Capítulo 28: Insomnio

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Capítulo 28

Insomnio

Llegué a casa y estacioné el auto, me quedé dentro para reflexionar un poco todos los errores que había cometido aquella noche. Todo iba perfecto, la estaba pasando de maravilla al lado de mi castaña, a excepción de que aquel nombre ya tenía un rostro, y aquella chica que fue parte de un engaño y un corazón roto, también.

El labio seguía latiendo con mayor intensidad, no podía creer la bajeza marcada por Ackerman al tener que utilizar un anillo para afectarme el doble o triple de lo que realmente hubiera hecho. Pensé un par de veces antes de salir del auto y entrar a casa, pero la verdad es que estaba cansado y no quería darle explicaciones a nadie que no fuera mi castaña. Estaba bastante seguro que Mike se molestaría al verme y que decir de mi madre, qué seguramente se pondría como loca y pensaría que nuevamente estaba ocasionando problemas.

Entré a casa y por suerte todo estaba en completo silencio y las luces apagadas, Mike ya estaba dormido, di un vistazo rápido a mi reloj y estaban por dar las dos de la mañana, al menos no tendría que explicarle lo sucedido. Llegué a mi recamara y me deshice de la ropa, miré un par de veces la pantalla de mi celular pensando si era una buena idea llamar a mi castaña, pero lo que prácticamente me había pedido era espacio y se lo concedería. Después de cambiarme y lanzar al cesto de la ropa sucia todo el conjunto junto con la camisa que anteriormente era blanca, me metí en un pijama y con cuidado me puse una playera.

Cuarenta minutos después de que me acosté, intenté dormir, pero simplemente no lo lograba. No podía dejar de pensar en Elizabeth, Jessica y pedazo de mierda que me tomó desprevenido y me regaló ese golpe. Simplemente no podía aceptar la posibilidad de que Elizabeth creyera cualquier cosa que me ligara a Jessica, claro está que sea cualquier cosa en este entonces, no en el pasado. Después de un buen rato de dar vueltas en la cama, me di por vencido y encendí mi laptop para ponerle al corriente con mi cuenta de W&K , ya había pasado bastante tiempo desde que no jugaba y aparte de que mi pueblo me necesitara, yo necesitaba despejar un poco mi mente y buscar la manera de reparar las cosas con mi hermosa castaña, no podía permitir que se alejara de mi lado y mucho menos por eso.

Cuatro horas más tarde ya me había servido mi tercera taza de café negro y releía por quinta vez un capítulo más de Inferno. No podía concentrarme por más que intentaba, y la foto de Elizabeth como fondo del escritorio de mi laptop solo me hacía pensar una cosa: si la perdía ya nada tendría sentido.

La alarma de mi celular sonó exactamente a las 7:30 de la mañana para anunciarme que era hora de hacer mi rutina de ejercicio, no había dormido ni un solo minuto en toda la noche; incluso, tuve la oportunidad de ver el amanecer, pero con los pocos ánimos que tenía, el nulo descanso que tenía mi cuerpo y mi mente hecha un lío, no me permitieron cambiarme de ropa y comenzar a ejercitarme.

Minutos más tarde y escuché que Mike había abierto la llave de la ducha, mientras yo seguía viendo el amanecer permaneciendo sentado en la silla, que había movido hacia la ventana, mentalizaba que le diría por mi golpe ya evidente y mi coraje creciendo cada segundo. Antes de encontrarlo en el pasillo o esperar a que bajara a la cocina, decidí bajar y comenzar a preparar el almuerzo, si al menos me iba a sermonear, no quería que lo hiciera con el estómago vacío. Casi a punto de terminar de asar unas tiras de tocino, escuché que bajaba las escaleras y sin voltear a verlo comenzó a hablar.

—¿Madrugando? —preguntó al momento que lo escuché tomar la jarra de la cafetera—Muy buena canción, por cierto.

Arctic Monkeys—dije inclinando mi cabeza hacia mi reproductor—siempre hacen buenas canciones.

Ella (Segundo libro de Cartas a quien un día amé ♥)Where stories live. Discover now