Bueno, hola a ti chica.

Permití que mis ojos hicieran un recorrido por su cuerpo, comprobando lo que tenía para mí. El escote de su camiseta o vestido –no lo sabía bien– ocultaban un buen par de pechos. Y esa boca que lucía me provocaba los más sucios pensamientos. ¿Cómo se vería alrededor de mi polla esta noche o abierta en un silencioso gemido? Seguro como el infierno que me encantaría esa respuesta.

Una muy mal fingida tos me arrancó de mi mente, donde estaba casi follándomela encima de una mesa. Sin embargo, no me agrada tanto como supuse al verla. La chica castaña del otro lado volvió a retener mi atención. Solo una persona estaría molestándome en un momento así. Ava debía haber notado lo que hacía con la otra y no le agradaba para nada. Pero, ¿realmente sería ella?

―¿Disculpa? ―le hablé―.¿Eso que acabas de hacer iba para mí?

―¿Para quién sino? ―Se dio la vuelta para enfrentarme y sí, era ella―. Solo tú tendrías el descaro de follarla en tu cabeza solo con verla.

―Y que, ¿acaso te molesta? ¿Estás celosa de eso? ―La piqué, sabiendo cómo reaccionaría. Me encantaba verla enojada conmigo. Era caliente.

―¿Yo, celosa por eso? Ya tuve lo que tanto presumes y créeme, no me gustaría repetirlo.

Avancé hacia ella, acercándome lo suficiente como para que nadie pudiera escuchar nuestra conversación. No quería que un montón de idiotas nos hicieran callar o se enfadaran por lo que decíamos. Su cuerpo se estremeció por mi cercanía y la piel detrás de su oído se erizó cuando llegué a él. Su espalda se tornó rígida y su respiración se detuvo momentáneamente. Era tan genial poder causarle esto.

―No recuerdo que actuaras así cuando te tenía debajo de mí y estaba enterrado hasta el fondo en tu interior.

―No me quejé porque, vamos, ¿quién lo haría cuando recibe un orgasmo gratis? ―respondió.

―Entonces, ¿dices que los orgasmos que te di eran bastante buenos como para nublar tu mente? ―Sonreía arrogante―. Me lo dicen seguido. Muy seguido.

Bebió lo que fuera que se encontraba en su vaso sin dejar ni un solo rastro en él. No me perdí el movimiento que su garganta hizo mientras el alcohol bajaba por ella, alojándose en su vientre. ¿Quién era la pelirroja de hace rato? ¿Por qué me interesaría en otra cuando tenía a esta preciosidad a mi lado? Joder, esa pregunta sonaba peligrosa.

―Sí, bueno, las mujeres suelen mentir cuando no quieren volver a meterse con el mismo hombre.

Llevé una mano a mi corazón, su comentario doliéndome más de lo que me gustaría admitir. Sonaba como una broma, pero no se sentía así. Nunca me había acostado con la misma chica más de una vez como para corroborarlo. Pasaba de ellas como si fueran ropa interior o papel desechable. Bueno, eso era hasta que ella entró en mi vida y prácticamente destrozó todo lo que construí para protegerme.

―Me hieres, nena ―fue lo único que pude contestar.

―Oh, lo lamento tanto, pobrecito de ti. ¿Tendré que llamar a la pelirroja para que te cuide tus heridas o puedes hacerlo por ti mismo? ―preguntó, su voz baja.

―Podrías hacer tú. Ya sabes cómo me gusta que me cuiden ―susurré en su oído―. Y creo que te gustaría más que a mí, nena.

Me apartó de su lado, empujándome con ambas manos presionadas contra mi pecho. Su toque causaba toda clase de cosas extrañas en mi cuerpo. El muy traidor reaccionaba a un mísero roce y se alborotaba como si ella me estuviera acariciando de arriba abajo. Ava lo notó, su sonrisa engrandeciéndose y su mirada oscureciéndose. Lucía igual que un gato arrinconando a su próxima presa. Lo que fuera que pensaba comenzaba a agradarme.

El Rastro de Ti [C.O.R. #1]Where stories live. Discover now