugar, un hecho y un sentimiento diferente. Es como contar una historia, no lo olvido con facilidad.
-Kya...
La voz de Max se hace oír por encima de la música, luego la canción se detiene y él se acerca a mi a toda prisa.
Se ve molesto, y francamente no sé qué sucede, pero si sé que me dolerá y que me hará llorar cuando llegue a casa.
-¿Qué haces?
-Tu clase ya acabó -responde con sequedad.
Frunzo el ceño y coloco mis manos en la cintura. Necesito aire y fuerzas para sobrellevar toda esta mierda.
-¿Y ahora cuál es el problema, Max? -pregunto, completamente rendida.
-¿Por qué sigues aquí?
Suelto un suspiro y lo miro. Hacerlo duele, me recuerda muchas cosas, pero sobre todo las malas. ¿Cómo pude ser tan estúpida?
-Estoy practicando un poco. Pero si te molesto...
-Tengo algo que decirte, Kya.
Tengo esa sensación en el estómago, esa que me dice que todo lo malo aquí está por venir.
-¿Si no quieres que me quede a usar tu maldito estudio después de dar mis clases, solo dímelo ahora.
Max suspira, pero no se atreve a mirarme a los ojos. Típico de Max, un cobarde.
-Ya no quiero que des clases aquí.
Mi boca se abre y estoy varios segundos viéndolo sin terminar de entender lo que realmente significa. No puede ser cierto.
-¿De qué estás hablando?
-Eso. Ya no quiero que des clases aquí.
-¿Por qué? -grito con algo de desesperación. Definitivamente no esperaba esto ahora...
-Estoy buscando un reemplazo, y cuando lo encuentre voy a avisarte.
-¿De qué mierda estás hablando?
-Ya te lo dije.
No quiero ponerme a llorar, pero soy tan débil... Él sabe cómo dañarme sin siquiera esforzarse por hacerlo. Y me da siempre en donde más me duele y me importa.
-¡No puedes hacerme esto, Maxwell! -digo, y muerdo mi labio inferior porque no voy a llorar delante de él.
-Es lo mejor.
-¿Para quién? ¡Estás mezclando el trabajo con lo nuestro!
-¡No, estoy separando las cosas como debí hacerlo desde el principio! !Ya no me gusta tenerte aquí, Kya! Es lo mejor para ambos. Si seguimos con esta mierda, en cualquier momento vamos a volver y todo será como antes. Siempre es lo mismo.
-¿Cuál es tu maldito motivo en realidad?
-¡No quiero volver a lo mismo! ¡Quiero terminar con esto de verdad!
Esto es una mierda y él es una mierda también. Siento que he sido tan ciega todo este tiempo...
-¿Tan rápido se esfumó todo lo nuestro o es que de verdad nunca sentiste nada? -pregunto con un hilo de voz, pero él no responde, sólo desvía su mirada hacia el suelo.
No necesito saberlo en realidad. Creo que sé su respuesta porque él no me demuestra otra cosa, pero prefiero quedarme con esa hermosa mentira, esa que me decía que nos amabamos y que él era así, pero que conmigo trataba de cambiar y de ser diferente...
-No puedo creer que hagas esto.

Lunes, un lunes de mierda en dónde lo único que quiero hacer es dormir. He llorado todo el maldito fin de semana por culpa de Max y me encargué de quitar todos sus recuerdos de mi habitación, para no pensar y recordar, pero eso es casi imposible.
¿A él le sucede lo mismo? Cuando voy a la sala de estar recuerdo como mirábamos películas los domingos por la tarde, nos besábamos y el acariciaba mi cabello hasta que yo me quedaba dormida, cuando voy a la cocina recuerdo esa vez que intenté cocinar algo... Y fue un maldito desastre en dónde yo me sentía avergonzada y él me sonreía. Cuando voy por el pasillo y cruzo la puerta del baño, lo recuerdo, tomándome de la cintura, acariciando mi trasero y diciéndome que quería tenerme, que no le importaba si papá nos descubría. Cuando estoy en mi habitación... Mi maldita habitación​ es un maldito baúl lleno de recuerdo que no soy capaz de nombrar. Y eso me destroza aún más.
¿Él va a recordarme en cada rincón de su apartamento como lo hago yo? ¿Se sentirá mal por ello o solo va a ignorarlo?
¿Cómo va a dormir en su cama sabiendo que yo estuve ahí tres años seguidos? ¿En realidad le importa todo esto?
No puedo ni siquiera imaginar que estará haciendo ahora.
-Vamos, se hace tarde -me dice mamá, encendiendo la luz de mi habitación.
-Lo sé -respondo levemente y aparto el edredón.
Tengo casi veintitrés años y aún vivo con mis padres. ¿Qué demonios hago con mi vida? Fue estúpido creer que Max y yo viviríamos juntos alguna vez...

