Capítulo 3: Resaca

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Desperté con una fuerte punzada en la cabeza y la luz mañanera cegándome. Escenas de la noche anterior venían una y otra vez mientras me remolineaba en la cama, la cual no me preocupé por preparar antes de dormir pues recuerdo que lo único que mi sub consiente hizo fue sacar de un tirón la playera y lanzarla hacia algún lugar de la recamara y desabotonar la parte superior del pantalón.

-Levántate, tienes cosas por hacer-comentó Mike mientras me estiraba la parte baja del pantalón-

-Mierda Mike, es demasiado temprano, déjame dormir, me duele la cabeza-tomé la almohada más cercana y me cubrí la cabeza-

-Me importa muy poco lo que sientas, te he dicho que te levantes.

-Joder Mike, joder. Es sábado, déjame dormir; estoy cansado.

-¿Cansado? Mira, que casualidad, yo también estoy cansado de tu actitud.-comentó al momento que escuche abrirse la puerta de la recamara- Te espero en diez minutos en el auto. Hoy ayudaras a tu abuela con su invernadero. -Agregó antes de cerrar de un portazo-

Al escucharlo decir lo último la resaca y mi furia interior despertaron para hacerme lanzar la almohada hacia la puerta, junto con eso un fuerte grito en signo de mi desesperación.

Los ojos me pesaban, los estragos del alcohol taladraban cada parte de mi cabeza y el cansancio me cobrara la cuenta, sin pensarlo dos veces, mande al demonio la orden de Mike, me giré para que la luz mañanera no me molestara y me hundí en un profundo sueño en donde ahora una castaña de cabello largo me sonreía desde el otro lado de la calle. Joder, era hermosa.

El fuerte sonido de la bocina del auto de Mike me retumbó hasta mi interior el cual me hizo dar un gran respingo colocándome de nuevo en la realidad. Voltee a ver hacia todos lados aclarando mi vista buscando de donde venía aquel infernal sonido hasta que caí en la cuenta que aquellos diez minutos se había convertido en cuarenta. Estaba en problemas, y yo me los había buscado. Con pocas energías reunidas salí de la cama y me coloqué en la realidad, tomé la playera del piso, me metí en los tenis, tome unas gafas del buró y alcance mi gorra para salir de la recamara, todo seguía dándome vueltas, no tenía ánimos de moverme, mucho menos de construir un maldito invernadero.

Salí de casa y Mike estaba esperando en el auto, para lo cual me di cuenta que su expresión no denotaba nada bueno, estaba todo, menos feliz. Subí al auto y ni siquiera sabía que comentar

-Gafas obscuras, gorra y la misma ropa de ayer, alguien se divirtió anoche. -Comentó Mike mientras daba marcha en dirección a casa de la abuela­-.

-Siento que muero lentamente, me late la cabeza -Agregué para aligerar la situación­-.

-Espero te hayas divertido anoche, pues no se volverá a repetir.

Sin ánimos de seguir la conversación que bien tenia todos los puntos necesarios para convertirse en una discusión, me dedique a cerrar los ojos y guardar silencio por primera vez en mi vida.

Después de varios minutos de una ligera siesta teniendo como fondo la lista de música favorita de Mike desperté con el fuerte sonido de la puerta del auto cerrarse. Habíamos llegado a casa de la abuela y Mike me había dejado solo en el auto. Realmente estaba enojado.

Bajé del auto y sentí como el sol se encargaba de pulverizar cada parte de mi cuerpo, sin ver la hora en mi celular me di cuenta que estábamos en pleno medio día y el sol se encargaba de deshacer todo a su paso. Me encamine al porche de la casa de la abuela y la pude ver charlando con mi padre, quien seguramente ya la había puesto al tanto de mi desastrosa situación.

Ella (Segundo libro de Cartas a quien un día amé ♥)Where stories live. Discover now