Capítulo LIV

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Estaba en aprietos, no podía beberlo si quería escapar, quizá era la oportunidad que estaba esperando.

—No

—¿Qué has dicho?

—He dicho no, no lo voy a beber— le aventé el brazo y el agua cayó al suelo, el vaso se estrelló contra el cemento y se partió en pedacitos. Ella cerró los ojos

—Maldita insolente— comenzó a decir

Y sin pensarlo mucho, me levanté tan rápido como mi magullado cuerpo me lo permitió, la empujé y ella perdió el equilibrio; la rubia reaccionó y me tomó el cabello, solté un alarido y caí de sentón en el duro piso. Se posicionó sobre mí, a horcajadas, me propinó una fuerte bofetada en la nariz y tan pronto como lo hizo vi estrellas. Nuestra pelea fue bastante dispareja, lazaba porrazos hacia mí y casi todos me golpeaban y de pronto, con cara de lunática, cesó, me miró y posicionó las manos alrededor de mi cuello, comenzando a apretar.

El paso del aire se cerró y yo comencé a ahogarme, moviendo las manos para intentar detenerla, metí la mano debajo de la almohada que no quedaba muy lejos y tomé el cristal. Atesté un golpe tan fuerte como pude sobre su pierna y ella gritó, soltándome, volví a atacarla y pude notar como su sangre fresca caía sobre mi cara y pecho, le había cortado la mejilla.

Se quitó de encima de mí con el coraje saliéndole por los ojos y el agudo dolor por los poros, aproveché y salí de debajo de ella, me arrastré hasta la puerta y cuando llegué por fin la empujé: libertad, o lo más parecido a ella.

La rubia me alcanzó en el pasillo y me pateó con fuerza una pierna, evitando que siguiera avanzando. Caí y la miré desde el piso, era imponente; tomó un tubo oxidado del piso y lanzó un golpe hacía mí, dando de nuevo en mis costillas, grité, el dolor era insoportable, me volvió a golpear el flanco izquierdo y yo alcé las manos.

—Basta, basta, por favor— le rogué

—Te he dicho que no desobedecieras...— gritó, escupiéndome

Esta vez, propinó un fuerte batazo sobre mi estómago, sacándome todo el aire, inspiré con desesperación y comencé a llorar al tiempo que me ahogaba, me arrastré como pude hacia el hueco que dejaba ver las escaleras. Ella volvió a alzar cilindro y yo me protegí la nuca.

—Para, para por favor... estoy embarazada— gemí

Y de pronto, los golpes cesaron, Emily se quedó petrificada y yo alcé un poco la vista, estaba lívida, podría verlo con la poca luz del día.

—Mentirosa— clamó

—Yo no miento, Emily, jamás...— repetí su discurso del día anterior

Negó con la cabeza al tiempo que yo lograba levantarme con una fuerza que ni yo supe de donde saqué y comenzaba a correr, sin importarme el reclamo de mi dañado cuerpo, el viento pasaba por mis oídos y las lágrimas inundaban los ojos, los pulmones me comenzaban a fallar.

...

*Joe*

El auto protestaba por la velocidad en la que iba por la carretera, las llantas chirriaban en cada vuelta y el sudor me cubría la nuca. Apreté el volante con las manos y hundí más el pie en el pedal. Los minutos eran eternos.

Derrapé con un fuerte estruendo frente al camino de tierra y sin molestarme en siquiera cerrar o apagar el auto salté de él. Caminé rápidamente entre los árboles que rodeaban el lugar, salí a lo que era la entrada y me di cuenta de que la cerradura estaba forzada, entré, el lugar era increíblemente oscuro y húmedo, iluminé con ayuda de mi teléfono y comencé a caminar, fijándome en donde pisaba para no caer.

Todas las noches de mi vida [J.Jonas]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora