Capítulo 44. "Lily".

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ADVERTENCIA. Capitulo sentimental, por favor buscar algo para secarse las lagrimas(?

“En los días en los que no puedo ver tus ojos,

Yo ni siquiera quiero abrir los míos.

En los días en los que no puedo ver tu sonrisa,

Yo prefiero sentarme y esperar a que lleguen

Los días en los que sé que estarás cerca,

Porque un día sin ti simplemente no es justo.

Mira, en los días en los que puedo oír tu voz,

Ya no me dejas opción.

-God Damn You’re Beautiful – Chester See”.

Salí tiritando con el teléfono en la mano, secándome las lágrimas con el dorso de la mano desnuda. No quería que Harry me viera llorar en lo absoluto. Si de algo me iba dando cuenta, era que confiarle tus sentimientos a alguien era la clave para el fracaso. Y no quería que mi vida fuera más en picada, porque terminaría chocando fuerte.

Me detuve frente al escritorio para agarrar los documentos de Chuck y pensar qué haría con ellos. Si Harry no quería firmarlos, bueno, no podía obligarlo, y supongo que eso me llevaba a quedarme en Londres por un tiempo más y buscar un trabajo que me diera al menos para poder pagar una pensión o algo así. Quizá cuando comenzaran las clases podría hacer una amiga a la que no le importara compartir su habitación conmigo, o tal vez su casa. La gente de aquí por lo general vive sola. Londres es la ciudad de la independencia humana.

Alcé los papeles doblados por aquí y por allá, y comencé a pasar las páginas con nostalgia. Por muchísimo tiempo deseé descubrir que era buena en algo y tener la certeza de en qué, y ahora que lo hacía, todo se iba a la mierda. Y supongo que nadie puede culparlo, yo tampoco lo haría. Las circunstancias no eran buenas para él y el amor te vuelve un ser egoísta.

Mi mirada se detuvo de golpe en una firma ondulada y elegante hecha recientemente. La toqué, esparramando un poco de tinta de una de las letras hacia arriba, ocultando una de las letras impresas, y me dejé caer contra el sillón, sentándome en el suelo. No me lo podía creer.

*** Días después.

Empacar mis cosas no fue un problema. Tan sólo ocupé una mochila, de la cual tuve que sacar las pastillas, los cigarrillos y una que otra botella de licor vacía debido a los reglamentos del aeropuerto. Tan sólo llevaba mi ropa –la poca que tenía-, mi iPod, mis audífonos, mi celular, y el par de zapatos adicionales que tenía. Estaba en el aeropuerto, donde había llegado a las cuatro de la madrugada, cuando en realidad el vuelo era a las once. Timmy se había ofrecido a acompañarme, y nuestras manos estaban fuertemente unidas y nuestros dedos firmemente entrelazados. De nuevo nos tocaba una despedida, y no sabía si era para siempre. 

Suspiré mirando el reloj del aeropuerto por enésima vez en los últimos veinte minutos. Tan sólo faltaba una hora para despegar, y ya sentía que mis extremidades comenzaban a temblar. Me llevé la mano libre a la boca y comencé a morderme las uñas. Timmy se sacó el audífono del oído, sacando el mío de mi oreja también, y suspiró, mirándome y apretando los labios con resignación.

-¿Soy yo u hoy te ves más rubio? –le pregunté, y él rió entre dientes, rodeando uno de sus brazos alrededor de mi cuello, empujándome hacia su cuello cálido. Me saqué la uña del pulgar de la boca para abrazarlo también, y apreté los párpados. Esa mañana había decidido que no lloraría.

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