Capítulo 12.

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“Tú eres la chica más solitaria en el mundo, 
Tomando tus éxitos como vienen.
Tú eres la chica más solitaria en el mundo.
Y esta noche caerías por cualquier persona.

-Loneliest Girl in the World – Cary Brothers”.

Aparqué mi Audi en un parking desolado y vi una camioneta encendida con un montón de gente rodeándola en un terraplén. A mi izquierda había una valla de tela metálica, a mi derecha un camino inclinado. El césped estaba tan crecido que casi me llegaba hasta más arriba de los tobillos, y metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón, tiritando. Esto no podía ser posible.

Una canción de Rock pesado se extendía en los altavoces gigantes del capó del auto, y un montón de chicas y chicos desfilaban de allá para acá con tragos en sus manos y cigarrillos en sus bocas. Deslicé mis ojos a través de la multitud, cuando vi a Lily dejándose tocar por un tipo mientras miraba hacia otra parte y sonreía, como si estuviera en otro planeta. Apreté la mandíbula, y me dirigí hacia ellos.

Seguidamente, jalé a Lily de la mano, y la puse detrás de mí. El tipo me miró y sacó el cigarrillo de María de sus labios y me echó el humo en la cara. Luché por no toser. 

-Eh, ¿te vas a unir? –me preguntó. Éste estaba más colocado que el armario de mi madre. Lo señalé con un dedo.
-La vuelves a tocar, y considérate muerto –gruñí. A continuación, me giré sobre mis talones cargando a Lily entre mis brazos, mientras ella miraba el cielo estrellado como si estuviéramos en un parque de atracciones. 

Una vez en el auto, eché a andar fuera del terraplén y nos conduje a ambos hacia otro terreno más abajo, donde ya no se podía oír la música ni ser iluminado por las luces de Navidad que colgaban precariamente del techo de la camioneta. Tampoco podía oler el humo de los canutos, lo que era un alivio. No iba a salir drogado de aquí yo también.

Detuve el auto y recosté la cabeza hacia atrás, soltando un soplido de aire. ¿Qué iba a hacer con mi vida?

Tragué saliva y giré la cabeza. Lily estaba mirándome con un fantasma de sonrisa extendido en sus labios. Sus manos estaban puestas en su regazo y sus piernas descansaban bajo la luz de la luna. El maquillaje negro se escurría debajo de sus ojos y su cabello estaba hecho un desastre. Pero aún así podía lucir hermosa.

-Creí que tú en verdad no hacías esto –le dije, a sabiendas de que en realidad ella no estaba consciente de nada en este momento. –Quiero decir, ¡Jesús! Pudiste haberte matado. Pudieron haberte encerrado. El tipo ése pudo haberse sobrepasado contigo, ¿qué no lo ves? ¡Estaba preocupado por ti, Lily! ¡Vas a matarme!

Ella se inclinó hacia delante, sonriendo y ladeando la cabeza para verme mejor en la espesa negrura. Tragué saliva. No estaba acostumbrado a tenerla tan cerca, pero se sentía muy bien. 

Posicionó sus manos en mi pecho, y juntó sus labios con los míos. Saboreé el Vodka que se desprendió de su lengua y un extraño sabor a medicina. Enterré mis dedos en mi cabello, acariciándolos al tiempo que ella introducía sus manos dentro de mi camisa y acariciaba mi pecho de arriba hacia abajo, y pude sentir el millón de estrellas que nos bañaban a ambos.

Pero esto estaba mal. Ella ni siquiera estaba del todo consciente de lo que hacía, y no quería siquiera contar el número de chicos con los que había hecho lo mismo al estar poseía bajo los efectos del MDMA esta noche, porque probablemente no me gustaría la respuesta. 

Además, yo tampoco debería estar haciendo esto. No con Vanessa pululando en mi mente. No con todo lo que había sucedido.

Aparté a Lily de mí, sintiendo un cosquilleo extraño en mis labios y en mis extremidades, y ella apoyó su cabeza en la ventana, riendo descontroladamente en voz baja. Resoplé, y arranqué el auto, ignorando la bonita sensación de felicidad que me invadió durante, más o menos, cincuenta segundos.

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