Capítulo 18. "Lily".

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“He estado en el cielo, he estado en el infierno,

He estado en Las Vegas y Dios sabe en dónde.

Pero en ningún lugar me siento en casa como contigo, bebé.

Te amo más de lo que tú jamás sabrás.

-I love you more than you will never know – Never Shout Never”.

Abrí pesadamente la puerta del Motel de una estrella donde me estaba quedando. Parecía más bien una pensión o un centro penitenciario, pero al menos hoy dormiría caliente y bajo techo por tan sólo veinte dólares. En la entrada, había pedido un sándwich y comprado otra caja de Camels, estando segura de que tenía más cigarrillos en el momento cuando dejé Londres.

Tiré la mochila sobre una silla de madera que acompañaba un pequeño tocador que parecía que iba a desplomarse en cualquier momento, y me dejé caer sentada sobre la cama, cruzándome de piernas y mirando a mi alrededor. Era guay poder pagar algo por tus propios medios. Y vaya que lo había hecho. Muchas veces, en realidad. Pero el dinero siempre venía a causa de la droga que comercializaba, y no era lo mismo que posar para unas fotos y obtener trescientos dólares a cambio.

Miré la bolsa con el sándwich y sentí ganas de vomitar. Tragué saliva, y arranqué del interior de la mochila una botella completa de Vodka. Rompí el seguro de papel dorado, y llevé la boquilla a mi boca, apretando los párpados y sintiendo el alcohol proporcionar calor a mi cuerpo. 

Tomé otro largo sorbo, y dejé la botella abierta en una de las mesitas de noche. A continuación, saqué mi teléfono celular y, con los ojos cerrados, marqué el número ya memorizado y me recosté en la cama. A los dos timbrazos, atendió.

-¿Dígame?

-Hola, ¿qué haces levantado? –pregunté. Podría estar desorientada, pero al menos sabía por el reloj de mi celular que eran como las doce de la madrugada.

-No estoy levantado –respondió Jason. Tosió con fuerza. –Ay, joder.

-Lo siento –sonreí tristemente. –Noche movidita, ¿eh?

Él gimió como respuesta. Solté una risita.

-Me alegro.

-¿Por qué me llamas? ¿Ha pasado algo?

Suspiré, y me quedé en silencio, mirándome los zapatos Converse encaramados sobre la cama. Todo lo que quería hacer era dormir y olvidarme de todo esto, pero no estaba segura de poder hacerlo esta noche.

-Eh, Lily –me llamó. Su voz presagiaba alerta. Tragué saliva. Apoyé las almohadas chatas contra el cabecero de la cama y me metí bajo el edredón. Recliné la cabeza en las almohadas y cerré los ojos.

-Me siento muy sola –le dije, con el labio inferior trémulo. –Ha pasado algo… -me corté, tragando las lágrimas. Jason era el único ser, además de Tim, con quien podía desahogarme. Y, sin embargo, me limitaba. –Ha pasado algo –decidí. –No sé por qué me siento así. 

-¿Ha pasado algo en la fiesta que me dijiste? –preguntó. Boom. 

-Sí. Fue un desastre. Es como si tuviese la enfermedad de las vacas locas o algo por el estilo –expliqué. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. 

-¿Y Tim? Tengo entendido que él vive en Londres. Seguro que él hace que no te sientas sola –dijo Jason. –Es tu mejor amigo.

-Lo sé, pero… -mi voz se cortó, las lágrimas corriéndome por el rostro. Cogí una almohada y me sequé. –Él ni siquiera estuvo en la fiesta. Perdí al único amigo que tenía aquí.

-Pues… ¿sabes lo que te digo? –me dijo. Tragué y me sequé la nariz con el dorso de la mano.

-¿Qué?

-Que los folle un pez. No lo necesitas. Ni a él, ni a los gilipollas ésos de la fiesta. Eres la chica más guapa del hemisferio occidental. Que les den, que les den, que les den.

-Sí –dije, nada satisfecha. –Pero, es que… Yo en realidad pensé…

-¿Qué? –me retó, de buen humor. –Harpey, tú nunca sueles ponerte de esta manera por cosas como éstas. Eres la chica más fuerte que conozco. –“Y que lo digas”. –Estoy seguro de que no necesitas a nadie para hacer de las tuyas y pasarlo de lo lindo. Te lo digo enserio. No puedes permitir que unos tontos del culo te conviertan en una tonta del culo. Tienes que mandarles a la mierda.

Esto era un hermanismo perfecto. Me reí y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano, limpiando también mis ojeras, apartando el maquillaje corrido. Vaya que sabía ponerme de buen humor.

-Vale –dije. –Tienes razón.

-Siempre tengo razón. Por eso que resulta tan difícil encontrarme. Hay una gran demanda de gente como yo –dijo.

-Te echo de menos –le dije, mordisqueándome la uña del pulgar.

-Yo también te echo de menos –me dijo Jason, con cariño. Sonreí.

-Vale, que voy a llorar si sigues –me reí. –Te deseo suerte, hermanito.

-Yo también, Harpey –me dijo. –Te deseo toda, toda la suerte del mundo.

-Gracias –susurré, pero la línea ya estaba en blanco de nuevo. Y vaya que la necesitaría.

Me acomodé bajo las sábanas suaves e intenté cerrar los ojos, de repente sintiendo unas náuseas terribles. Consideré tomar otro trago de la botella de Vodka para calmar las ansias, pero ahora mismo el alcohol no podría calmar la totalidad de mi ansiedad. Ni ésa, ni ninguna otra droga. 

Cerré los ojos, intentando ahogar el molesto revoltijo en el estómago, cuando los golpes resonar en seco en la puerta de la habitación me hicieron abrir los ojos de golpe y ponerme de pie. Miré la puerta, para asegurarme de que no me había emborrachado tanto como para comenzar a alucinar. Esperé, y los toques volvieron a repetirse.

Me acerqué rápidamente y giré el pomo. Ojalá que no fuera un desalojo.

Me lo quedé mirando y él a mí, sosteniendo la puerta con su puño para que así no pudiera cerrarla de vuelta. Tragué saliva. Lo más tonto del asunto era, que yo misma había estado esperando esta aparición ahora. Pero, simplemente, no estaba del todo segura de si pasaría. Por lo visto sí.

-No quiero que te vayas –me dijo dulcemente. –Por favor, escúchame.

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