Capítulo 6. "Lily".

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“Tengo mi auto y mi guitarra,

Un par de píldoras, un par de cicatrices”.

-I love you more than you will ever know – Never Shout Never.

Me desperté entre las sábanas más suaves donde había estado jamás y miré a mi alrededor. Era la primera vez que dormía tan bien en mucho tiempo, y la cama era enorme. Apenas había utilizado menos de la mitad para estar totalmente cómoda, y olía demasiado bien. Olía a perfume de chico, pero decididamente olía delicioso. Las almohadas eran de plumas y frente a mí había un televisor de plasma del tamaño de una de mis piernas. Del lado izquierdo de la cama, un gran mural de fotografías en blanco y negro se levantaba con imponencia, y no pude evitar levantarme para mirarlas. Yo estaba en ropa interior, pero qué más da.

Tragué saliva, sintiendo la boca seca, y mi estómago dio una punzada de dolor. No comía desde hacía tanto tiempo.

Las fotografías eran impresionantes. En la playa, en la cama, en la cocina, en el patio. Todas en blanco y negro, súper iluminadas estratégicamente. La modelo siempre era la misma. Una morena de nariz respingada y piernas infinitas, cabello a rebeldes rulos cayéndole por la espalda, y labios gruesos pero delicados. En todas las fotos ella siempre era la que posaba, la que sonreía, la que miraba el atardecer, la que besaba unos labios carnosos en forma de corazón. 

Me alejé dando pasos hacia atrás, y abrí la puerta, sintiendo una ráfaga violenta de frío sacudirme de inmediato. Tirité de frío hacia la primera puerta que vi, y me encerré en ella, mirando a mi alrededor. Cerámicas marmoleadas de color miel se extendían alrededor de mí, la puerta de caoba y la perilla dorada ahora estaban cerradas, y olía al mismo perfume de hombre que había olido en la habitación.

Corrí hacia la ducha, abriendo de par en par las puertas movibles de vidrio corrugado. Arrastré mi mirada a través de lo que parecía otro salón gigantesco. Pero era sólo la regadera. “Woah”. 

Emocionada, me arranqué la ropa interior con frenetismo, y giré el primer grifo dorado pegado a la pared de cerámica de color miel. Abrí el otro grifo, y en menos de cinco minutos me encontré jugueteando con los botes de champú, acondicionadores para hombres y cremas de afeitar. Siempre hacía lo mismo en casa con Jason, y ya extrañaba hacer estas cosas. Además, no tenía idea de cuándo iba a irme de aquí. Quería tener un recuerdo de que había estado aquí, al menos. Sería bonito estar un día bajo la lluvia y olisquear mi camiseta rota de Eagles que había robado de una de las mini tiendas del aeropuerto de Brampton, y entonces oler esto. Sería fantástico.

Salí de la ducha, sin media idea de dónde había dejado mi mochila negra, así que me envolví con una toalla de color blanco, que olía igual de bien que todo lo demás. Me peiné el cabello hecho una maraña con el primer cepillo que encontré, mirándome al espejo, feliz de sentir la cara limpia y libre de maquillaje, suciedad, lluvia o sudor, por primera vez en mucho tiempo. Quizás dos o tres meses. Es que no se consiguen buenas duchas en los clubes nocturnos o en los cambiadores de las escuelas. Me estaba disfrutando todo esto. 

Noté la gran diferencia que había entre vivir aquí y vivir mi vida. Esta mañana, me había despertado un policía de golpe al gritarme que no se podía dormir en las cabinas de teléfono. No me digas, gilipollas. Así que había tenido que caminar bajo la lluvia de nuevo, hacia esa cafetería donde me encontré con este chico. Quizás lo del auto rojo sí había funcionado, después de todo.

Salí tiritando de la ducha, y me dirigí hacia la cocina, asomando medio cuerpo por las puertas movibles abiertas. Allí estaba él… Erm… Bueno, no tenía idea de cómo se llamaba, pero no importa. Había sido amable conmigo, al menos. No es que lo amara por eso, de hecho, aún no estaba segura de si él quería sólo sexo o alguna otra cosa. Estaba preparada para salir corriendo.

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