-¿Qué? No… -comencé. –No puedes…

-Ya no podemos seguir con esto, Lily –dijo, frotándose las sienes. –Es realmente enfermizo. Tú peleas, luego soy yo el que está molesto, demasiados obstáculos, demasiadas personas que buscan que estemos separados, y… Y lo mejor es que nos demos un tiempo. Un largo, largo tiempo.

Me quedé sin palabras, y fruncí las cejas, sin poder creer lo que estaba escuchando. Tragué saliva, y una lágrima se escapó de uno de mis ojos. Harry convirtió sus labios en una línea, y me acomodó la toalla delicadamente en el pecho. Y entonces, se dio la media vuelta y comenzó a caminar a zancadas, dejándome sola.

***

Había tomado un taxi hacia la nada en París, dirigiéndome hacia la parte fea de la ciudad, donde las sucias aceras eran fuertemente pisadas por botas roídas y los muros se caían a pedazos. Lancé el tercer cigarrillo lejos de mí y volví a restregarme los ojos con las mangas del suéter de lana marrón. No había conseguido de mi talla, así que tenía que remangármelo a cada segundo.

La revista Wanders todavía seguía enviándome dinero a través de Chuck por continuar utilizando mi imagen en sus páginas, y a pesar de que alguna vez pensé que sería genial estar en este mundo de Élite, lleno de dinero, cotilleos y cosas que brillaban, ahora me daba cuenta de lo equivocada que estaba. Ahora que mi vida entera se estaba cayendo a pedazos, aún más que como ya estaba antes de llegar hasta aquí.

Y ahora también le había perdido a él.

Me levanté del muro despedazado, tropezando con algo duro, y yéndome torpemente hacia atrás, hasta chocar mi espalda con la pared apedreada, y maldije sonoramente. Cuando alcé la vista, me encontré con un par de poderosos y cautelosos ojos grises que me observaban, y me tomó un minuto creerlo.

Rió como si no pudiera creerlo. –Lily –dijo ella. –Tiempo sin verte.

-Danna. ¿Qué estás haciendo aquí? –le pregunté, sorbiendo por la nariz las lágrimas restantes, y ella frotó sus manos en sus pantalones roídos.

-Pues, yo iba a… -sonrió, señalando con su dedo moreno y delgado hacia atrás, cuando su sonrisa se desvaneció y se me quedó observando fijamente. 

-¿Estás llorando? –me preguntó. Negué débilmente con la cabeza, cruzándome los brazos sobre el pecho para trasmitirme calor, y ella tragó saliva, y sonrió animosamente.

-Hay una cafetería guay por aquí. ¿Te gustaría conocerla? -apretó los labios, hinchando sus mejillas y dibujando un par de hoyuelos en ellas. Medio sonreí, y acepté su invitación, echando a caminar con ella.

***

La cafetería estaba acogedoramente caliente dentro, así que comencé a quitarme el suéter por encima de los hombros, y me lo amarré alrededor de la cintura. Olí brownies y café en el ambiente, y mi estómago gruñó. Con tanto ajetreo, ese día no había comido nada, y eso que siempre estaba hambrienta. Una banda indie tocaba en los pequeños altavoces ubicados en las esquinas de aquellas cuatro pequeñas paredes pintadas de amarillo chillón.

-El amarillo fue un intento por introducir luz al lugar –me dijo, con su característico acento francés. Miré fuera, a la calle, donde llovía incesablemente. Lo del amarillo había sido una buena idea.

-¿Cómo lo sabes? –pregunté, pero fui ignorada por ella. Sin embargo, hizo un movimiento amistoso de cabeza que me indicó que la siguiera.

A medida que caminábamos, vi muchos rostros jóvenes saludando a Danna, pero ella sólo se limitaba a sonreír y a responder por encima del hombro. Pero, sin embargo, su caminar era fluido y su sonrisa era realmente afectuosa, como si se pasara la vida aquí todos los días.

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