Capítulo 5. "Harry".

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“Malditas oportunidades perdidas,

¿soy parte de la cura?

¿O soy parte de la enfermedad?”

-Clocks – Coldplay.

Revisé mi laptop una vez dentro del taxi. Estaba húmeda, y… no encendía. Eché mi cabeza hacia atrás. Genial. La eché a un lado y me sacudí los cabellos empapados, acomodándolos a un lado de mi rostro. Mi vida no podía ir peor. Tragué saliva y giré la vista, para entonces encontrarme con ella mirándome fijamente, inexpresiva. Suspiré. 

-¿Qué? –dije. Ella ladeó la cabeza, sin derramar ningún signo de repudio u odio. Era como si se transformara o algo.

-Me gusta mirarte –respondió, encogiéndose de hombros, como si no importara en lo absoluto. Fruncí el ceño. Pero qué chica más rara. Primero, me grita que la deje en paz, y luego me dice que le gusta mirarme. Qué suerte la tuya, Harry.

-Pero eso no significa que quieres conocerme –supuse, recordando sus palabras de ayer en el parque. Sonrió.

-Exacto.

-Vaya –resoplé. –Soy todo un genio.

-¿Lo eres? –preguntó. De nuevo no pude reconocer si la pregunta iba enserio, o si se estaba burlando de mí. Creo que un poco de ambas.

-Bueno, soy un filósofo –me jacté, inhibiéndome de sonreír. No, mejor no sonrías. Parecerás un gilipollas que dice las cosas de dientes para afuera.

-Oh –arqueó las cejas. –Así que a todas se les caen las bragas cuando les dices eso, ¿verdad? –dijo suavemente, recostando su cabeza en el asiento de cuero del taxi con olor a ambientador de pino. ¿Estaba insinuando que yo era un puto o…?

-¿Estás siendo dulce conmigo? –no pude evitar preguntar. Ella sólo sonrió. No dijo nada, tampoco refunfuñó o emitió algún otro sonido que no fuera el de su estómago rugiendo. Sólo sonrió. ¿Qué se supone que significaba eso? Tampoco pude descifrar si era un sí, un no, o un “jódete”. 

Supongo que nunca lo sabría.

***

Cuando entramos al departamento, ella –aún no me decía su nombre- dirigió su mirada en círculos por todo el espacio. La observé dar vueltas sobre su propio eje, observando todo como si estuviéramos en Disneyland. Tragué saliva, y me aclaré la garganta.

-Bueno… No quiero ofenderte, pero, ambos estamos mojados y, sería mejor que te quitaras eso antes de que… 

Pero antes de que siquiera pudiera terminar la oración ella ya se había quitado la sudadera, dejando ver su abdomen y su bra negro, y un cuerpo bastante desmejorado. Pero al fin y al cabo era una chica. La observé boquiabierto mientras continuaba quitándose la ropa sin vergüenza alguna, hasta que toda su ropa estuvo esparcida por el suelo y en su cuerpo tan sólo quedó su ropa interior apenas puesta. Se acomodó las bragas, y luego me miró fijamente otra vez. 

Tragué saliva, sintiendo un nudo en la garganta del tamaño de una pelota de golf. Esto, no era, definitivamente, normal. Volví a aclararme la garganta, necesitando de un momento para que mi voz saliera de mi garganta. Ella no me quitaba la mirada de encima. Era como si quisiera hacerme un agujero con los ojos o algo así.

-Bueno –dije, recogiendo su ropa del suelo. No pude evitar ver sus piernas y volver a tragar saliva. Giré de nuevo la vista hacia mis manos, concentrándome en recoger toda la ropa, y luego me puse de pie, observándola. Me aclaré la garganta por enésima vez. –Tú… Uh, bueno… haz… haz lo que quieras –me encogí de hombros. –Voy a prepararte algo, ¿vale? Te ves como que vas a desmayarte.

Seguidamente, sin esperar una respuesta, huí a la cocina, cerrando la puerta movible sonoramente y apoyándome sobre el fregadero. “Oh, mierda”.

Veinte minutos después, cogí una bandeja y coloqué el plato con los sándwiches extra-grandes que Zayn y yo siempre preparamos, un vaso de jugo de naranja del de cartón porque soy una mierda exprimiendo frutas, y un paquete de Oreos. Seguidamente, me encaminé alrededor de la casa, buscando a la chica hasta en el lugar más recóndito. 

Baño. Nada. Sala. Nada que ver. Balcón. No. Dormitorios. Nunca en la vida. 

Atravesé la puerta de mi cuarto, decidiendo que, si no estaba aquí, de seguro se había escapado en ropa interior a la calle y yo tendría que ir a buscarla de nuevo. Pero, afortunadamente, no tuve que hacerlo.

Ella yacía sobre mi cama abrazando una de las almohadas, respirando acompasadamente y luciendo, extrañamente, como una niña pequeña. Aunque estuviera en ropa interior y tuviera unas piernas increíbles. 

Bueno, ahora tenía algo para escribir, de todos modos.

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