Capítulo 30.

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“Una gota en el océano, un cambio en el clima.

Yo estaba rezando porque tú y yo terminemos juntos,

Y es como desear que llueva mientras estoy en el desierto,

Pero yo estoy aguantando más que la mayoría,

Porque tú eres mi cielo.

-A drop in the ocean – Ron Pope”.

Huí al pasillo sosteniendo el teléfono contra mi oreja y me dejé caer sobre el suelo. Suspiré.

-Buenos días, princesa –dijo con un intento de voz ronca. Obviamente, ya sabía a quién se lo estaba copiando, pero jamás nadie lograría imitarlo a la perfección. Y siempre se quedaría en eso: una imitación.

-No me llamo princesa –dije con sorna, y me humedecí los labios. -¿Cómo conseguiste mi número?

-Creí que es algo difícil para ti el guardar las cosas, sabes, así que llamé para que tengas mi número por si quieres considerar la propuesta que te hice –respondió.

-¿Para qué gastaste cincuenta dólares en una tarjeta de identificación, entonces? –me reí con ironía, apoyando la cabeza en la pared.

-Eso no es nada, princesa –me dijo. “Por supuesto que no”, dije para mis adentros.

-Bueno, has cumplido tu misión. Te llamaré después –me despedí, frenética por regresar a la cama y follar con Harry. Él tosió y supe que la conversación no terminaba ahí. Rodé los ojos y comencé a tamborilear con mis dedos encima de mi rodilla, chequeando el pasillo vacío. No quería que Harry me viera manteniendo una conversación telefónica con su amigo-no-amigo que además me estaba tirando los tejos. Por alguna razón me sentía culpable por eso.

-La verdad, princesa –comenzó -, es que te llamaba para otra cosa. 

Esperé, arqueando una ceja. No quería imaginarme la próxima payasada con la que me saldría.

-Sabrás quién es Zayn, ¿cierto?

-Sí, sé quién es.

-Hay fiesta hoy en la noche, en su casa. Invitó a los de la Universidad y eso, y me preguntaba si quieres ir conmigo –dijo. Por alguna razón ese “me preguntaba si” equivalía a un “sé que no podrás decirme que no”. 

Medité, humedeciéndome los labios. Si había invitado a los de la Universidad, quería decir que también había invitado a Harry, y más porque era su mejor amigo. Entonces, ¿ir acompañada de Chuck Bernard a esa fiesta sería un abuso? Quiero decir, yo vivía en su casa, él había sido amable conmigo, me besaba, me decía lo mucho que le gustaba y me buscaba cuando desaparecía de la nada, y además de que lo he tratado con tres kilómetros invisibles de distancia entre nosotros, ¿salgo con uno de sus amigos/enemigos? Sería algo, como que, injusto. Además de que a leguas se notaba que Harry no lo pasaba ni con Gatorade. 

-¿Princesa? ¿Qué dices? –prosiguió, con aires de fanfarronería. 

-Escucha. Tengo que trabajar hoy, salgo a las tres, te envío un mensaje con la dirección y pasas a recogerme, ¿está bien? –le dije, sintiéndome culpable al mirar la habitación de Harry. 

-Dalo por hecho, nena –dijo, y deseé golpearlo en la cara en el momento cuando me llamó nena. –Me alegra que hayas aceptado.

-Sí –le dije, apoyando mi cabeza en la pared. –Yo también.

***

Esa tarde, salí de la única tienda de ropa cuyas prendas no sobrepasaban los cincuenta dólares en el Upper East con un pantalón y una camiseta en una bolsa. Estaba satisfecha. Había gastado algo más de la mitad de mi salario de la discotienda, lo que me satisfacía aún más: haberlo conseguido por lo sano, y por mis propios méritos. Sin embargo, esto no me impedía que luego fuera a vender en las discotecas algún día de éstos. Era divertido, y me gustaba. Además de que, en un solo día, podía conseguir cinco veces más de lo que conseguía a la semana en la discotienda.

Wild.Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon