Capítulo XXIV

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Los siguientes dos días estuvieron llenos de dulce y frío, literalmente. _________ sentía que habíamos desperdiciado durmiendo nuestro primer día en Francia juntos, pero yo no me quejaba pues había dormido mejor que cualquier día y compartir el día completo con la ojiverde era lo mejor que había hecho hasta ahora.

El segundo día nos dirigimos a caminar por la ciudad, no había regresado por el coche a la agencia de renta (realmente lo hice porque Evans nos quería "perder más tiempo", a pesar de que yo había insistido en que no se preocupara por él) así que nos movíamos en Uber y en metro; me hizo llevarla a todas las chocolaterías de la ciudad (o yo lo sentí así) y gastó la mitad de su dinero en azúcar.

—¿Qué tal este? ¿crees que le guste? — preguntó por tercera vez cuando me estampó un chocolate en forma rectangular contra los dientes

—Sí, es bueno— repetí por tercera vez

—Ya has dicho eso, sé sincero— dijo algo molesta

—No lo sé, Evans... Denise no es de comer mucho dulce

—¿Entonces que le llevaré? — lloriqueó, mordiendo su sexto chocolate

—No lo sé— me reí escandalosamente con lo ridículo de la situación

La pelirroja se enfurruñó y se dirigió hacia la caja. Suspiré y metí las manos en la gabardina, echando la cabeza hacia atrás, troné mi cuello y comencé a sentirme incómodo.

Alguien me observaba, podía sentirlo, los vellos de la nuca se me erizaron con la sensación tan extraña; miré en dirección de ________y la encontré pidiendo nuevos dulces. Hacia la derecha, nada; izquierda, nada.

Entonces la vi, frente a mí. Mirándome a través del vidrio adornado de blancas letras que rezaban "La maison du chocolat", una especie de arcada me subió por el esófago y pude jurar que perdí toda la sangre del rostro. Traía el cabello a la altura de los hombros, lacio, teñido de un rubio cenizo y los labios cereza, como siempre. Pude haberla visto y no reconocerla, pero esos ojos eran inconfundibles. De largas pestañas y delineado perfecto.

Comenzó a avanzar hacia mí con pasos cortos, haciendo resonar sus botas contra el asfalto y entrando a la tienda, dejando una leve corriente de aire entrar. ¿Cómo podía sostenerse si afuera nevaba y ella andaba en tacones de aguja?

A medida que caminaba pude ver como su expresión era de sorpresa, incredulidad y con un dejo de ¿cariño?

—¿Joe? ¿Joe Jonas? — había olvidado su voz casi por completo, el pecho me dolió —¿En serio eres tú? — sonrió, mostrando dos hileras de perfectos dientes blancos, su incisivo inferior estaba derecho, se había hecho ortodoncia

—Yo...— abrí la boca un poco

—Claro que eres tú— gorgoteó con emoción, lanzándose a mis brazos

La sostuve como pude y ella me apretó con fuerza, tomándome de los brazos después.

Estampó sus labios contra ambas mejillas, dejándome un rastro de gloss. Sentí unas repentinas ganas de llorar, me faltaba el aire.

—No puedo creerlo, Joseph ¿Qué haces aquí? — preguntó apretando mi brazo, sentí el repentino deseo de empujarla lejos

—Yo... yo...— tenía la voz seca

—¡Vamos, tonto! Parece que viste un fantasma— se río con fuerza, se acercó a mí y con cariño acarició mi mejilla

—Yo...

—Eh... ¿hola? — la voz de otra mujer me sacó de mi shock y volteé violentamente, para encontrarme un par de ojos verdes bastante confundidos

Todas las noches de mi vida [J.Jonas]Where stories live. Discover now