Capítulo 30: Infierno *Parte 1*

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—Jódete, Alex.

Después de ponerme al corriente con mi clase de lenguaje y música, el maestro nos pidió que buscáramos una canción totalmente a lo que acostumbramos a escuchar, con el fin de familiarizarnos con otras notas musicales. La finalidad de aquella actividad, era más allá de acoplarnos a unos tonos, pues era más que todo con el hecho de que expandiéramos nuestras fronteras y encontráramos una letra que expresara lo que sentimos. Al paso de varias horas y no haber asistido al curso de diseño debido a la sesión con Bowell, no encontraba nada en internet que realmente llamara mi atención, nada que no fuese de mis grupos favoritos, pero sabía que si le enseñaba al maestro una de las canciones que había elegido de mi lista de reproducción; me mandaría por un tubo, pues conoce mis gustos.

Antes de darme por vencido y que el cansancio me ganara, encontré una canción de un artista que no solía escuchar, pero al momento en que la guitarra comenzó a sonar y él empezó a cantar aquella canción que claramente expresaba lo que sentía, sabía que era la indicada. Había encontrado una canción que expresaba todo lo que siento por Elizabeth. El jueves por la tarde mi hermosa castaña no llegó a los cursos y algo no me pintaba bien, así que me decidí por enviarle un mensaje, pero en este solo me explicaba que tenía tareas y proyectos pendientes que le evitaban salir de su casa. Al menos me mantenía tranquilo saber que no era alguna otra cosa que se estaba metiendo entre nosotros.

Doce días han pasado desde la última vez que vi a Elizabeth, el recuerdo de aquella vez que la vi subiendo a su auto sigue impregnado en mi corazón. Debido a que no responde seguido mis mensajes, lo único que se de ella es que su salud no está del todo bien, quise darle su espacio y el único medio de comunicación que tengo hacia ella, son sus amigas. Que son las que me mantienen informadas de cómo es que está ella. Durante todos estos días ha llegado tarde a las clases y se va antes de que nos indiquen que podemos descansar o nos den tiempo para hablar con nuestros compañeros. Incluso, salí tras de ella, pues no permitiría que otro día se fuera así, sin decir nada, pero al parecer estaba claro que no quería estar cerca de mí, pues al cruzar aquella puerta de entrada, desapareció. La busqué por todos lados, pero al parecer simplemente no quería hablar conmigo y sabía bien que Ackerman estaba detrás de todo eso, pero el problema es que no tenía ni una jodida prueba.

Dos días más tarde, mi infierno me quemaba, ni siquiera podía concentrarme en ensayar la canción y mucho menos en terminar los proyectos pendientes, necesitaba respuestas y nuevamente sabía que la única que podía dármelas, era Marcela. Sin pensarlo dos veces, puse la guitarra de lado, que anteriormente había sujetado para ensayar, y tomé mi celular, necesitaba hablar urgentemente con ella.

—Marcela.

—¡Hey, hola thi—me contestó bastante amable—

—¿Alguna noticia de ella? —pregunté mientras daba pequeños golpes a mi escritorio con la pluma—

—Por desgracia sí—contestó y me puse completamente nervioso—

—¿Qué pasó? ¿está bien? —pregunté rápidamente—

—Hoy cuando íbamos de camino a nuestra primera clase, estuvo a nada de desmayarse—me dijo y por un momento mi mundo se paralizó—sé que te lo digo muy de golpe, pero sabes que odio que las personas no sean directas.

—Entiendo—contesté apenas—¿la revisaron en la enfermería?

—Sí, le aconsejaron que viera un doctor y le dieron algo de azúcar, la enfermera comentó que fue un bajón de azúcar repentino.

—Ya veo, Marcela, no sé qué mierda hacer, no responde mis mensajes, temo que alguien la haya presionado para que no se me acerque o algo.

—Hoy la encaramos por lo mismo, está actuando de manera rara y le advertimos que si sigue así, te perderá, aunque sé que tu ni de broma dejarás de insistir, además, estoy bastante segura que el imbécil de Frank está detrás de todo esto.

Ella (Segundo libro de Cartas a quien un día amé ♥)Where stories live. Discover now