En el desayuno papá solo me mira fijamente y después sigue con su ensalada de frutas y su té, mamá ya no está aquí y Simón tampoco. No sé qué decir, no tengo hambre y trato de no pensar en nada.
-¿Estás bien?
Asiento una vez y miro mi plato, pero me siento tan malditamente sensible que vuelvo a recordar todo en un segundo y mis ojos se llenan de lágrimas.
-Kya...
-No quiero ir a la empresa hoy. No me siento bien.
Papá suelta un suspiro y después estira su mano para ponerla encima de la mía. Se siente bien, pero nada es suficiente para quita todo esto que siento.
-Lo peor que puedes hacer es quedarte aquí, sola, y pensando en todo esto.
Sí, él tiene razón. Lo que necesito es empezar de nuevo, toda mi vida de nuevo. Dejando solo la empresa y la universidad en la lista.
-Papá...
Ahora me atrevo a mirarlo, las lágrimas se han ido y un gran impulso se apodera de mi.
-No me gusta verte así, Kya.
-Quiero un apartamento -digo con seguridad y desvío mi mirada para no ver su cara de espanto. Sé que llegó el momento de largarme de aquí y dejar de ser la niña de mamá y papá.
-Kya...
-Es lo mejor. Ya no soy una niña, y quiero empezar otra vez. Sé que con él se acabó para siempre. No volverá.
-Le vas a romper el corazón a tu madre, Kya.
-Lo sé, pero... Si antes no lo hice fue porque no quería lastimar a mamá, pero no voy a quedarme aquí para siempre. Y necesito un cambio. Volveré al ballet y a los musicales, estaré en la empresa y en la universidad y quiero...
-Está bien.
-¿Qué? -pregunto sin poder creerlo. Esperaba un regalo y una larga pelea, pero esto jamás, y menos de papá.
-Sí quieres esto y te hará sentir mejor, lo haremos.
-¿En serio?
-Sí, pero como ya eres una adulta, vas a cambiarte de ropa para ir al trabajo.
Papá me sonríe con diversión y aunque no pueda creerlo, le pongo los ojos en blanco, no esperaba eso, pero recibo su beso en la frente y después su advertencia.
-Quiero verte en la reunión de las nueve.
-Lo haré.

El ascensor se detiene en el piso seis y miro mi reloj una vez más. Solo faltan unos pocos minutos para las nueve, papá vendrá a buscarme y aún no he revisado nada de lo que tratará la reunión de hoy. Sé que va a molestarse.
-¡Es tardísimo! -chilla Nat al verme.
-¡No es mi culpa! -respondo con prisa y desesperación-. La cuidad es un caos, llevo casi veinte minutos de demora sólo por dos malditos semáforos...
-Tienes una reunión a las nueve.
Tomo las tres carpetas que están encima de la mesa y al abrirlas trato de leer todo lo que está subrayado. Es una pequeña trampa que hacemos Nat y yo, con los más importante. No entiendo muy bien a qué viene todo esto, pero trato de tomar las palabras claves y armar una idea.
-Hola... Tengo esto para el piso seis.
Esa voz. Esa maldita voz.
No quiero voltear, pero un impulso me obliga a hacerlo.
Nat mira la caja con el ceño fruncido y yo lo miro a él. No demora nada en notar mi presencia y noto como sus ojos se amplían un poco por la sorpresa. En este momento me siento tonta y fuera de lugar, y él está algo confundido, pero cuando da un paso a mi y me sonríe levemente, de verdad creo que voy a desmayarme.
Oh, no. Mamá... ¿qué has hecho?
-Hola -me dice como la primera vez. Parpadeo un par de veces, dejo la carpeta encima del escritorio y trato de hablar, pero luego de dos intentos por fin logro decir algo.
-Hola.
Él observa mi atuendo, ese vestido negro con el blaiser blanco, después vuelve a sonreír.
-Trabajas aquí... -afirma.
Asiento con torpeza y jugueteo con el borde del abrigo.
-Sí. Por lo visto obtuviste el empleo -digo, y no logro reconocer mi propia voz. Se oye extraña y nerviosa.
-Sí, de hecho... Bueno... -sí, el también se ve nervioso, pasa una mano por su pelo y después mira su camiseta blanca con el logo de Queen Cakes. Y mierda, le queda muy bien-. Es mi primer día.
-Felicidades. ¿En que sección te mando mamá el día de hoy?
-Repartidor -responde con esa sonrisa que... Por Díos.
-Bien, por ahora amarás tu empleo, pero si te toca cafetería y tienes que ser mesero... Bueno, voy a sentir lástima por tí.
Él se rie levemente y me mira.
-Tengo experiencia con eso.
-Tambien yo. Trabajé ahí un tiempo, pero si quieres saber, la camiseta color rosa pastel es lo más adorable.
Otra risa y la mano por su cabello. Bien, ahora estoy más relajada.
-¿A qué chico no le gusta el rosa pastel? -bromea, y siento que por primera vez en toda una semana soy capaz de sonreír de verdad.
-Sí, tienes razón...
-Kya.
La voz de papá me distrae, lo miro sin saber que decir y él observa a Nick con mala cara. Está algo pensativo, pero no dice más.
-Ya estoy lista -miento y tomo las carpetas de encima de la mesa con algo de torpeza, sabiendo que Nick me mira.
-Señor Eggers, hay una sorpresa para usted el día de hoy -comenta Nat, acercándose a papá con la caja de la pastelería. Papá sonríe, toma un cupcake de doble chocolate con relleno de arándanos y cobertura amarilla con sabor a limón.
-Gracias Nat. Lo comeré en el camino. Vámonos Kya.
Me apresura. Tomo mi bolso y me acerco a él, después miro a Nick, que parece más que perdido, lo saludo con la mano sin que papá lo noté, y camino con prisa hasta el ascensor.
Puedo ver cómo él me sonríe una vez más antes de que las puertas metálicas se cierren...

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora