Capítulo 16. "Lily".

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“Los problemas son su único amigo, y está de vuelta otra vez.
Hacen lucir su cuerpo más viejo de lo que es.
Dice que ya es hora de irse, 
Nadie tiene mucho que decir en esta ciudad.


-Carry you Home – James Blunt”.

Esa mañana, desperté en la pequeña pero cómoda cama de Tim con él sosteniéndome a mi lado. Sentía su respiración en mi cuello y sus cabellos hacerme cosquillas. Débiles ronquidos salían de sus labios entreabiertos, y supe que ya era hora de levantarme y pensar a dónde iba a ir ahora. 

Revisé el bolso plateado y saqué un cigarrillo, el cual encendí con el encendedor verde neón favorito de Tim, quien me había ofrecido el privilegio de usarlo sólo yo porque no había visto uno de ese color antes, y quería tenerlo de recuerdo de una aventura. Tragué saliva, y me acomodé en la cama, sentándome y suspirando, echando el humo por la boca y cerrando los ojos. Todavía tenía puesto el vestido y ni siquiera me había quitado el maquillaje. 

Tan sólo había sido otra noche de mierda en mi vida. Ya se me pasaría, de todos modos. Yo nunca esperé nada de Harry… Bueno, debo admitir que sí lo hice, pero tan sólo un poquito, porque me pareció buen tipo y todo lo demás. Pero tal vez no debí fiarme de eso de todas formas. Porque terminé siendo la guarra de la fiesta. Tragué saliva. Yo no podía volver a su casa. Eso sería como aceptar que sí era una puta. Y lo era. Vaya que lo era. Pero no una guarra interesada. Y, de todos modos, no era que me importara irme. A mí nada nunca me importaba lo suficiente. Pero esto…

Tim se removió en la cama y extendió su mano hacia mí con los ojos abiertos a duras penas. Solté el humo y le extendí el cigarrillo, dejando que diera una calada y luego me lo devolviera. Él también se sentó en la cama, sacudiéndose los cabellos.

-¿Estás bien? –me preguntó. Lo miré y me humedecí los labios, extendiéndole de nuevo el cigarrillo. Me miró expectante mientras lo fumaba y volvía a devolvérmelo. Apoyé la cabeza en la pared.
-¿Recuerdas cuando compartimos nuestro primer cigarrillo? –le pregunté, cerrando los ojos.
-Sí –dijo suavemente. –Me acuerdo.
-Dijiste que querías ser como Slash, pero al final terminaste fumado y tirando la guitarra por las escaleras –le dije, sonriendo con melancolía. 
-Tú querías ser una princesa –me dijo, riéndose. –Pero luego dijiste “a la mierda”, y ésa fue tu primera grosería.
-Y entonces robé la caja de cigarros de Jason, y luego… –le dije, intentando sonreír. Pero mi boca se vino abajo en una extraña mueca de disgusto, y todos mis sentidos fueron tirados por la borda. Entonces, un gimoteo salió de mis labios, y rompí a llorar. Tim me empujó a un lado por el hombro, y mi cabeza aterrizó en su pecho, al tiempo que sentía sus labios sobre mi cabeza y su mano deslizarse en mi brazo.

La última vez que lloré fue aquella vez en la cabina telefónica, cuando tuve que dormir ahí porque estaba lloviendo y nadie se percató de mi existencia en el mundo. Porque, de todos modos, todos somos pequeñas hormigas, y siempre habrá unas más grandes que van a querer joderte.

Y lo estaba. Estaba jodida.

***

-¿Estás segura de que no quieres que vaya contigo? –me preguntó Timmy mientras yo delineaba mis ojos frente a su espejo. Tragué saliva.
-Estoy bien, Timmy –respondí. 
-Que sea gay no quiere decir que no dé buenos golpes –me dijo, sonriente. Apreté los labios, sonriendo, y suspiré.
-Estoy segura de eso –respondí. –Eres más fuerte que yo.
-Vale. Mamá y yo te esperaremos aquí, sin embargo –me dijo, al tiempo que yo guardaba el delineador en su lugar y asentía. Luego de haber roto a llorar como una magdalena, Tim me había dicho que estaba bien, que podía quedarme en su casa todo el tiempo que lo necesitara. Pero la verdad es que no podía hacer eso. Sus padres tenían un serio problema con que él fuera gay, y su situación económica no daba para alimentar a más de tres bocas. Podría buscar un trabajo, pero aún así. Yo sabía que él lo hacía con la mejor intención, pero yo simplemente no podía.

De todos modos, estaba acostumbrada. Ir de un lugar a otro sin quedarme nunca. Generalmente nunca tenía una idea de a dónde podría ir, así que digamos que estaba en una de esas situaciones otra vez y era normal.

Me di la vuelta, sonriendo hacia Timmy. En verdad quería quedarme, porque él y mi hermano eran lo único que me quedaba en el mundo y no quería regresar un día y darme cuenta de que ya no estaban.

-¿De verdad tengo que creer en el dicho que dice “si amas algo, déjalo libre”? –me preguntó. Tragué saliva, y me lancé a él, abrazándolo muy fuerte. Comenzamos a tambalearnos hacia todos los lados como cada vez que nos abrazábamos, desde que teníamos catorce. Realmente extrañaba esos tiempos, donde nada importaba y la única preocupación que tenías era irte a dormir con una rodilla lastimada. 

Nos separamos limpiándonos las lágrimas y riendo. –Vaya que te extrañaré, campeón –le dije, dándole un golpecito amistoso en el hombro. Entonces volvimos a abrazarnos muy fuerte, apretándonos hasta sacarnos el aire.

*** “Harry”.

Observé la caja de Camels perteneciente a Lily pensando en por qué mi vida era tan miserable. Cada vez que tenía algo, lo perdía, y ella no había vuelto a casa. Estaría quién sabe dónde, y probablemente se iría después. Y yo en verdad la entendía. De verdad que lo hacía, y no la culpaba en lo absoluto. 

Algo terrible debió haberle pasado como para que se fuera así de su casa siendo tan joven y arriesgarse a andar así por las calles. Yo había querido ayudarle, pero todo me había salido al revés. Sin pensarlo dos veces, saqué un Camel de la caja y me lo quedé observando. Iba a conservarlo y no iba a fumarlo nunca, porque digamos que A) mis pulmones no son amables con los cigarrillos, y B ) seguramente es todo lo que me quedaría de ella, y no quería olvidarla. 

Sabía que me sería un trabajo difícil olvidarla. Yo no olvidaba tan fácil, sobre todo cuando fui feliz por un nanosegundo con ella. Me humedecí los labios, y el timbre de la casa sonó. Me levanté del sillón resignado, escondiéndome el cigarro en el bolsillo, y abrí la puerta. Lily me miró fijamente sin expresión alguna. Todavía llevaba el vestido turquesa de la fiesta y estaba descalza. Me aparté para que pudiera entrar, y ella lo hizo, dirigiéndose a mi habitación.

Suspiré, y después de un tiempo, fui tras de ella, vacilando. Cuando llegué, ella estaba poniéndose las botas. También se había puesto las medias pantis, pero no se había quitado el vestido, y su cabello esponjado caía en picada sobre su rostro. Me miró otra vez sin decir palabra, y agarró su mochila, pasándome de largo.

-Lily –la llamé cuando estaba a punto de girar el pomo de la puerta. Ella se dio la vuelta, suspirando.

-Ten –intenté sonreír, pero simplemente no podía. Le extendí trescientos dólares, y ella los miró con el ceño fruncido, para luego volverme a mirar con sus ojos azules como el mar. –Fuiste una fantástica modelo. Quiero que los tengas.

Finalmente, los tomó suavemente, y se alejó por la puerta. 

Me dejé caer sobre el sillón. ¡Maldición, Harry!


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